viernes, 18 de septiembre de 2015

20 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 54

Dios, sálvame por tu nombre
y con tu poder defiéndeme.
Dios, oye mi oración;
escucha las razones de mi boca,

porque extraños se han levantado contra mí
y hombres violentos buscan mi vida;
no han puesto a Dios delante de sí.

Dios es el que me ayuda;
el Señor está con los que sostienen mi vida.
Él devolverá el mal a mis enemigos.
¡Córtalos, por tu verdad!

Voluntariamente sacrificaré a ti;
alabaré tu nombre, mi Señor, porque es bueno,
porque él me ha librado de toda angustia
y mis ojos han visto la ruina de mis enemigos.”
Amén.

Curiosidades

¿Quiénes eran los Doce?
Los Doce era la designación normal de los apóstoles en los evangelios y Pablo también lo utiliza en algunas ocasiones. Simbólicamente está relacionado con las 12 tribus de Israel, el pueblo de Dios, y numéricamente el número 12 está relacionado con los elegidos, esto aparece fuertemente en el libro del Apocalipsis.
Es importante comprender que el nombrar a los apóstoles como los Doce, de ninguna manera significa que ése sea el número, sino su valor es simbólico. Si ustedes toman una Biblia y escriben los nombres de los llamados por Jesús, incluso los del libro de los Hechos, descubrirán que el número es otro, incluso simplemente en los cuatro evangelios. Para ser considerado apóstol, la persona debía ser testigo de la resurrección del Señor, a pesar de que en el caso de Pablo, él fue testigo de una aparición del Señor después de la resurrección. Lo que sí queda fuera de dudas es la significación especial de los Doce para el establecimiento inicial de la Iglesia.

(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.96-97)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 9:30-37

Saliendo de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiera, pues enseñaba a sus discípulos, y les decía:
—El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres, y lo matarán; pero, después de muerto, resucitará al tercer día.
Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
Llegó a Capernaúm y, cuando estuvo en casa, les preguntó:
—¿Qué discutían entre ustedes por el camino?
Pero ellos callaron, porque por el camino habían discutido entre sí sobre quién había de ser el mayor. Entonces él se sentó, llamó a los doce y les dijo:
—Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Y tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, tomándolo en sus brazos, les dijo:
 —El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

El primer pecado, si se lo quiere llamar así, del ser humano, es la vanidad, el querer o necesitar ser reconocido, ser importante, ser famoso.
Esto queda claro al ver el lugar que ocupan las redes sociales en nuestras vidas hoy día. En el face las personas publican su estado de ánimo, fotos y más fotos de sí mismas, y buscan, por supuesto, que muchas personas pongan “me gusta” o hagan su comentario. Si esto no sucede, es una frustración.
Las personas más osadas publican sus videos y esperan ver cuántas personas lo visitan. También hay quienes arman sus páginas y demás. Verse en la tele, en alguna revista, sentirse famoso/a, al menos por una tontería, lo importante: no pasar desapercibidos por esta vida.
¿Pero eso es lo valioso de una persona? ¿el ser conocida o no? ¿el ser “importante”, poderosa?
La persona vale por ser persona, y cuanto más auténtica, más pura sea, más posibilidades hay que podamos vivir en sintonía con las demás personas, con las necesidades y las emociones, con la Vida. Cuanto más artificiales seamos, cuanto más nos ocupemos en nuestra apariencia y en ser conocidos, más nos alejamos de nuestro origen, de nuestro verdadero ser.
Jesús nos llama a vivir una vida al servicio de los demás, a no esperar el reconocimiento de la gente, sino disfrutar de una vida junto a quien necesita del cuidado, la atención, del amor.
Seguramente la recompensa será mucho mayor que cualquier reconocimiento público o los “me gusta” que tanto coleccionamos en las redes. Tal vez incluso, en algún momento nos digan “me gusta mucho lo que hacés por mí o por algo en especial” seguido de un abrazo. Algo más concreto, más palpable, porque la vida pasa por el cuerpo, las sensaciones, no por los aplausos, ni por las fotos o las pantallas. Amén.

Querido Jesús, ¡cuántas veces me descubro vanidosa, desando la adulación de la gente! Sólo para una satisfacción personal, que en realidad no cambia nada… es sólo un momento. Pero cuando me pongo al servicio de quien me necesita, me doy cuenta de lo hermoso que es y cómo me hace bien a mí también. Ayudame a vivir de esa manera y a no dejarme encandilar por los espejismos de una sociedad egocéntrica. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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