viernes, 12 de septiembre de 2014

14 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 103

“Bendice, alma mía, a mi Señor,
y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a mi Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él es quien perdona todas tus maldades,
el que sana todas tus dolencias,
el que rescata del hoyo tu vida,
el que te corona de favores y misericordias,
el que sacia de bien tu boca
de modo que te rejuvenezcas como el águila.

Mi Señor es el que hace justicia
y derecho a todos los que padecen violencia.
Sus caminos notificó a Moisés,
y a los hijos de Israel sus obras.
Misericordioso y clemente es mi Señor;
lento para la ira y grande en misericordia.
No contenderá para siempre
ni para siempre guardará el enojo.
No ha hecho con nosotros conforme a nuestras maldades
ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados,
porque, como la altura de los cielos sobre la tierra,
engrandeció su misericordia sobre los que lo temen.
Cuanto está lejos el oriente del occidente,
hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.
Como el padre se compadece de los hijos,
se compadece mi Señor de los que lo temen,
porque él conoce nuestra condición;
se acuerda de que somos polvo.

El hombre, como la hierba son sus días;
florece como la flor del campo,
que pasó el viento por ella, y pereció,
y su lugar ya no la conocerá más.
Mas la misericordia de mi Señor es desde la eternidad y hasta la eternidad
sobre los que lo temen,
y su justicia sobre los hijos de los hijos,
sobre los que guardan su pacto
y los que se acuerdan de sus mandamientos
para ponerlos por obra.

Mi Señor estableció en los cielos su trono
y su reino domina sobre todos.
¡Bendigan a mi Señor, ustedes sus ángeles,
poderosos en fortaleza, que ejecutan su palabra
obedeciendo a la voz de su precepto!
¡Bendigan a mi Señor, ustedes todos sus ejércitos,
ministros suyos que hacen su voluntad!
¡Bendigan a mi Señor, ustedes todas sus obras,
en todos los lugares de su señorío!

¡Bendice, alma mía, a mi Señor!” Amén.

Curiosidades

¿Qué es un tribunal desde el concepto griego?

En griego tribunal se refiere a la asamblea que se reúne en frente de un estrado desde el cual se administraban todos los asuntos oficiales. Vemos que Herodes Agripa I se sentó en el estrado para dirigirse a las repúblicas de Tiro y Sidón. También se utiliza el término griego para el tribunal, la plataforma sobre la cual se sentaba el magistrado romano, con sus consejeros a los lados, para administrar justicia. Tradicionalmente se erigía en algún lugar público, como aparentemente ocurrió en el caso de Pilato, o en un auditorio. El que la solemne integridad de la justicia romana haya inspirado la imagen del “tribunal de Cristo” parecería posible desde el momento en que en ambos casos Pablo se dirigió a una congregación familiarizada con el gobierno romano directo.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág. 1382-1383)
 

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Romanos 14:7-12

Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Cristo para esto murió, resucitó y volvió a vivir: para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
Tú, pues ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?, porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, pues escrito está:
«Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios.»
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.
Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidan no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es impuro en sí mismo; pero para el que piensa que algo es impuro, para él lo es.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Siempre me ha llamado la atención como somos tan rápidos en juzgar a los demás, mientras que con nosotros mismos somos compasivos y generosos.
¡Es tan fácil decir qué es lo que el otro tiene que hacer o cómo tiene que vivir! La tenemos re clara. Porque la miramos de afuera sin tener en cuenta nada de lo que está entrelazado en la historia del otro.
Y por supuesto juzgamos con mano de hierro. Nos creemos dueños de la verdad y de todas las respuestas… pero sin amor, sin tener en cuenta el daño que podemos provocar.
Pero como cristianos somos llamados a tener otra mirada, una mirada a través de Cristo. Una mirada como la que él nos mostró a lo largo de su vida entre nosotros.
Nada más recordemos algunas actitudes que fueron muy criticadas, cuando Zaqueo lo invitó a su casa ¡ese pecador, por favor!, cuando la mujer prostituta entró a la casa y delante de todos le lavó los pies con sus lágrimas, los secó con sus cabellos y se los perfumó con un perfume carísimo, algunos dijeron para sí ¡ésta debe ser una mujer que él frecuenta! (como si ellos no fueran con las prostitutas… de hecho sabían quién era ella…), otros dijeron directamente a Jesús: “Con el dinero que derrochó podría haberlo donado a los pobres haciendo más bien que lo que hizo”, sanando al ciego que toda la sociedad lo consideraba culpable de su ceguera por algo que él hizo o sus padres, y así encontramos muchísimos ejemplos en donde Jesús nos pone de frente al espejo, y nos muestra crueles e insensibles.
¿Por qué juzgamos a la persona en vez de ayudarla? ¿qué nos importa lo que la persona haga con nuestra ayuda, si lo que nos mueve el amor?
¿Es que Dios nos ayuda y nos ama porque lo merecemos?
Es importante que dejemos de juzgar y nos dediquemos a hacer el bien, que aprendamos de Jesús. Que en vez de deliberar tanto sobre la persona y por qué está en una situación de indigencia, adicción, enfermedad, veamos cómo ayudarla y devolverle la dignidad, hacerla sentir nuevamente como persona, como ser humano valioso por sí mismo.
Vivamos para los demás como Cristo vive por nosotros. Será mucho más provechoso y no sólo será bueno para los demás, sino sobre todo para nosotros mismos. Amén.

Querido Jesús, odio esa costumbre mía de juzgar a los demás, de criticar a las demás personas en vez de resolver mis propias cosas. Ayudame a vivir una vida para los demás, y en esa vida mejorarme yo como persona y parecerme más a vos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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