viernes, 19 de abril de 2013

21 de Abril

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 100

“Aclamen con júbilo al Señor, toda la tierra.
Sirvan al Señor con alegría;
Vengan ante El con cánticos de júbilo.

Sepan que El, el Señor, es Dios;
El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
Pueblo Suyo somos y ovejas de Su prado.

Entren por Sus puertas con acción de gracias,
Y a Sus atrios con alabanza.
Denle gracias, bendigan Su nombre.

Porque el Señor es bueno;
Para siempre es Su misericordia,
Y Su fidelidad por todas las generaciones.” Amén.

Curiosidades


Nos dice el autor que su nombre es Juan, y se describe a sí mismo como “siervo” de Dios, como uno de los “profetas” y como “vuestro hermano”. La tradición afirma que se trata de Juan el apóstol, y que además es el autor del cuatro evangelio y de las tres epístolas joaninas. El parecer de que el apóstol Juan es el autor se remonta a Justino Mártir, opinión que apoyaron Ireneo y muchos otros. La principal objeción radica en el estilo del Apocalipsis. En muchos aspectos el griego es diferente al de los otros escritos de Juan. Es tan fuera de lo común, y a veces muestra tan poco respeto por las reglas de la gramática griega, que se piensa que no puede provenir de la misma pluma que escribió el evangelio y las epístolas. El problema es demasiado intrincado para entrar en un análisis completo aquí. Bastará decir que, si bien la  mayor parte de los eruditos actuales niega el origen apostólico, algunos consideran que los cinco escritos joaninos proceden de un mismo autor, y que ese autor es el apóstol Juan.
Resulta obvio que el Apocalipsis fue escrito en una época en que la iglesia estaba pasando por un período de persecución y de dificultades. Entre las épocas probables de su composición, los dos períodos más importantes en que hubo problemas como los mencionados fueron los reinados de Nerón y de Domiciano. El principal argumento de apoyo de la primera hipótesis es Ap.17:9s: “Esto, para que tenga sabiduría: La siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta una mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido”. Si este pasaje se refiere a los emperadores romanos, en ese caso Nerón fue el quinto, y esta obra habría sido compuesta poco después de su reinado. Este punto de vista se ve reforzado por la profecía de que “La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete”, Ap.17:11. Aparentemente esto se referiría al mito del “nerón redivivo”, la idea de que Nerón, que ya había muerto, aparecería una vez más sobre la tierra. Se aduce que hay apoyo para esta teoría en Ap.13:18, que da como “número de la bestia” el 666. En el c.I los números se escribían, no con los símbolos tan prácticos que actualmente usamos, sino con letras del alfabeto. Cada letra, por lo tanto, tenía un valor numérico. Tomando los valores numéricos de las letras que formaban las palabras “Nerón César” en hebreo obtendremos 666. Pero es difícil comprender por qué tenía que ser en hebreo, cuando el libro fue escrito en griego; además lograr el resultado deseado es necesario adoptar una variante ortográfica.
La fecha posterior está apoyada por cierto número de autores antiguos, tales como Ireneo y Eusebio, que afirman categóricamente que el Apocalipsis se escribió en la época de Domiciano. Apoyan este punto de vista ciertas indicaciones de tipo general dentro del libro, aunque no hay alusiones específicas a acontecimientos identificables. Por ejemplo, habla de ciertos grupos de cristianos satisfechos de sí mismos, cuya espiritualidad iba declinando. En el reinado de Nerón la iglesia todavía era muy joven y vigorosa. En la época de Domiciano es mucho más posible que estuviera evolucionando y comenzando a degenerar. Actualmente la mayor parte de los eruditos concuerda en que es preferible adoptar la fecha anterior.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Apocalipsis 7:9-17

“Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Clamaban a gran voz:
“La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.”
Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes. Estos cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios, diciendo:
“¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.”
Uno de los ancianos habló diciéndome: “Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Y le respondí: “Señor mío, usted lo sabe.” Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la gran aflicción, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y Le sirven día y noche en Su templo; y Aquél que está sentado en el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol les hará daño, ni ningún calor abrasador, pues el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.”. Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Hasta la fe cristiana, cada pueblo, cada persona tenía su religión, y había dos opciones: ser de la religión del gobierno o convivir en paz, sin buscar de convencer a otro.
A partir del mandato de Jesús de extender su Reino a través del “proselitismo” cristiano, hubo un cambio, un giro en lo que tiene que ver con las religiones. En los tiempos de la Iglesia Primitiva, la fe cristiana creció sobre todo entre los estratos más pobres y vulnerables, oponiéndose a la religión de Roma, que exigía la adoración al César, como hijo de dios. Esto fue algo nuevo en la historia. Fortaleció a los débiles de la sociedad al punto de que, como una decisión política, el imperio romano se hiciera cristiano, en la persona del emperador Augusto.
Esto a la vez hizo de la fe cristiana la religión del poder, lo que también, a pesar de su origen contrario, la hizo opresora e intolerante con toda persona que no profesara la fe cristiana. Un mensaje que ya nada tenía que ver con el de Cristo. Así en infinidad de ocasiones se ha matado y sometido en el nombre de Cristo, pero también se ha restaurado, salvado vidas y defendido a los pobres y oprimidos, llevando así el verdadero mensaje de nuestro Señor.
Esta necesidad que tenemos como cristianos de transmitir nuestra fe, no sólo a nuestros hijos, sino a todas las personas que nos rodean, forma parte del mandato de Cristo que aparece en Mateo 28:19 y 20: “Vayan, pues, a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a guardar todo lo que les he mandado”.
El punto es cómo lo llevamos adelante. El proselitismo, esto es el buscar que personas fuera de la fe cristiana conozcan a Cristo y su misión salvífica no en necesariamente algo negativo. La clave está en la forma que buscamos de hacerlo, si lo hacemos en el amor, sin invadir los espacios ni la intimidad. Compartiendo nuestra propia experiencia de fe como lo que nos ha permitido salir adelante en los momentos difíciles. Es como tener un bálsamo para mitigar el dolor y no compartirlo con el que sufre. Ahí está el mandato, como una buena noticia, como algo que nos produce tanta alegría que deseamos que otros tengan esa misma experiencia. Algo que vos tenés y estás llamado a compartir. Amén.

Querido Jesús, hoy te quiero pedir perdón por las muchas veces que me creí mejor que las demás personas, que por sentir que mi fe era la verdadera y maltraté al otro, despreciando su fe, no entendiendo que vos te manifestás de inumerables formas y que no existe una sola forma de expresar y de vivir la fe. Ayudame a abrir mi mente y ablandar mi corazón, para ser cada día más parecida a vos. Te lo pido en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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