viernes, 22 de marzo de 2013

24 de Marzo

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 22

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?
Dios mío, de día clamo y no respondes;
Y de noche, pero no hay para mí reposo.

Sin embargo, Tú eres santo,
Que habitas entre las alabanzas de Israel.
En Ti confiaron nuestros padres;
Confiaron, y Tú los libraste.
A Ti clamaron, y fueron librados;
En Ti confiaron, y no fueron decepcionados.

Pero yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
Todos los que me ven, de mí se burlan;
Hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo:
Que se encomiende al Señor; que El lo libre;
Que El lo rescate, puesto que en El se deleita.

Porque Tú me sacaste del seno materno;
Me hiciste confiar estando a los pechos de mi madre.
A Ti fui entregado desde mi nacimiento;
Desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios.
No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca,
Pues no hay nadie que ayude.

Muchos toros me han rodeado;
Toros fuertes de Basán me han cercado.
Ávidos abren su boca contra mí,
Como un león que despedaza y ruge.

Soy derramado como agua,
Y todos mis huesos están descoyuntados;
Mi corazón es como cera;
Se derrite en medio de mis entrañas.
Como un jarrón se ha secado mi vigor,
Y la lengua se me pega al paladar;
Me has puesto en el polvo de la muerte.

Porque perros me han rodeado;
Me ha cercado cuadrilla de malhechores;
Me perforaron las manos y los pies.
Puedo contar todos mis huesos;
Ellos me miran, me observan.
Se reparten entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echan suertes.

Pero Tú, oh Señor, no estés lejos;
Fuerza mía, apresúrate a socorrerme.
Libra mi alma de la espada,
Mi única vida de las garras del perro.
Sálvame de la boca del león
Y de los cuernos de los búfalos; respóndeme.

Hablaré de Tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación Te alabaré.
Los que temen al Señor, alábenlo;
Descendencia toda de Jacob, glorifíquenlo,
Témanlo, descendencia toda de Israel.

Porque El no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del angustiado,
Ni le ha escondido Su rostro;
Sino que cuando clamó al Señor, lo escuchó.

De Ti viene mi alabanza en la gran congregación;
Mis votos cumpliré delante de los que Le temen.
Los pobres comerán y se saciarán;
Los que buscan al Señor, Lo alabarán.
¡Viva para siempre el corazón de ustedes!

Todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán al Señor,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti.
Porque del Señor es el reino,
Y El gobierna las naciones.
Todos los grandes de la tierra comerán y adorarán;
Se postrarán ante El todos los que descienden al polvo,

Aun aquél que no puede conservar viva su alma.
La posteridad Le servirá;
Esto se dirá del Señor hasta la generación venidera.
Vendrán y anunciarán Su justicia;
A un pueblo por nacer, anunciarán que El ha hecho esto.” Amén.

Curiosidades

¿Qué era la cruz y cómo eran crucificadas las personas?

El término griego para “cruz” significa en primer lugar estaca o viga vertical, y secundariamente estaca utilizada como instrumento de castigo y ejecución. Se emplea en este último sentido en el N.T. el A.T. no registra la crucifixión de criminales vivos. Las ejecuciones se llevaban a cabo por apedreamiento. Sin embargo ocasionalmente se colgaban cadáveres en los árboles como advertencia. Dichos cadáveres se consideraban malditos, y tenían que quitarse y enterrarse antes de la caída de la noche. Esta práctica explica la referencia neotestamentaria a la cruz de Cristo como “madero”, símbolo de humillación.
Los efesios y los cartagineses practicaban la crucifixión, y más tarde los romanos la aplicaron ampliamente. Sólo los esclavos, los provincianos, y los tipos más bajos de criminales se crucificaban, pero raramente se crucificaba a un ciudadano romano. Así, la tradición según la cual Pedro, como Jesús, fue crucificado, pero Pablo decapitado, concuerda con la práctica en la antigüedad.
Aparte del poste vertical en que se ataba o empalaba a la víctima, existían tres tipos de cruz. La crux commissa o cruz de San Antonio, que tenía una forma de T mayúscula, que algunos creen derivada del símbolo del dios Tamuz, la letra tau; la crux decussara o cruz de San Andrés, que tenía la conocida forma de X; la crux immissa era la conocida cruz de dos barras +, que según sostiene la tradición fue la cruz en la que murió nuestro Señor. Este parecer se ve reforzado por las referencias en los cuatro evangelios al título que se colocó en la cruz encima de la cabeza de Cristo.
Cuando se condenaba a un criminal, era costumbre azotar a la víctima con el flagellum, que era un látigo con correas de cuero, lo que en el caso de nuestro Señor sin duda lo debilitó mucho y aceleró su muerte. Luego se le hacía llevar la viga transversal, el patíbulum, como un esclavo, hasta el lugar de su tortura y muerte, siempre fuera de la ciudad, mientras un heraldo iba delante con él “título”, o sea la acusación escrita. Fue ese patíbulum, no toda la cruz, lo que Jesús no pudo llevar a causa de su debilidad, y que Simón de Cirene llevó en su lugar. Se desnudaba completamente al condenado, se lo colocaba en tierra con la viga transversal debajo de los hombros, y se ataban o clavaban allí los brazos o las manos. Luego se levantaba esta viga y se la fijaba en el poste vertical hasta que los pies de la víctima, que entonces se ataban o clavaban, apenas dejaban de tocar el suelo, y no alto como se ve en las ilustraciones. Una clavija proyectada hacia adelante generalmente soportaba la mayor parte del peso del cuerpo del condenado, que se sentaba a horcajadas en la misma. Luego se dejaba a la víctima que se muriera de sed y agotamiento. A veces se aceleraba la muerte mediante el crurifragium o quebradura de las piernas, como se hizo con los dos ladrones, pero no con nuestro Señor, porque ya estaba muerto. No obstante, se le clavó una lanza en el costado para mayor seguridad, a fin de poder quitar su cuerpo antes del día de reposo, como demandaban los judíos.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Filipenses 2:5-11

Haya, pues, en ustedes esta actitud (esta manera de pensar) que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los seres humanos. Y hallándose en forma de hombre, se humilló El mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también Lo exaltó hasta lo máximo, y Le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

La obediencia no es algo muy popular hoy día, es como algo negativo. Todo el mundo quiere ser rebelde, ir contra las reglas, el ser transgresor es “piola”. El que obedece es considerado medio tonto, como que no tiene personalidad. Pero al mismo tiempo esta desobediencia en la que vivimos, esta constante búsqueda de romper las reglas, nos introduce al caos que es nuestra sociedad.
¿Por qué digo esto?
Una cosa simple es observar lo que sucede con el tránsito, o el no respetar los carteles, el no arrojar la basura en los lugares indicados: el resultado está a la vista: accidentes, suciedad y otras cosas más. Al mismo tiempo sucede que yo no me hago cargo de mi transgresión, pero estoy a los gritos, insultos y bocinazos si otro no obedece las reglas. Algo no anda bien, y tiene que ver con esta propuesta de ser “rebeldes” de no querer seguir las reglas, de ser desobedientes.
Pero también toda la corrupción y la injusticia está relacionada con la desobediencia, de no seguir las leyes. Porque si cada uno hace lo que quiere, obviamente va a afectar todo el sistema. Si administro mal, si no elijo a la gente por sus capacidades sino por un amiguismo, si acepto un dinero a cambio de una multa o de no decir que algo no está como debe, todo el sistema se va resintiendo. Y eso es lo que vivimos hoy en nuestra sociedad.
Es necesario que tomemos conciencia de que la obediencia es importante. No una obediencia ciega, sino el aceptar que las reglas son necesarias para la convivencia y el bienestar general de todos.
¿Se imaginan si cada uno tirara el papel en el canasto en vez de tirarlo en la vereda? ¿se imaginan lo que sería si cada persona siguiera las reglas de tránsito, no estacionara donde no está permitido y no andaría a más velocidad de lo que indican los carteles? ¡cuántos accidentes se evitarían!
Jesús es nuestro ejemplo de obediencia, y adonde aspiramos llegar. Él no aceptó las reglas sin sentido, antepuso la ley del amor por encima de todas las leyes y reglas. Una ley que funciona también para aquella persona que no profesa la fe cristiana, ya que tiene que ver con la aceptación del otro, el respeto, el derecho de los más débiles, la integración y la misericordia. No está mal seguir esa ley, no está mal ser obedientes si esto me mejora mi vida, la tuya y la de otras personas. Dios ya te creó especial y único, no hace falta que lo demuestres desde la rebeldía. Amén.

Querido Jesús, quiero seguir tus pasos, quiero escuchar lo que Dios quiere de mí y obedecerlo, aunque para otros sea una tontería. Dame integridad y fuerzas la obedecerte sólo a vos. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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