viernes, 22 de febrero de 2013

24 de Febrero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 27

“El Señor es mi luz y mi salvación;
¿A quién temeré?
El 
Señor es la fortaleza de mi vida;
¿De quién tendré temor?
Cuando los malhechores vinieron sobre mí para devorar mis carnes,
Ellos, mis adversarios y mis enemigos, tropezaron y cayeron.
Si un ejército acampa contra mí,
No temerá mi corazón;
Si contra mí se levanta guerra,
A pesar de ello, yo estaré confiado.

Una cosa he pedido al Señor, y ésa buscaré:
Que habite yo en la casa del 
Señor todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura del 
Señor
Y para meditar en Su templo.
Porque en el día de la angustia me esconderá en Su tabernáculo;
En lo secreto de Su tienda me ocultará;
Sobre una roca me pondrá en alto.
Entonces será levantada mi cabeza sobre mis enemigos que me cercan,
Y en Su tienda ofreceré sacrificios con voces de júbilo;
Cantaré, sí, cantaré alabanzas al 
Señor.

Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo;
Ten piedad de mí, y respóndeme.
Cuando dijiste: “Busquen Mi rostro,” mi corazón Te respondió:
“Tu rostro, 
Señor, buscaré.”
No escondas Tu rostro de mí;
No rechaces con ira a Tu siervo;
Tú has sido mi ayuda.
No me abandones ni me desampares,
Oh Dios de mi salvación.
Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado,
El 
Señor me recogerá.

Señor, enséñame Tu camino,
Y guíame por senda llana
Por causa de mis enemigos.
No me entregues a la voluntad de mis adversarios;
Porque testigos falsos se han levantado contra mí,
Y los que respiran violencia.
Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del 
Señor
En la tierra de los vivientes.
Espera al 
Señor;
Esfuérzate y aliéntese tu corazón.
Sí, espera al 
Señor.” Amén.

Curiosidades

¿Qué significaba la cruz para los escritores del Nuevo Testamento?

El interés que demuestran los escritores neotestamentarios en la cruz no es ni arqueológico, ni histórico, sino cristológico. Les interesa el significado eterno, cósmico, y soteriológico de los que ocurrió, una vez y para siempre, en la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz. Desde el punto de vista teológico, la palabra “cruz” se utilizó como descripción sumaria del evangelio de salvación, de que Jesús “murió por nuestros pecados”. De modo que la “predicación del evangelio” es “la palabra de la cruz”, la “predicación del Cristo crucificado”. Por ello el apóstol se gloría “en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”, y habla de sufrir persecución “a causa de la cruz de Cristo”. Resulta claro que la palabra “cruz” representa aquí el anuncio completo y jubiloso de nuestra redención por medio de la muerte expiatoria de Jesucristo.
“La palabra de la cruz” es también “la palabra de la reconciliación”. Este tema surge claramente en las epístolas a los efesios y a los colosenses. Es “mediante la cruz” que Dios ha reconciliado a judíos y gentiles, derribando la pared intermedia de separación, la ley de los mandamientos. Es “mediante la sangre de su cruz” que Dios ha hecho la paz, reconciliando “consigo todas las cosas”. Esta reconciliación es a la vez personal y cósmica, y se produjo porque Cristo ha anulado el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos contraria, “clavándola en la cruz”.
La cruz, en el NT, es símbolo de vergüenza y humillación, como así también de la sabiduría y de la gloria de Dios reveladas por medio de ella. Roma la utilizó no solamente como instrumento de tortura y ejecución sino también como picota vergonzosa, reservada para los peores y más bajos criminales. Para los judíos era señal de maldición. Esta fue la muerte que murió Jesús y por la cual clamaba la multitud. “Sufrió la cruz, menospreciando el oprobio”. El peldaño más bajo en la escala de la humillación de nuestro Señor fue que soportó la “muerte de cruz”. Es por ello que fue la piedra de tropiezo para los judíos. El vergonzoso espectáculo de una víctima que llevaba su patibulum les resultaba tan familiar a sus oyentes que Jesús habló tres veces del camino del discipulado como el de llevar la cruz.
Además, la cruz es símbolo de nuestra unión con Cristo, no simplemente en virtud de que seguimos su ejemplo, sino en virtud de lo que él ha hecho por nosotros y en nosotros. Por su muerte sustitutiva en la cruz nosotros morimos “en él”, y “nuestro viejo ser fue crucificado justamente con él”, para que por medio de su Espíritu, que mora en nosotros, pudiésemos andar en vida nueva, permaneciendo “en él”.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Filipenses 3:17-4:1

“Hermanos, sean imitadores míos, y observen a los que andan según el ejemplo que tienen en nosotros. Porque muchos andan como les he dicho muchas veces, y ahora se lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan sólo en las cosas terrenales.
Porque nuestra ciudadanía (patria) está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de Su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a El mismo.
Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, estén así firmes en el Señor, amados.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Pablo habla del ejercicio del poder como parte de las características de Jesucristo. Un término muy actual y que muy pocos saben utilizar correctamente.
En un tiempo en donde hay mucho control sobre las personas, sobre la información que nosotros mismos somos responsables de compartir. En un tiempo en donde control es casi una mala palabra y en donde es bueno estar “descontrolado”, es difícil hablar acerca del control y el poder de Jesucristo. Resulta como algo absoluto, como una dictadura o como tantas falsas democracias que gobiernan los países, y eso nos desagrada, no nos cae bien.
Pero el poder y el ejercicio del poder no son malos, el punto es cómo se ejerce, qué es lo que se busca hacer y a quienes beneficia.
Algo que nos es muy familiar es que la persona que accede a un espacio de poder enseguida también trata de acomodar a su gente, tener privilegiados que ganan también, sacan provecho. Ese es el modelo que conocemos y que a pesar de que en general lo criticamos, también nos sentimos tentados a aprovecharlo cuando se presenta la ocasión.
Pero como cristianos no deberíamos “prendernos” en estas cosas, en los acomodos y la injusticia desde el poder mal administrado. Como cristianos somos parte de este mundo, pero al mismo tiempo ciudadanos del Reino de Dios, de los cielos, y eso debería marcar la diferencia, porque sabemos que nada de lo que podamos acumular aquí nos sirve ni tiene valor. Que Dios creó al mundo y todo lo material para nuestra vida en la tierra, para que podamos alimentarnos y sostener a nuestras familias, nada más. Sabemos que con la muerte todo pasa a las manos de los que quedan, y si hay mucho, será botín de los ambiciosos que nada les va a importar nuestra vida y nuestra memoria.
Somos ciudadanos del Reino y eso nos hace diferentes, nuestra ley es el amor y está por encima de cualquier ley humana, y con el amor aceptamos, comprendemos, perdonamos, nos reconciliamos, y de esa manera nos vamos aferrando a la vida en abundancia que Jesús nos vino a dar.
Todo está sujeto al poder de Cristo, El controla todo y nos llena de bendiciones, le da a cada cual lo que necesita para vivir y cuida a quien confía en él.
Y los que corren tras los dioses falsos que se deterioran, los que corren atrás de lo que se descompone y se apolilla… allá ellos, es su decisión, pero también su perdición.
Por eso es importante mantenernos firmes en la fe en Cristo, con la confianza que un día su Reino se instalará entre nosotros y podremos vivir la vida en plenitud. Amén.

Querido Jesús, ¡gracias porque sé que estoy en tus manos y que me cuidas! Dame la fe como para sostenerme en medio de tantas propuestas a veces bastante tentadoras. Sé que el premio es grande y que tengo mucho que perder si me desvío del camino que me trazaste. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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