viernes, 14 de septiembre de 2012

16 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 116

“Yo amo al Señor porque él me escucha,
porque oye mi voz cargada de súplicas.
El Señor se digna escucharme;
por eso lo invocaré mientras viva.
Los lazos de la muerte me envolvieron,
y me angustié al verme tan cerca del sepulcro;
mi vida era de angustia y de aflicción constante.
Pero en el nombre del Señor clamé:
«Señor, ¡te ruego que me salves la vida!»

El Señor es justo y compasivo;
nuestro Dios es todo bondad.
El Señor protege a la gente sencilla.
Yo estuve muy enfermo, y él me levantó.
¡Alma mía, ya puedes estar tranquila,
porque el Señor me ha tratado con bondad.

Tú, Señor, me libraste de la muerte,
enjugaste mis lágrimas y no me dejaste caer.
Por eso, Señor, mientras tenga vida,
viviré según tu voluntad.

Yo tenía fe, aun cuando dije: 
«¡Es muy grande mi aflicción!»
Era tal mi desesperación, que exclamé:
«¡No hay nadie digno de confianza!»

¿Con qué voy a pagarle al Señor
tantas bendiciones que de él he recibido?
¡Sólo ofreciendo libaciones por su salvación,
e invocando el nombre del Señor!
¡Sólo cumpliendo al Señor mis promesas
en presencia de todo su pueblo!

A los ojos del Señor es muy valiosa
la muerte de quienes lo aman.
Señor, yo soy tu siervo;
mi madre fue tu sierva, y yo también lo soy,
pues me libraste de mis cadenas.
El sacrificio que te ofrezco es mi alabanza;
voy, Señor, a proclamar tu nombre.
Voy a cumplirte mis promesas
en presencia de todo tu pueblo,
en los atrios de tu templo, Señor;
¡en medio de ti, ciudad de Jerusalén!
¡Aleluya!” Amén.

Curiosidades

¿Qué importancia tiene Elías con respecto a los demás profetas?

Se pueden hacer dos observaciones sobre la importancia de Elías. Primero, que sigue la tradición veterotestamentaria de la profecía extática que proviene de los días de Samuel, y también es el precursor de los rapsodistas o profetas escritores del s.VIII. Su nexo con la tradición anterior se ve que, en primer lugar, es un hombre de acción, y sus movimientos determinados por el Espíritu desafían la predicación humana. En el fondo de la obra de Elías siguen existiendo las escuelas de la época de Samuel. Su nexo con los profetas posteriores se basa en su constante esfuerzo por hacer volver a su pueblo a la religión de Moisés, tanto en la adoración de mi Señor como único Dios, como en la proclamación del modelo mosaico de justicia para la comunidad. En ambos sentidos se anticipa los oráculos más completos de Amós y Oseas. Esta defensa de la fe mosaica por parte de Elías se apoya en varios detalles que sugieren un paralelo entre Elías y Moisés. El retorno de Elías a Horeb es bastante evidente, pero también está el hecho de que Elías acompaña y sucede a Eliseo, como en el caso de Moisés y Josué. Este paralelo es bastante notable. No sólo hay un aire de misterio en torno a la muerte de Moisés, sino que su sucesor aseguró la fidelidad de Israel al participar del mismo espíritu que poseía Moisés, y al demostrar su capacidad para el cargo por medio de un cruce milagroso del río. El relato del arrebatamiento reproduce este modelo con bastante precisión. También el hecho de que Dios responde a Elías con fuego en dos ocasiones parece llevarnos de vuelta a la exhibición de la presencia y el juicio de Dios en el fuego en las narraciones del éxodo. No es de extrañar, entonces, que en el pensamiento hagádico judío se considere a Elías como el equivalente de Moisés.
En segundo lugar, se habla de que su ministerio había de ser restablecido “antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”. Se trata de un tema popular en la Misná judía, y era el tópico común de discusión durante el ministerio de Jesús. Jesús indicó que la profecía de Malaquías se refería al ministerio de Juan el Bautista. Elías reaparece personalmente en el monte de la transfiguración.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 8:27-38

“Jesús y sus discípulos fueron entonces a las aldeas de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros más, que alguno de los profetas.» Entonces él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?» Pedro le respondió: «Tú eres el Cristo.» Pero él les mandó que no dijeran nada a nadie acerca de él.
Jesús comenzó entonces a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre sufriera mucho y fuera desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que tenía que morir y resucitar después de tres días. Esto se lo dijo con toda franqueza. Pero Pedro lo llevó aparte y comenzó a reconvenirlo. Entonces Jesús se volvió a ver a los discípulos, y reprendió a Pedro. Le dijo: «¡Aléjate de mi vista, Satanás! ¡Tú no piensas en las cosas de Dios sino en cuestiones humanas!»
Luego llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué puede dar uno a cambio de su alma?
»Si en esta generación adúltera y pecadora alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.»” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

“¿De qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si pierde su alma?”
Se han escrito muchas novelas y se han filmado muchas películas con este tema: la persona que entrega su alma al diablo para conseguir lo que quiere. Una de las historias que más me han impactado es la de Oscar Wilde “El retrato de Dorian Grey”, un joven bello que nunca envejece, vive una vida perversa, pero escondido tiene un retrato que lo muestra tal cual es: un monstruo.
Pero más allá de todas nuestras fantasías, la realidad es que el ser humano sufre un deterioro y una transformación cuando se deja dominar por sus ambiciones, va ganando en poder y prestigio, mientras que su vida se va vaciando de afectos, de paz interior. Porque siempre detrás del poder y la riqueza hay víctimas, personas que para “escalar” son pisoteadas.
En toda carrera y profesión existen las dos opciones: vivir la vocación al servicio o lograr una vida llena de lujos y derroche a costa del abuso. Porque en todo esto hay una gran realidad, y es que el mundo es como una gran torta en donde si alguien toma una gran porción, a otro le va a faltar. Por eso es que si uno gana todo el mundo, todos los demás se quedarán sin nada, pero la persona que en su ambición acumula en demasía, al mismo tiempo se vacía de sí mismo, porque pierde la sensibilidad y con ella la capacidad de amar.
La pregunta que siempre nos debemos hacer ante las oportunidades que se nos presentan es ¿en qué me afecta esto en mi ser profundo, en mis principios cristianos/éticos? ¿de qué manera esto me ata o me enreda en cosas que no deseo? ¿qué hay detrás de esta oferta tan tentadora y cómo quedo yo después de todo esto?
Vender el alma es quedarse vacío, perder la capacidad de ver la belleza de o sencillo, de lo cotidiano, de amar libremente y ser correspondido.
La ambición desmedida, las riquezas desmedidas, al mismo tiempo me llevan a vivir con miedo a que me lo quiten, a sufrir violencia y extorción por parte de aquellos que me envidian y que al igual que yo no tienen límites a la hora de la codicia.
Hay dos caminos, y no siempre el que parece más tentador es el mejor para transitar. Generalmente el camino que más parece un sendero es el que nos conviene tomar, con propuestas concretas y posibles, sin alejarnos demasiado de la pobreza, porque ahí es donde nuestra espiritualidad se alimenta y en donde nos enriquecemos para la vida, sin temores, sin desconfianza.
Hay dos caminos, y somos nosotros los que elegimos. Pensalo. Amén.

Querido Jesús: vos dijiste “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”, yo quiero seguirte a pesar de que no sea tan fácil el camino. Ayudame a decirle no a las propuestas que se me presentan y que parecen una oportunidad para vivir mejor. Dame la capacidad para descubrir cuáles son las cosas que pueden hacerme daño a mí y a las demás personas. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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