viernes, 10 de septiembre de 2010

12 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 51

“Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.
Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado sin cesar está ante mí;
contra ti, contra ti solo he pecado,
lo malo a tus ojos cometí.

Por que aparezca tu justicia cuando hablas
y tu victoria cuando juzgas.
Mira que en culpa ya nací,
pecador me concibió mi madre.

Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo, y seré limpio,
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Devuélveme el son del gozo y la alegría,
exulten los huesos que machacaste tú.
Retira tu faz de mis pecados,
borra todas mis culpas.

Crea en mí, oh Dios, un puro corazón,
un espíritu firme dentro de mí renueva;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.

Vuélveme la alegría de tu salvación,
y en espíritu generoso afiánzame;
enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación,
y aclamará mi lengua tu justicia;
abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza.
Pues no te agrada el sacrificio,
si ofrezco un sacrificio no lo aceptas.
El sacrificio a Dios es un espíritu arrepentido;
un corazón arrepentido y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
¡Favorece a Sión en tu benevolencia,
reconstruye las murallas de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios justos,
- sacrificio y oblación entera –
se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.” Amén.

Curiosidades

¿Quiénes eran los publicanos?
El término publicano significa cobrador de impuestos o de aduana por cuenta de los romanos, empleado por un arrendatario o contratista. Ya en el año 212 a.C. había en Roma una clase de hombres que concertaba contratos estatales de diversos tipos. Estaban estrechamente relacionados con la orden ecuestre, y eran apoyados por ella; y en fecha posterior actuaron en una cantidad de provincias, donde sus tareas incluían el cobro de diezmos y de diversas tasas directivas. El sistema se prestaba mucho para el abuso y aparentemente los publicani se prestaron a la extorsión y las prácticas deshonestas desde el principio, de modo que, si bien el gobierno controlaba los excesos más groseros, y en algunos casos llevó a la justicia a los culpables, en general el cargo adquirió la mala reputación que conocemos. Cicerón consideraba vulgares las ocupaciones de los funcionarios de aduanas a causa del odio que despertaban.
A menudo los contratistas centrales no eran de las provincias cuyos impuestos recaudaban, aunque nada impedía que fueran nativos, y podían contratar subcontratistas nativos. Los recolectores generalmente provenían de la población local, porque era necesario conocer a las personas de la localidad y sus modalidades a fin de evitar el engaño. Sus prácticas generalmente extorsivas los convertían en una clase especialmente odiada y despreciada. Para el judío estricto, sin embargo, esta actitud tan natural de odio se veía agravada y alterada en su carácter por la consideración religiosa de que el publicano era ceremonialmente impuro, por su continuo contacto con los paganos, y porque debía trabajar en el día de reposo. Esta impureza, junto con la enseñanza de los rabinos de que sus discípulos no debían comer con esa clase de personas, explica la actitud evidenciada por las expresiones publicanos y pecadores y publicanos y rameras.

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 15:1-32

“Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírlo, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola.
‘¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.’ Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.
‘O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alégrense conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.’ Del mismo modo, les digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.’

Dijo: ‘Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.’ Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
‘Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.’ Y, levantándose, partió hacia su padre. ‘Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.’ Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.’ Y comenzaron la fiesta.
‘Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.’ El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’
‘Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

¡Qué difícil que es alegrarse con la alegría ajena! Sobre todo si sentimos que en medio de todo eso hemos perdido algo. El ver que dos personas se aman y están felices de estar reencontrarse, perdonarse las cosas simplemente, sin mucho protocolo.
Surge la envidia. Ese sentimiento que es como un dolor bien adentro y una voz que me dice que yo merecía más estar en el lugar del otro, el amado, el recibido, el festejado.
La envidia… ¡cuántas veces la sentimos, cuántas veces me movió para perjudicar al otro!
Es fácil, meter algo de púa, hacer llegar algún chisme, algún comentario, buscar cortar esa felicidad, esa alegría.
La envidia, una caries que corroe que al tiempo que dañamos al otro, también nos dañamos a nosotros mismos. Porque la envidia también hace daño al que la siente, porque dentro de su corazón nace lo peor de la persona, los sentimientos más oscuros.
Encima, ese sentimiento tan cruel nace sin motivo, porque los logros de otra persona, el amor de otra persona de ninguna manera me puede perjudicar a mí, por eso debería poder alegrarme por el otro… pero ese sentimiento egoísta de creer que soy yo quien merece estar ahí, opaca y apaga algo tan hermoso como lo es el alegrarme por el otro, estar feliz de su regreso (aunque se haya ido en condiciones algo complicadas), el alegrarse con la alegría del otro.
La envidia, sentimiento que corroe, pero que podemos aplacar, no dejar aflorar: ése es el desafío. Cuando sientas que se quiere apoderar de tu corazón, ¡sacala corriendo! ¡no permitas que se instale! Decite muy dentro ¿Por qué no puedo alegrarme por este o aquel? ¡Qué lindo cuando la felicidad se hace presente aunque de manera indirecta, aunque no sea yo el centro de esta historia!... ya me va a tocar.
La lucha contra el sentimiento de la envidia no se termina nunca, porque es inherente al ser humano, pero se puede vencer con el amor. Es un ejercicio diario que nos hace bien y nos libera. Probá a hacerlo, te vas a sentir mejor. Amén.

Querido Dios, ayudame a aceptar que no siempre soy la protagonista de la historia, que a veces me toca ser un personaje secundario, pero tan importante como cualquier otro. Para una historia hacen falta todos los personajes. Ayudame a entender y a aceptar esto para que no surja la envidia en mi corazón, líbrame de ella, te lo pido a vos que junto a Jesús, tu Hijo y el Espíritu Santo reinan por toda la eternidad. Amén.

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