viernes, 11 de marzo de 2016

13 de Marzo

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 126

“Cuando mi Señor hizo volver a los cautivos de Sión,
como soñando nos quedamos;
entonces se llenó de risa nuestra boca
y nuestros labios de gritos de alegría.

Entonces se decía entre las naciones: ¡Grandes cosas
ha hecho mi Señor con éstos!
¡Sí, grandes cosas hizo con nosotros mi Señor,
el gozo nos colmaba!

¡Haz volver, mi Señor, a nuestros cautivos
como torrentes en el Négueb!
Los que siembran con lágrimas
cosechan entre cánticos.

Al ir, va llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando
trayendo sus gavillas.” Amén.

Curiosidades

¿Qué decía la Ley de Moisés con respecto al adulterio?

En el libro de Levítico, uno del los cinco libros de la ley judía, también conocidos como Pentateuco o Torah, en el capítulo 22, versículos del 13 al 28, aparecen diferentes casos que tienen que ver con el adulterio o con engaños y abusos en las relaciones entre hombres y mujeres. Escuchemos, entonces lo que dice la ley de los tiempos de Jesús:
“Si un hombre se casa con una mujer, y después de llegarse a ella, le cobra aversión, le atribuye acciones torpes y la difama públicamente diciendo: "Me he casado con esta mujer y, al llegarme a ella, no la he encontrado virgen, " el padre de la joven y su madre tomarán las pruebas de su virginidad y las descubrirán ante los ancianos de la ciudad, a la puerta.
El padre de la joven dirá a los ancianos: "Yo di mi hija por esposa a este hombre; él le ha cobrado aversión, y ahora le achaca acciones torpes diciendo: "No he encontrado virgen a tu hija." Sin embargo, aquí tenéis las señales de la virginidad de mi hija", y levantarán el paño ante los ancianos de la ciudad. Los ancianos de aquella ciudad tomarán a ese hombre, le castigarán, y le pondrán una multa de cien monedas de plata, que entregarán al padre de la joven, por haber difamado públicamente a una virgen de Israel. El la recibirá por mujer, y no podrá repudiarla en toda su vida.
Pero si resulta que es verdad, si no aparecen en la joven las pruebas de la virginidad, sacarán a la joven a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido una infamia en Israel prostituyéndose en casa de su padre. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti.
Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos: el hombre que se acostó con la mujer y la mujer misma. Así harás desaparecer de Israel el mal.
Si una joven virgen está prometida a un hombre y otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella, los sacarán a los dos a la puerta de esa ciudad y los apedrearán hasta que mueran: a la joven por no haber pedido socorro en la ciudad, y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti.
Pero si es en el campo donde el hombre encuentra a la joven prometida, la fuerza y se acuesta con ella, sólo morirá el hombre que se acostó con ella; no harás nada a la joven: no hay en ella pecado que merezca la muerte. El caso es semejante al de un hombre que se lanza sobre su prójimo y le mata: porque fue en el campo donde la encontró, y la joven prometida acaso gritó sin que hubiera nadie que la socorriera.
Si un hombre encuentra a una joven virgen no prometida, la agarra y se acuesta con ella, y son sorprendidos, el hombre que acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta monedas de plata; ella será su mujer, porque la ha violado, y no podrá repudiarla en toda su vida.”

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Juan 8:1-11

“Mas Jesús se fue al monte de los Olivos.
Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?’ Esto lo decían para tentarlo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: ‘Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.’
E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: ‘Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?’ Ella respondió: ‘Nadie, Señor.’ Jesús le dijo: ‘Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más’.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Siempre es más fácil hablar desde afuera.
Siempre es más fácil opinar y discriminar a quien no se conoce, por quien nada sentimos.
Siempre es más fácil atacar a quien no se defiende, al vulnerable, a la minoría…
Pero ¿quién se anima a tirar la primera piedra?
Quien lo hace queda en evidencia, queda al descubierto, pasa de ser del montón a destacarse en el grupo, a sobresalir… claro, eso se olvida una vez que sigue la lluvia de pedradas. Como los destrozos que hacen las turbas políticas o futboleras, una vez que comienza la violencia ¿quién la frena?
Por eso es interesante la actitud de Jesús, pone en evidencia a los hombres que trajeron a la mujer para apedrearla. Esa mujer adúltera que estaba ahí, lista para ser asesinada, pero sin su compañero de pecado… un hombre, como los que la trajeron delante de Jesús.
A pesar del fervor con el que llegaron nadie se animó a nada porque había que tirar esa primera piedra, después de verla temblando en medio de la ronda, sola, vulnerable, como cualquiera de sus mujeres, a las que seguramente amaban.
La mujer adúltera se transformó en la hija, la hermana, la esposa, la amiga, la madre, de esos hombres, ya no pudieron hacer nada. Jesús le dio categoría de persona y eso resultó un espejo para esos hombres sedientos de justicia mal llevada.
Cuántas veces nos ponemos en ese rol, de juzgar, de condenar a las personas que tienen una vida o actitudes diferentes a la nuestra…
Hoy Jesús nos llama a ponernos en el lugar del otro, de ver en las personas que nos rodean seres creados a imagen y semejanza de Dios, igual que nosotros, con sus virtudes y equivocaciones.
Es hora de practicar la misericordia y el amor para que cambiemos el mundo desde nosotros mismos. Amén.

Querido Jesús, quiero aprender de vos esa actitud serena y simple para frenar la violencia que me rodea, ayudame a tener la serenidad y la paz para resolver los problemas que se me presentan. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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