jueves, 12 de febrero de 2015

15 de Febrero

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 32

“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada
y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien mi Señor no culpa de iniquidad
y en cuyo espíritu no hay engaño.

Mientras callé, se envejecieron mis huesos
en mi gemir todo el día,
porque de día y de noche se aumentó sobre mí tu mano;
se volvió mi verdor en sequedades de verano.

Mi pecado te declaré
y no encubrí mi iniquidad.
Dije: «Confesaré mis rebeliones a mi Señor»,
y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

Por esto orará a ti todo santo
en el tiempo en que puedas ser hallado;
ciertamente en la inundación de muchas aguas
no llegarán éstas a él.
Tú eres mi refugio;
me guardarás de la angustia;
con cánticos de liberación me rodearás.

«Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar;
sobre ti fijaré mis ojos.
No seas como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
porque si no, no se acercan a ti.»

Muchos dolores habrá para el impío;
mas al que espera en mi Señor lo rodea la misericordia.
Alégrense en mi Señor y gócense, justos;
¡canten con júbilo todos ustedes los rectos de corazón!”
Amén.

Curiosidades

¿A qué llamaban “lepra” en los tiempos bíblicos?
El término común en el AT que así se traduce sara’at que en la LXX aparece como lepra, la misma voz griega que se utiliza en el NT. Ambos términos “profanos” simples, imprecisos, no específicos, que no tenían la precisión del término moderno de lepra, que en nuestros días indica una infección por la Mycobacterium leprae. Jara’at es primeramente una voz que describe impureza ritual o aquella caracterizada por la presencia de manchas de color. Se empleaba la misma palabra para describir enfermedades cutáneas humanas, la decoloración de la lana, el cuero, el lino, y aun las paredes de las casas, lo que indica que sara’at no puede haber sido (aunque quizá puede haber incluido) la lepra verdadera. La palabra lepra en el NT sólo aparece en los evangelios y se aplica solamente a la enfermedad humana. La prueba de la existencia de inmundicia, sobre la que se basaba el diagnóstico, dependía de la presencia de porciones despigmentadas (pálidas) en la piel humana, o de partes descoloridas u oscuras en la superficie de objetos inanimados. Algunas de las características que describe Levítico 13 y 14 no se presentan en la lepra, y algunos entendidos sugieren otros estados, tales como la erisipela adyacente a una úlcera, la infección que sigue a una quemadura, la tiña o micosis del cuero cabelludo o la barba, la dermatitis pustural, etc. La lepra es un proceso de cambio tan lento que es imposible que pudiese curarse en los siete días de Levítico 13. Es significativo que en Lc.17 diez leprosos fueron limpiados (katharizo), mientras que sólo el que sintió agradecimiento fue sanado (iaomai) y se le dijo que su fe lo había salvado (sozo), lo cual podría referirse a su estado espiritual o simplemente a que realmente había sido “sanado”. No hay indicaciones acerca de la naturaleza de esta “lepra”; es posible que entre ellos haya habido más de un caso patológico.
No cabe duda de que la lepra existía en la India ya para el 600 aC. Aprox. y en Europa ya en el 400 aC. No hay indicaciones claras de que el AT se refiera a ella o, incluso, de que haya existido en los días del éxodo, aunque por cierto existía en la época del NT.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.1229)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Marcos 1:40-45

Vino a él un leproso que, de rodillas, le dijo:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Quiero, sé limpio.
Tan pronto terminó de hablar, la lepra desapareció del hombre, y quedó limpio. Entonces lo despidió en seguida, y le ordenó estrictamente:
—Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.
Pero, al salir, comenzó a publicar y a divulgar mucho el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.” Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Una de las cosas más difíciles para los y las cristianas es seguir y aceptar la voluntad de Dios. Decirle a Dios, “que sea lo que vos quieras, lo que vos creas que es mejor para mí”.
A pesar de que en el Padrenuestro una y otra vez repetimos “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, en nuestras oraciones buscamos convencer a Dios que haga lo que nosotros queremos, lo que nosotros necesitamos y creemos que es mejor para nosotros. Incluso, cuando las cosas no suceden de la forma que esperamos o deseamos, andamos medio enojados o desconcertados porque parecería que Dios no nos escucha.
Pero cuando logramos dejar que Dios actúe, cuando descansamos en él, cuando dejamos que las cosas “fluyan” (como tantas veces decimos), las cosas salen de la mejor forma, las cosas van encajando como un rompecabezas que se va armando suavemente, sin forzar las piezas… pero para ello hay otra cosa que nos toca aprender, y esto es vivir en paciencia.
La paciencia no es una de las cosas muy bien vistas en este mundo de lo inmediato, en donde todo es YA. En donde parece que si no respondemos el mensaje o el correo en este preciso momento, se hace tarde, en donde si leemos el diario de ayer, es como que todo ahí está viejo, en donde la vida se vive corriendo atrás de no sé qué, en vez de un proceso que va desde el nacimiento hacia la muerte, y en donde el tiempo no se pierde, porque todo es experiencia, todo es enseñanza, todo construye a la persona.
Dios nos ha creado con dones, cada uno diferente al otro, pero todos y todas valiosas y únicas. Cada uno de nosotros tenemos una misión, algo que cumplir en esta vida, para lo cual nos vamos preparando desde que llegamos aquí. Por eso son importantes los procesos, por eso es importante descubrir cuál es esa misión, y la única forma es que Dios nos lo diga, de una u otra manera. Y los tiempos de Dios y sus métodos son muy diferentes a los nuestros… y mucho mejores, por cierto.
Hoy Dios te está hablando y te está guiando. Está en vos darle el lugar en tu vida. Amén.

Querido Jesús, me gustaría aprender de vos tu obediencia a Dios, el haber aceptado la misión que te encomendó hasta el final. Vos me mostraste que es posible, que a veces cuesta y duele, pero que el resultado es hermoso. Dame la fortaleza y la sabiduría para descubrir lo que Dios quiere de mí y obedecerlo. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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