viernes, 8 de septiembre de 2017

10 de Septiembre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 95

"Vengan, cantemos gozosos al Señor,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
con acciones de gracias vayamos ante él,
aclamémosle con salmos.

Porque es el Señor un Dios grande,
Rey grande sobre todos los dioses;
en sus manos están las honduras de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, pues él mismo lo hizo,
y la tierra firme que sus manos formaron.

Entren, adoremos, prosternémonos,
¡de rodillas ante el Señor que nos ha hecho!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su pasto,
el rebaño de su mano.

¡Oh, si escucharan hoy su voz!:
«No endurezcan sus corazones como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
donde me pusieron a prueba sus padres,
me tentaron aunque habían visto mi obra.

«Cuarenta años me asqueó aquella generación,
y dije: Pueblo son de corazón torcido,
que mis caminos no conocen.
Y por eso en mi cólera juré:
¡No han de entrar en mi reposo!»" Amén.

Curiosidades

¿Cómo eran las comidas en la Edad Media?

La sociedad medieval comía cerca de dos veces al día: almuerzo, cercano a la hora del mediodía y una merienda ligera. El desayuno era, por razones prácticas, elaborado para muchos trabajadores, niños, mujeres y enfermos, siempre a horas muy tempranas. La mayoría de las personas que sucumbían al desayuno, lo consideraban una práctica débil.

Banquete en la edad media:
Las cenas a altas horas de la noche y los banquetes en los que solía haber considerables cantidades de alcohol eran considerados inmorales. Se consideraban asociados con vicios tales como: apuesta, lenguaje soez, bebida y prostitución, lo que no impedía que incluso miembros importantes de la Iglesia practicaran este tipo de banquetes. Las comidas de rango menor y los aperitivos eran muy comunes a pesar de no estar bien vistos por la Iglesia.
Los menús en la Edad Media se presentaban por servicios y cada servicio constaba de varios platos los cuales se sacaban a la mesa todos a la vez.
Una comida podía constar de 3 ó 4 servicios e incluso más, una de 4 servicios constaba de:
  • Primer servicio:  Capones a la Cameline (Salsa de canela), Gallinas a las hierbas, Coles nuevas y caza.
  • Segundo Servicio: Asado, Pavos reales con apio, Paté de capones, Liebre con vinagre rosado y Capones al mosto.
  • Tercer servicio: Perdiz a la trimolette, Pichones estofados, Paté de caza, Gelatinas y Lesches (Tajadas de carne).
  • Cuarto Servicio: Pasteles, Crema frita, Patés de peras, Almendras dulces, Nueces y Peras.
Los “Servicios” corresponden a diferentes fases de la comida. Los comensales no comen de todos los platos presentados en cada servicio, sino más bien picotean de unos u otros. Después de cada servicio se retira todo de la mesa antes de que llegue el siguiente. Cuando se levantaba la mesa de un servicio y para matar el tiempo muerto entre servicios, actuaban malabaristas, trovadores etc. es lo que se llamaba el “Entremés”. Los platos, especialmente aquellos destinados a las mesas reales, suponían verdaderas obras de arte, recetas refinadas y exclusivas, cocinadas durante horas por decenas de sirvientes que, también en estos siglos, se especializan en las labores culinarias.
El utillaje de las mesas era muy simple hasta el siglo XIV, hay que tener en cuenta que el comedor no existía y para las comidas y celebraciones en una sala adecuada de la casa se montaban tableros sobre caballetes, los tableros se cubrían con lienzos que colgaban del lado de los comensales y servían para limpiarse las manos, la servilleta todavía no se había inventado, era habitual y bien visto comer con tres dedos de cada mano por lo que antes de comer los comensales se solían lavar las manos. Los recipientes raramente eran de vidrio puesto que eran un material caro y lujoso en las mesas medievales, aunque se conocía el plato de madera o estaño, no se utilizaba como tal, para los alimentos líquidos se utilizaba la escudilla y era práctica común el compartir la escudilla con otro comensal, así podemos leer en la nota del Ménagier de París que en una mesa para 16 personas decía “La comida fue para 8 escudillas”. En una novela de Perceforet se dice “Hubo casi ochocientos caballeros sentados a la mesa y no hubo ninguno que no tuviera dama o doncella para su escudilla”.
Para los alimentos sólidos se utilizaba una rebanada de pan como soporte, que en algunas casas se dejaba sobre una base de madera o estaño, (El nacimiento de los salvamanteles), en muchas casas estos “platos paneros” empapados en grasa se depositaban en el “Plato limosnero” para distribuirlos entre los menesterosos.
Las cucharas eran conocidas y utilizadas en la mesa, el tenedor sin embargo no era conocido, el primer país que empezó a utilizarlos fue Italia para comer la pasta.
En cuanto al uso del cuchillo, cada comensal utilizaba el suyo, es decir sus dagas o puñales. Los animales de caza se presentaban enteros y el dueño de la casa o el invitado de más honor los cortaba con su espada. Uno de los mayores honores era el de proporcionar a un invitado el privilegio de trinchar.
La mesa de los reyes y príncipes, se distinguían por la presencia en la misma de una naveta, es decir un cofre con forma de navío, de metal precioso y adornado con pedrería, cerrada con un candado fuera de las comidas, donde se guardaban los utensilios del rey y sobre todo las especias que en la época eran de gran valor.
Los nobles solían beber de sus copas de plata u oro, pero la gente común, aun sentada en comedores reales, lo hacían del jarro, es decir bebían a morro, eso sí antes se limpiaban los labios con el dorso de la mano y nunca bebían con la boca llena.
Los códigos sociales de aquella época hacían difícil para una mujer mantener los estereotipos de permanecer bella, delicada e inmaculada durante el transcurso de una fiesta suntuosa, la mujer del hospedador del banquete comía a menudo en un recinto separado. Pudiendo unirse al banquete cuando ya estaba a su final y los negocios ya se habían tratado.
Los libros de etiqueta que se conservan explican cómo hay que comportarse en la mesa. A continuación figuran algunos buenos consejos:
  • Absteneos de escupir cuando estéis sentados en la mesa.
  • Si os enjuagáis la boca cuando estáis comiendo, no debéis escupir el agua en el plato sino que debéis hacerlo en el suelo y educadamente.
  • Si os sonáis la nariz, acordaos de limpiaros la mano con la manga del vestido, (en la época no existían los pañuelos).
  • No os limpiéis los dientes o los ojos con el mantel.
  • Si hay un servidor de Dios en la mesa tened especial cuidado dónde escupís.
  • No os mondéis los dientes con un cuchillo, una paja o un palo en la mesa.
https://restaurantebeltane.wordpress.com/2012/07/27/alimentacion-y-gastronomia-en-la-edad-media/

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Mateo 18:15-20

"«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.
«Yo os aseguro: todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. «Les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»" Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Siempre digo que el primer grupo de autoayuda de la historia es la comunidad cristiana, que no fue una idea de los seguidores de Jesús, sino del mismo Maestro. Él mismo eligió a un grupo de personas para acompañarlo en la tarea que el Padre le había encomendado, con ellos compartía su vida, no sólo les dejaba un legado. Los primeros cristianos simplemente pusieron en práctica lo mismo que habían vivido junto al Señor.
El texto que hoy compartimos es casi un pequeño manual para saber cómo conducirse ante las situaciones de crisis, en donde alguno de los miembros tenía conductas contrarias al evangelio.
Podemos observar un cuidado mutuo de las partes para que nadie resultara expuesto, pero a la vez, de ser necesario, tomar decisiones drásticas. Y aún así, de ninguna manera significaba una discriminación o difamación de la persona expulsada de la comunidad. Dice el texto: "sea para ti como el gentil y el publicano", que no tiene una connotación negativa, sino clarificadora de la postura de la persona con respecto al mensaje del Evangelio.
Al mismo tiempo el texto presenta la fuerza de la comunidad, ya que aún en la más pequeña, "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos", Dios está presente, y lo que decidan será de inspiración divina.
Ninguna comunidad es perfecta, porque está conformada por nosotros, seres humanos imperfectos, pero al invocar a Dios, él nos da la sabiduría necesaria para que lo que se decida esté iluminada por el espíritu santo.
Si en la comunidad se vive en amor sincero, trabajando en ese amor, no como una sensiblería barata, sino como el mandato de Cristo, que se construye desde el ejercicio diario de ir contra los propios egoísmos, el resultado es maravilloso.
No existe una comunidad perfecta, pero sí una que contiene, acompaña, fortalece y busca siempre que Dios ilumine sus decisiones. Amén.

Querido Jesús, gracias por tus recomendaciones, gracias porque me has enseñado la importancia de vivir en comunidad, porque sólo ahí puedo ir perfeccionandome en esta vida, para ser realmente una discípula tuya. Ayudame a vivir en un amor sincero, que pueda siempre tomar las mejores decisiones, y que nunca me deje llevar por las emociones. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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