Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de
una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las
Escrituras:
Salmo 95
“¡Vengan, aclamemos alegremente a mi Señor!
¡Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación!
¡Lleguemos ante su presencia con alabanza!
¡Aclamémoslo con cánticos!,
porque mi Señor es Dios grande,
el gran Rey sobre todos los dioses.
En su mano están las profundidades de la tierra
y las alturas de los montes son suyas.
Suyo también el mar, pues él lo hizo,
y sus manos formaron la tierra seca.
¡Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación!
¡Lleguemos ante su presencia con alabanza!
¡Aclamémoslo con cánticos!,
porque mi Señor es Dios grande,
el gran Rey sobre todos los dioses.
En su mano están las profundidades de la tierra
y las alturas de los montes son suyas.
Suyo también el mar, pues él lo hizo,
y sus manos formaron la tierra seca.
Vengan, adoremos y postrémonos;
arrodillémonos delante de mi Señor, nuestro hacedor,
porque él es nuestro Dios;
nosotros, el pueblo de su prado
y ovejas de su mano.
arrodillémonos delante de mi Señor, nuestro hacedor,
porque él es nuestro Dios;
nosotros, el pueblo de su prado
y ovejas de su mano.
Si oyen hoy su voz,
«No endurezcan su corazón, como en Meriba,
como en el día de Masah en el desierto,
donde me tentaron sus padres,
me probaron y vieron mis obras.
Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
y dije: “Es pueblo que divaga de corazón
y no han conocido mis caminos.”
Por tanto, juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo.»” Amén.
«No endurezcan su corazón, como en Meriba,
como en el día de Masah en el desierto,
donde me tentaron sus padres,
me probaron y vieron mis obras.
Cuarenta años estuve disgustado con la nación,
y dije: “Es pueblo que divaga de corazón
y no han conocido mis caminos.”
Por tanto, juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo.»” Amén.
Curiosidades
¿Cómo eran las sinagogas en los tiempos de Jesús?
Los evangelios hablan de las sinagogas de Nazaret y Capernaum como
lugares en donde ministró nuestro Señor. El apóstol Pablo las encontró en todos
los lugares que visitó: Palestina, Asia menor y Grecia. Según el Talmud, había
que construir las sinagogas en terreno elevado o más alto que las casas que
circundaban. Los indicios arqueológicos confirman esta práctica en Palestina.
Con toda probabilidad se construyeron las sinagogas según el modelo del templo
de Jerusalén. A. Edersheim dice que la disposición interior “es, generalmente,
la de dos columnatas dobles, que parecerían haber formado el cuerpo de la
sinagoga, y las galerías al E y al O probablemente fueron utilizadas como
pasillos. La distancia entre las columnas es muy pequeña, nunca mayor de 3 m”.
Había un arca portátil en la que guardaban los rollos de la Ley y los
Profetas, arca que se encontraba frente a la entrada del edificio. Se llevaba
el arca en procesión en los días de ayuno. Ante el arca y frente a los fieles s
encontraban “las primeras sillas” para los líderes religiosos y las autoridades
de la sinagoga. Se leía la ley desde una bemâ
o plataforma. Se pueden ver las ruinas de tales edificios en Tell Hum
(probablemente en donde se encontraba la antigua Capernaum), Nebartim y otros
sitios. Los restos muestran la influencia de un estilo grecorromano. Los
ornamentos de las sinagogas eran hojas de parra, el candelero de siete brazos,
el cordero pascual y el recipiente del maná. Los asientos ubicados creca del
pupitre desde el cual se leía eran los más honorables. Maimónides dice que
“ponían una plataforma en el medio del edificio, de modo que pudiera subir a
ella el que leía la ley, o el que pronunciaba las palabras de exhortación al
pueblo, y que todos pudieran oírlo”. Los hombres se sentaban aparte de las
mujeres.
La “gran sinagoga” de la tradición puede haber sido organizada por
Nehemías alrededor del 400 aC. Se dice que tenía 120 miembros, que se ocupaban
de estudiar la ley de Moisés y transmitirla. El sanedrín la sucedió. Hay dudas
sobre la existencia de esa gran sinagoga, porque los apócrifos, Josefo, y Filón
no mencionan dicho cuerpo. Sin embargo, el silencio no es concluyente en cuanto
a la existencia de dicho consejo.
(Nuevo
Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.1303)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Marcos
1:21-28
“Entraron en
Capernaúm, y el sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. Y se
admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no
como los escribas. Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu impuro,
que gritó:
—¡Ah! ¿Qué tienes
con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el
Santo de Dios.
Entonces Jesús lo
reprendió, diciendo:
—¡Cállate y sal de
él!
Y el espíritu
impuro, sacudiéndolo con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí,
diciendo:
—¿Qué es esto? ¿Qué
nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus impuros, y
lo obedecen? Muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de
Galilea.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
¿Qué es lo que le da autoridad a una persona?
En realidad hay muchas formas de imponerse, de
poder: el temor, el dinero, la demagogia. Todas estas formas han sido
utilizadas y lo siguen siendo, por los políticos. Pero es una autoridad que no
tiene que ver con el respeto, con la admiración. Tiene que ver con qué medida
afecta a la gente, en qué medida les conviene, cuanto provecho pueden casar o
de qué manera se pueden salvar.
La autoridad verdadera se gana, no se impone. Esto
es muy importante para comprender el concepto que estoy tratando de compartir
con ustedes.
Cuando una persona es coherente entre lo que dice
y lo que hace, cuando se respeta a sí misma y a los demás, va construyendo la autoridad, el respeto de los demás. Es una
autoridad que no busca, sino que gana, que adquiere como consecuencia de su
vida. Es una autoridad que no se pierde en la medida que siga la línea de
conducta que le permitió llegar a ese lugar.
Esta autoridad, si bien le da poder a la persona
que la tiene, no la aprovecha para su propio beneficio, ni hace alarde de ella,
sólo es parte de su vida. Esto es lo que provocó Jesús en sus tiempos, y muchos
líderes como Martin Luther King, Mahatma Ghandi o Nelson Mandela. Personas que
no se embriagaron con esa autoridad ganada.
¡Es tan triste ver cuando una persona se enamora
de sí misma, descubre el poder sobre la gente a partir de su autoridad! Porque
en ese mismo momento se derrumba todo lo construido. Es cuando la persona “se
la cree” como decimos.
Lo que entra el juego en ese momento, el momento
en que pierde la perspectiva y se siente mejor que el resto de la gente, es que
se siente Dios. Deja los principios que lo llevaron a construir su autoridad y
pasa a tratar de eternizarse en ese lugar. Es como que toma conciencia de su
poder y a la vez, inconscientemente siente un placer que no quiere perder. Ese
es el principio del fin.
A Jesús lo admiraban porque hablaba como quien
tiene autoridad, porque era coherente en palabras y obras. Como cristianos y
cristianas somos llamados a ser coherentes también, en la medida de lo posible,
para así tener la autoridad, no relacionada con el poder, sino con el
testimonio de Cristo.
Busquemos ese camino, pidámosle a Dios el camino
de la coherencia, pero a la vez, que el reconocimiento de la gente, si se da,
no nos envanezca y perdamos el rumbo, el centro. Porque ese sólo es Cristo
Jesús. Amén.