Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de
una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las
Escrituras:
Salmo
128
“Bienaventurado todo aquel que teme a mi Señor,
que anda en sus caminos.
Cuando comas el trabajo de tus manos,
bienaventurado serás y te irá bien.
Tu mujer será como vid que lleva fruto
a los lados de tu casa;
tus hijos, como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.
Así será bendecido el hombre
que teme a mi Señor.
que anda en sus caminos.
Cuando comas el trabajo de tus manos,
bienaventurado serás y te irá bien.
Tu mujer será como vid que lleva fruto
a los lados de tu casa;
tus hijos, como plantas de olivo
alrededor de tu mesa.
Así será bendecido el hombre
que teme a mi Señor.
¡Bendígate mi Señor desde Sión,
y que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,
y que veas a los hijos de tus hijos!
y que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,
y que veas a los hijos de tus hijos!
¡La paz sea sobre Israel!” Amén.
Curiosidades
¿Por
qué razones se divorciaban los matrimonios en los tiempos de Jesús y cómo era?
El divorcio se practicaba, incluso en Dt.24:1-4
está la ley que lo contempla. Se le daba a la esposa algún tipo de contrato, y
desde ese momento ella estaba libre para volver a casarse.
Los motivos de divorcio están expuestos de manera
muy general, ya que dice “Si el marido encuentra alguna cosa indecente en su
esposa”. Hay dos situaciones en las que se prohíbe el divorcio: cuando el
hombre ha acusado falsamente de infidelidad premarital; y cuando un hombre ha
tenido relaciones con una joven, y el padre de ella lo ha obligado a casarse
con ella.
Una mujer judía no podía divorciarse de su marido,
sólo el hombre podía repudiar a la mujer. Pero sí podía apelar al tribunal por
el trato que le daba su marido, y el tribunal podía obligar al esposo a
divorciarla. Más aún, Jesús podría haber pensado en las leyes griegas y
romanas, según las cuales la esposa podía divorciarse, como lo hizo Herodías de
su primer marido.
Pablo, en su primera carta a los corintios
7:10-16, habla acerca de la situación en donde los paganos se convierten al
Señor, y donde uno de los dos cónyuges no desea ese camino: “no está el hermano
o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso”, dice el apóstol. Con esta
cláusula no sólo tienen la libertad de abandonarse el uno al otro, sino que
significa que también están en libertad para casarse nuevamente.
(Nuevo
Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.880)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Marcos
10:1-16
“Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del
Jordán. Y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como
solía. Se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarlo, si era
lícito al marido repudiar a su mujer. Él, respondiendo, les dijo:
—¿Qué les mandó Moisés?
Ellos dijeron:
—Moisés permitió dar carta de divorcio y
repudiarla.
Respondiendo Jesús, les dijo:
—Por la dureza de sus corazones les escribió este
mandamiento; pero al principio de la creación, hombre y mujer los hizo Dios. Por
esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y
los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
En casa volvieron los discípulos a preguntarle
sobre lo mismo, y les dijo:
—Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con
otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se
casa con otro, comete adulterio.
Le presentaban niños para que los tocara, pero los
discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se
indignó y les dijo:
—Dejen a los niños venir a mí, y no se lo impidan,
porque de los tales es el reino de Dios. De cierto les digo que el que no
reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Y tomándolos en los brazos, ponía las manos sobre
ellos y los bendecía.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
Desde que estoy en esta congregación, ya casi 8
años, sólo he celebrado dos bendiciones nupciales. Esto me llama la atención
porque no es que la gente no viva en pareja, es porque las parejas no se casan
¡y menos todavía, buscan la bendición de Dios!
Esto mismo me ha llevado a reflexionar acerca de la
falta de compromiso, o el temor de asumirlo formalmente o a separarse, miedo al
divorcio ¡cómo si al no casarse la separación, el fracaso de la pareja, fuera
menos dolorosa!
Pero a la vez siento que tiene que ver con nuestra
sociedad de consumo y el mundo de lo descartable. Por si no funciona, no asumo
totalmente el compromiso, y busco otro, busco otra. La pareja no como una
construcción, un proyecto de vida en donde hago un ejercicio del amor, en donde
busco amar incluso aquello que no comparto, que no me agrada o que me irrita de
la persona con quien comparto mi vida.
No se trata de soportar cueste lo que cueste para
seguir una vida juntos, sino de aprender que la convivencia no siempre es tan
espectacular, pero a la vez es lo más maravilloso que Dios nos ha dado.
Amar al otro, a la otra, en las buenas y en las
malas, pero también que me amen en las buenas y en las malas. El problema es
que la única forma de conocer esta experiencia es viviéndola y permaneciendo
juntos. No apurándonos a descartar al otro… o que nos descarten.
El filo es muy fino, porque también es bueno que
dos personas que ya no tienen nada que ver, se separen y siga cada uno su camino.
Por eso es tan importante que Dios nos acompañe y nos guíe en este proceso,
para que nos equivoquemos lo menos posible.
El amor de los niños es incondicional, no tienen
miedo al mal olor, a la suciedad, a la enfermedad, ellos aman, simplemente, y
se juegan por quien aman. De ellos tenemos que aprender. Tenemos mucho que
aprender de los niños, por su capacidad de amar, de perdonar, de vivir cada
momento como único, de disfrutar y de no dejarse llevar ni por los comentarios
de los demás, ni por un mal día o un mal tiempo. Amén.
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