Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de
una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las
Escrituras:
Lucas 1:46-54
“«Engrandece mi alma al Señor
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la bajeza de su sierva,
pues desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones,
porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso.
¡Santo es su nombre,
y su misericordia es de generación en generación
a los que le temen!
Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes
y a los ricos envió vacíos.
Socorrió a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia.”
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la bajeza de su sierva,
pues desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones,
porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso.
¡Santo es su nombre,
y su misericordia es de generación en generación
a los que le temen!
Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes
y a los ricos envió vacíos.
Socorrió a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia.”
Amén.
Curiosidades
¿Quién era Juan el Bautista?
Nació alrededor del año 7 a.C., de una pareja ya entrada en años, el
sacerdote Zacarías y su esposa Elisabet, y se crió en el desierto de Judea,
donde recibió su llamamiento profético alrededor del año 27 d.C. la teoría de
que pasó ese período en el desierto en relación con la comunidad de Qumrán u
otro grupo esenio similar debe tomarse con cuidado; aún si pudiéramos probarlo,
fue un nuevo impulso lo que llevó a “preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto”, y su ministerio profético debe de haber comprendido una ruptura con
cualquier grupo esenio o similar con el que pudiera haberse relacionado anteriormente.
Cuando el espíritu de profecía descendió sobre él rápidamente ganó fama como
predicador que llamaba al arrepentimiento nacional. Multitudes acudieron a
escucharlo, y muchos fueron bautizados por él en el Jordán, confesando sus
pecados.
Su actitud hacia el orden establecido en Israel fu de una radical
condena: “el hacha”, dijo, “está puesta en la raíz de los árboles”. Denunció a
los jefes religiosos del pueblo como generación de víboras, y negó validez al
simple hecho de descender de Abraham. Era necesario un nuevo comienzo; había
llegado el momento de sacar de la nación en general un remanente leal que
estuviera listo para la inminente llegada del que venía y del juicio que
llevaría a cabo. Juan pensaba, y decía, de sí mismo, que era simplemente uno
que había venido para preparar el camino de aquel que iba a llegar, y agregó
que era indigno de llevar a cabo el más insignificante de los servicios.
Mientras que el propio ministerio de Juan se caracterizó por el bautismo con
agua, el del que vendría sería un bautismo con el Espíritu Santo y con fuego.
(Nuevo
Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág. 741)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Juan
1:6-8.19-28
“Hubo
un hombre enviado por Dios, el cual se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la
luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz...
Éste es el
testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y
levitas a preguntarle:
—¿Quién eres tú?
Él confesó y no
negó. Confesó:
—Yo no soy el
Cristo.
Y le preguntaron:
—¿Qué, pues? ¿Eres
tú Elías?
Dijo:
—No soy.
—¿Eres tú el
Profeta?
Y respondió:
—No.
Entonces le
dijeron:
—¿Quién eres?
Tenemos que dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo:
—Yo soy “la voz de
uno que clama en el desierto: Enderecen el camino del Señor”, como dijo el
profeta Isaías.
Los que habían sido
enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron
diciendo:
—¿Por qué, pues,
bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?
Juan les respondió
diciendo:
—Yo bautizo con
agua, pero en medio de ustedes está uno a quien ustedes no conocen. Éste es el que viene después de mí, quien es antes de mí, del cual
yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Estas cosas
sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.”
Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
Cada persona nace en este mundo con una misión,
por algo Dios ha permitido su nacimiento.
Esta misión está directamente relacionada con los
dones con los que nacemos. Hasta a la persona con mayor discapacidad Dios le ha
encomendado una misión, pero depende de uno o de una descubrir cuál es.
Aunque nos parezca increíble no hay misiones
pequeñas, cada mandato es importante y provoca un cambio. Por eso también es
importante el tener autoestima, lograr valorarse desde lo que uno es y no
compararse con nadie.
Siempre digo que las grandes cosas, los grandes
cambios o transformaciones están en la vida cotidiana. Es la vida cotidiana la
que lleva a la humanidad hacia un camino u a otro. Los grandes personajes son
importantes, claro, pero no son nada sino hay personas que a través de sus
convicciones van transformando la vida, el entorno, los códigos. También
podemos llamar responsabilidad a la misión. Cada uno de nosotros somos
responsables por nuestra vida y por las que afectamos de una u otra manera.
Cada uno de nosotros estamos involucrados con las
generaciones venideras así como las generaciones pasadas gestaron lo que hoy
estamos viviendo, consciente o inconscientemente. Por eso cuando muchas
personas adultas critican a los jóvenes, es importante que asuman la
responsabilidad que les compete, porque los jóvenes son el fruto de lo que
nosotros construimos.
Alejandro Lerner dice en una canción “cambiar el mundo empieza
por ti, empieza por mí”, si no nos gusta cómo es nuestra sociedad hoy, somos
nosotros mismos los que podemos y debemos darle el giro necesario.
Dios creó al mundo perfecto, todo a su tiempo y
cada cosa en su lugar, todas las creaturas entretejidas en lo que denominamos
ecosistema. Los que desequilibramos todo somos nosotros, los seres humanos. Por
eso es importante escuchar a Dios y comprender qué es lo que debemos hacer para
volver a la armonía, al equilibrio, a la paz. Cada uno desde sus dones, sus
capacidades, en su lugar y a su tiempo. Amén.
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