Cada
latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios,
escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
Salmo 14
“El necio ha dicho
en su corazón: “No hay Dios.”
Todos se han corrompido, han cometido hechos detestables;
No hay quien haga el bien.
Todos se han corrompido, han cometido hechos detestables;
No hay quien haga el bien.
El Señor ha mirado desde los cielos sobre los hijos de los hombres
Para ver si hay alguien que entienda,
Alguien que busque a Dios.
Para ver si hay alguien que entienda,
Alguien que busque a Dios.
Pero todos se han
desviado, a una se han corrompido;
No hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.
No hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.
¿No tienen
conocimiento todos los que hacen perversidad,
Que devoran a mi pueblo como si comieran pan,
Y no invocan al Señor?
Que devoran a mi pueblo como si comieran pan,
Y no invocan al Señor?
Allí están
temblando de miedo,
Pues Dios está con la generación justa.
Del consejo del afligido ustedes se burlarían,
Pero el Señor es su refugio.
Pues Dios está con la generación justa.
Del consejo del afligido ustedes se burlarían,
Pero el Señor es su refugio.
¡Oh, si de Sion
saliera la salvación de Israel!
Cuando el Señor restaure a Su pueblo cautivo,
Se regocijará Jacob y se alegrará Israel.” Amén.
Cuando el Señor restaure a Su pueblo cautivo,
Se regocijará Jacob y se alegrará Israel.” Amén.
Curiosidades
Para la mayor
parte de cristianos, el último libro de la Biblia es uno de los menos leídos y
más difíciles. Algunos pasajes del mismo son muy conocidos y apreciados; pero
en general los lectores modernos lo encuentran ininteligible. Esto se debe en
gran parte a que abunda en simbolismos de un tipo que no se emplea actualmente,
y cuya clave ya no poseemos. Y sin embargo, este tipo de imágenes era
fácilmente comprensible para la gente de la época. Esto explica en parte
nuestras dificultades. El autor podía suponer que sus lectores detectarían las
alusiones, y en consecuencia no se sentía obligado a ofrecer explicaciones.
Este libro
pertenece a la literatura llamada apocalíptica. Es el único libro de este tipo
en el Nuevo Testamento, aunque hay pasajes apocalípticos en otros libros, y las
visiones de Daniel en el Antiguo Testamento pertenecen a la misma clase. Es
característica de la literatura apocalíptica la noción de que Dios es soberano,
y que finalmente intervendrá de manera catastrófica para hacer prevalecer su
voluntad buena y perfecta. A él se oponen las poderosas y variadas fuerzas del
mal, las que usualmente se representan simbólicamente como bestias, cuernos,
etc. hay visiones; los ángeles hablan; hay choques entre fuerzas portentosas; y
finalmente los santos que han sido perseguidos son reivindicados. Buena parte
de todo esto es convencional (razón por la cual los primeros lectores del
Apocalipsis lo entenderían tan fácilmente), pero en manos de muchos entusiastas
se convirtió en fuente de fantasías exageradas y grotescas. La apocalíptica
bíblica es mucho más moderada.
Otra
diferencia entre el Apocalipsis y la literatura apocalíptica común es que en el
primero se da el nombre del autor, mientras que en los escritos apocalípticos
se firmaban generalmente con seudónimos. Sus escritores adoptaban los nombres
de los grandes de la historia y les asignaban sus escritos. Para el propósito
que nos ocupa, es importante tener en cuenta que en este libro el Espíritu
Santo ha hecho uso de una forma literaria reconocida, pero que el libro mismo
no es simplemente una obra apocalíptica convencional, sino que tiene
características propias y es una profecía genuina, como lo indican los primeros
tres versículos.
Evangelio
Desde el
interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos
sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Apocalipsis 1:9-20
“Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en el
padecimiento, en el reino y en
la perseverancia en
Jesús, me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios
y del testimonio de Jesús. Estaba
yo en el Espíritu en el
día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como sonido de trompeta, que
decía: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso,
Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.”
Entonces me volví para ver de
quién era la
voz que hablaba conmigo, y al volverme, vi siete candelabros de oro. En medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que Le
llegaba hasta los pies y ajustado
por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y Sus cabellos eran blancos como la blanca lana, como la
nieve. Sus ojos eran como una llama de fuego. Sus pies se parecían al bronce brillante cuando se le ha hecho refulgir en el horno, y Su voz como el ruido
de muchas aguas. En Su
mano derecha tenía siete estrellas, y de Su boca salía una espada aguda de dos
filos. Su rostro era
como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
Cuando Lo vi, caí como
muerto a Sus pies. Y El puso Su mano derecha sobre mí, diciendo: “No temas, Yo soy el Primero y el Ultimo, y el que vive, y estuve muerto. Pero ahora estoy vivo por los siglos de
los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades (región de los
muertos). Escribe, pues, las cosas
que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de éstas. En cuanto al misterio de las siete estrellas que viste en Mi mano derecha y de los siete
candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles (mensajeros) de las siete iglesias, y los siete candelabros
son las siete iglesias.” Amén.
Los
textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos
podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Es
difícil hablar o escribir acerca de Cristo, de lo que significa en nuestras
vidas a las personas que conocemos, que forman parte de nuestras vidas, sea
nuestros vecinos, nuestros compañero de trabajo y mismo a nuestros hermanos y
hermanas de la comunidad de fe.
Es
como que nos resulta entre íntimo y vergonzoso. Es por eso que, salvo que se
trate de alguna dinámica especial en donde la consigna es hablar sobre esto, no
lo hacemos.
Lo
curioso es que todos los textos que encontramos en la Biblia, son testimonios
de la fe de personas que sintieron que era importante contar tu experiencia con
Dios. Nosotros los leemos, los disfrutamos, nos inspiran y nos consuelan…
Hemos
perdido la necesidad y el compromiso de compartir nuestra fe como una forma no
sólo de que otros conozcan a Cristo, que también pueda ser una ayuda y una
alegría para ellos, sino que consideramos que la fe es algo personal y así la
guardamos para nosotros mismos, y a veces, hasta la escondemos…
Pero
hay algo de lo que debemos tomar conciencia, y es que si otras personas no
hubieran sentido que era importante dejar por palabra o por escrito su
experiencia de fe, nosotros no tendríamos la Biblia, la que tanto apreciamos.
Si nuestros antepasados en la fe hubieran tenido nuestra postura, hoy no
tendríamos nada.
Nuestro
Dios, desde la creación siempre ha sido el Dios de la Palabra, el Dios que se
comunica con su pueblo. Jesucristo vino a contarnos quién y cómo es Dios y qué
es lo que espera de nosotros y nosotras. Jesucristo habló y era Dios mismo el
que lo hacía en él. El Espíritu Santo bajó al mundo para darnos palabras para
que el mensaje de Cristo se expandiera hasta el fin de mundo. Y de hecho, así
fue, los cristianos y cristianas estamos diseminados por todo el mundo, a pesar
de que hay lugares en donde somos más y otros muy pocos.
No
se trata de saturar a la gente con el mensaje de Cristo, se trata de seducir,
de que el evangelio, de que esa nueva forma de vivir, cambie el mundo, porque
estamos hablando de paz, de amor, de misericordia, de equidad, justicia, perdón
y reconciliación. Tal vez sea la hora de salgamos de nosotros mismos y nos
animemos a contar quién es Jesús en nuestras vidas y lo mucho que nos sostiene
y alegra cada día. Amén.
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