Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de
una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las
Escrituras:
Salmo
126
“Cuando el
Señor nos haga volver a Sión,
nos parecerá estar soñando.
Nuestra boca se llenará de risa;
nuestra lengua rebosará de alabanzas.
Entonces las naciones dirán:
«¡El Señor ha hecho grandes cosas por éstos!»
Sí, el Señor hará grandes cosas por nosotros,
y eso nos llenará de alegría.
nos parecerá estar soñando.
Nuestra boca se llenará de risa;
nuestra lengua rebosará de alabanzas.
Entonces las naciones dirán:
«¡El Señor ha hecho grandes cosas por éstos!»
Sí, el Señor hará grandes cosas por nosotros,
y eso nos llenará de alegría.
Señor, ¡haz
que volvamos de nuestra cautividad,
y que corramos libres como los arroyos del desierto!
¡Haz que los que siembran con lágrimas
cosechen entre gritos de alegría!
¡Que los que entre sollozos esparzan la semilla,
vuelvan alegres trayendo sus gavillas!” Amén.
y que corramos libres como los arroyos del desierto!
¡Haz que los que siembran con lágrimas
cosechen entre gritos de alegría!
¡Que los que entre sollozos esparzan la semilla,
vuelvan alegres trayendo sus gavillas!” Amén.
Curiosidades
¿Cómo eran los mantos o capas de los que habla La Biblia?
La túnica era una
camisa que se usaba junto al cuerpo. Se hacía de piel,
tela de pelo, lana, lino, y en tiempos modernos usualmente de algodón.
La forma más sencilla era sin mangas, y llegaba hasta la rodilla y algunas
veces al tobillo. La gente "bien" la usaba con mangas y hasta el tobillo,
tanto las mujeres como los hombres las usaban, aun cuando sin duda había una diferencia de estilo y modelo
en lo que ambos usaban. Entre las clases pobres, la túnica era la única prenda
de vestir usada en verano. Las
personas de más alta clase usan solamente la túnica en el
interior de su casa, pero no la usaban sin llevar una vestidura encima cuando
estaban fuera de casa, o cuando recibían alguna persona.
En los tiempos bíblicos
había una túnica más suelta y más larga, que algunas veces se usaba, pero no
por la gente común. En la Biblia aparece como utilizado por los reyes, por los
profetas, por los nobles, y algunas veces por los jóvenes. Algunos eruditos
bíblicos piensan que era un tercer vestido,
es decir, aparte de la túnica acostumbrada y la capa exterior. Pero otros han
pensado de esto como de un manto especial que se usaba sobre la túnica, y ésta
puede haber tomado el lugar de la capa.
Si la túnica no se
sujetaba con un cinto, podía estorbar, no permitiendo andar libremente, así es
que siempre se usa un cinto cuando se sale del hogar para hacer cualquier. Hubo
antes y hay actualmente dos clases de cintos. Uno era la variedad común, hecho
de cuero,
por lo regular de quince centímetros de ancho y equipado con broches. Esta era
la clase de cinto usada por Elías, y por Juan el Bautista. El otro es de una
clase más costosa. Es de lino, aunque algunas veces era de seda o de material
bordado. Es generalmente de ancho, como de una mano. El cinto sirve como un
bolsillo donde se guarda dinero y otras cosas que se necesitan. El
cinto también se usaba para afianzar la espada de la persona a su cuerpo.
El vestido exterior que
los aldeanos palestinos usan, es una larga que serviría a los occidentales de
abrigo. Se fabrica de o pelo de cabra y algunas veces de algodón. Es de color café oscuro de diferentes tonos y con tiras blancuzcas
perpendiculares, como abrigo contra el viento y la lluvia, y como cobertor por
las noches. Es un cuadro más o menos común el ver a un hombre andando en un día caluroso,
llevando su pesada capa. Y si se le pregunta por qué la lleva, su contestación
será, "Lo que resguarda del frío, resguarda también del calor".
Fue este vestido o capa
exterior la que usó Elías para abrir aguas del río Jordán cruzándolo en seco
con Eliseo. Luego, al transportado al cielo, su capa vino a ser propiedad de Eliseo. Los tres jóvenes hebreos
que fueron arrojados al horno ardiendo, estaban ataviados con sus
mantos, así como de sus capas y otro vestido.
La ley de Moisés contenía un mandamiento
explícito acerca de este vestido exterior. Dice la Ley:
"Si tomares una
prenda de vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se la volverás: porque
sólo aquello es su cubierta, es aquel el vestido para cubrir sus carnes, en el
que ha de dormir: y que cuando él a mí clamare, yo entonces le oiré, porque soy
misericordioso" (Ex. 22:26, 27).
La necesidad de este
mandamiento se entiende fácilmente si se sabe cómo el manto se usaba por la
noche. El acostarse por la noche es un asunto muy sencillo para los beduinos y
labriegos. Esteras, alfombras o colchones se usan para acostarse, pero el
huésped no provee nada. Cada persona provee lo propio que consiste en su manto.
Estando su tejido muy apretado, es caliente, y si la persona duerme fuera en el
campo, su abrigo lo resguarda aun de la lluvia
Los judíos siempre
usaban un turbante en público, porque en ciertas estaciones del año es
peligroso en Palestina exponer la cabeza a los ardientes rayos del sol. Este
turbante era hecho de material grueso y se pasaba varias veces en derredor de
la cabeza. Eran algo parecidos a nuestros pañuelos y eran hechos de lino.
Recientemente se fabrican de algodón. El patriarca Job y el profeta Isaías
mencionan el uso de turbantes como tocado.
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Marcos
10:46-52
“Llegaron
a Jericó, y al salir de la ciudad Jesús iba seguido de sus discípulos y de una
gran multitud. Junto al camino estaba sentado un mendigo llamado Bartimeo hijo
de Timeo, que era ciego. Cuando éste supo que quien venía era Jesús de Nazaret,
comenzó a gritar y a decir: «Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» Muchos lo
reprendían para que callara, pero él gritaba con más fuerza: «Hijo de David,
¡ten misericordia de mí!» Jesús se detuvo y mandó que lo llamaran. Los que llamaron al
ciego le dijeron: «¡Mucho ánimo! ¡Levántate, que Jesús te llama!» Arrojando
su capa, el ciego dio un salto y se acercó a Jesús, y Jesús
le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le respondió: «Maestro,
quiero recobrar la vista.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe
te ha salvado.» Y enseguida el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús en el
camino.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
¿Cuántas veces los cristianos mismos somos la
barrera que no permite el acceso de los necesitados a Jesús?
Claman y claman, pero nosotros sentimos en ellos
un estorbo, algo estéticamente feo, que nuestro Señor no merece y que hay cosas
más importantes y bonitas que queremos acercarle.
Una de las cosas que nos gustan mucho son las
celebraciones, los encuentros, esos momentos en donde la belleza y la armonía
son el centro y nos dejan a todos los que estamos ahí, reconfortados y
agradecidos.
Si bien son buenos esos espacios para nuestro
crecimiento, es solo una parte de la vida de fe. Hay otra, algo más oscura y
menos estética, pero que tiene que ver con el compromiso concreto con el que
sufre, y que no puede sernos ajeno si sostenemos que somos cristianos.
Jesús, mientras caminaba aquí en la tierra se relacionó
con todo tipo de personas y se sentó en muchas mesas, algunas abundantes, otras
con lo necesario, pero todas las veces, los anfitriones lo buscaban a él. Y
esto era y es lo que Jesús espera, que toda persona que lo busque tenga acceso
y que no sea discriminada porque no encaja con el “ambiente”.
Cada vez que celebramos la Santa Cena en nuestra
comunidad repetimos las palabras de Jesús: “Vengan
a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y de sus cargas y yo les
daré descanso”, y con ellas expresamos justamente que no se necesita otra
cosa que querer estar con Jesús, no hay que pasar por un derecho de admisión,
ni un examen previo, ni nada.
No seamos nosotros los que impidamos que las
personas busquen en Jesús un descanso, que encuentren junto a él el alivio en
sus vidas. Recibamos a todas las personas que acerquen a nuestra comunidad o a
nosotros, simplemente, así como Jesús mismo lo hizo, preguntando ¿qué están
buscando?
La vida, la fe, el mensaje de Jesús, si se
comparte, se multiplica y crece. Esa es la misión que Cristo nos ha dejado. Amén.
Querido Jesús, a veces elijo a las personas, no
escucho a las que te buscan en mí. Ayudame a ser generosa en la proclamación
del evangelio, a comprender que incluso aquellas personas que me causan impresión
o me repelen tienen derecho a acceder a tu mensaje. Ayudame a comprender que
vos has derramado dones en todas las personas, incluso aquellas que todavía no
lo han descubierto porque han perdido su autoestima. Te lo pido a vos que no
despreciaste al ciego que clamaba por tu ayuda, y que vives y reinas junto al
Padre y al Espíritu Santo. Amén.
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