“¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas
me llegan hasta el cuello!Me hundo en el cieno del abismo,
sin poder hacer pie;
he llegado hasta el fondo de las aguas,
y las olas me anegan.
Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces,
mis ojos se consumen de esperar a mi Dios…
y la vergüenza cubre mi semblante;
para mis hermanos soy un extranjero,
un desconocido para los hijos de mi madre;
pues me devora el celo de tu casa,
y caen sobre mí los insultos de los que te insultan…
La infamia me ha roto el corazón y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay,
consoladores, y no encuentro ninguno.
Veneno me han dado por comida,
en mi sed me han abrevado con vinagre…
Y yo desdichado, dolorido,
¡tu salvación, oh Dios, me restablezca!El nombre de Dios celebraré en un cántico,
lo ensalzaré con la acción de gracias;
y más que un toro agradará a mi Señor,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Lo han visto los humildes y se alegran;
¡vivan sus corazones, los que buscan a Dios!
Porque mi Señor escucha a los pobres,
no desprecia a sus cautivos.
¡Alábenlo los cielos y la tierra,
el mar y cuanto bulle en él!
reconstruirá las ciudades de Judá:
habitarán allí y las poseerán;
la heredará la estirpe de sus siervos,
los que aman su nombre en ella morarán.” Amén.
Curiosidades
¿Qué estaba celebrando el pueblo, que agitaba ramas, cuando Jesús entró montado sobre el pollino?
En diversas culturas y en muchos lugares de la antigüedad, las palmas tenían un significado especial. En Delos, las palmas o palmeras eran los árboles santos de Apolo. En todo el mundo del Mediterráneo eran el símbolo de la vida y la victoria. En Israel se celebraba la fiesta de los Tabernáculos, con limones, palmas, gajos de mirra y rama de sauce. Desde la rededicación del templo de Jerusalén luego la victoria de los macabeos, la palma también era el símbolo de la independencia de Israel y del rey victorioso (véanse citas en 1 y 2 Mac). En la cultura romana, la hoja de palmera era símbolo de la victoria, del triunfo y de la alegría.
La entrada de Jesús a Jerusalén (con variaciones sobre los vegetales en los evangelios: gajos verdes cortados en el campo, gajos de los árboles, ramas de palmera), acompañada por el saludo con esos elementos verdes sería entonces una provocación especial para los romanos. Esto hay confrontado con el burrito, que no es el montado para la guerra, sino el animal para el trabajo, y símbolo de la humildad y el rey de paz según Zac 9,9.
Según los evangelios, el momento en que Jesús hace su entrada “triunfal” a Jerusalén montado sobre un pollino, esto es un burrito, el pueblo de Israel estaba muy cerca de celebrar la Pascua judía. Lo curioso es que la multitud que cantaba Salmos bendiciendo al Señor, agitaba ramas, cosa que no pertenece a la celebración de la Pascua, sino a la de la “enramada” o fiesta de los tabernáculos.
Esta fiesta, que duraba siete días, recordaba el tiempo en que sus padres habían vivido bajo ellas antes de entrar a la Tierra Prometida y al mismo tiempo el pueblo agradecía a Dios por la morada permanente en ella. En el octavo día de la fiesta de los tabernáculos, una procesión pasaba siete veces alrededor del altar, llevando ramas de mirto y palmeras y gritando: "¡Hosanna!" en memoria de la caída de Jericó. Los Salmo que se cantaban eran los mismos que durante la semana de la celebración de la Pascua judía: del 112 al 133.
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Lucas 19:28-40
“Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: ‘Vayan al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontrarán un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desátenlo y tráiganlo. Y si alguien os pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, dirán esto: ‘Porque el Señor lo necesita’.’ Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: ‘¿Por qué desatan el pollino?’ Ellos les contestaron: ‘Porque el Señor lo necesita.’
Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
Decían:
‘Bendito el Rey que viene
en nombre del Señor!
Paz en el cielo
y gloria en las alturas.’
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: ‘Maestro, reprende a tus discípulos.’ Respondió: ‘Les digo que si éstos callan gritarán las piedras’." Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Hay un canto dentro de nuestro cancionero que dice en su estribillo: “Hoy todos gritan ‘¡Hosanna!’ ¿Qué gritará mañana?”
Hoy todos están eufóricos, y a los pocos días, desprecian al que loaban. No es extraño ni nuevo, ni tampoco le ha pasado sólo a Jesús. El ser aclamado por la multitud y a los pocos días, despreciado y solo…
Lo vemos todo el tiempo. A la hora del éxito, los amigos y allegados abundan. Lo vemos en la política, la farándula, incluso en nuestro pequeño entorno: cuando la cosa va bien, son muchos los que rodean a la persona exitosa. Pero… ¿qué pasa cuando la fama se acaba, cuando viene una mala racha, cuando la enfermedad o el desánimo acosan?
No queda nadie… uno se queda solo… y toda esa gloria queda olvidada en algún recuerdo, alguna foto, algún trofeo o diploma…
Sí, cuando la cosa está bien todo el lindo, todo es más fácil, pero menos verdadero, menos auténtico…
Es en los momentos oscuros, en los momentos difíciles en donde se ven los amigos, los que están en las buenas y en las malas. De alguna manera en este relato de los evangelios Jesús nos pone un espejo delante de nuestros rostros y nos muestra tal cual somos: inestables, eufóricos, exitistas y fallutos. No nos gusta perder ni estar con los perdedores.
Hoy, entra triunfante en Jerusalén, y en menos de una semana muere crucificado, solo, entre malhechores, sólo las mujeres los acompañan de lejos…
Pero curiosamente, esto tan propio del ser humano, es posible romperlo, terminar con ello a partir de la resurrección del Señor. La muerte en la cruz y la resurrección son parte de la misma cosa, y también son parte de este reconocimiento, cuando Jesús entra sobre un burrito. Jesús nos dice que podemos romper las estructuras, que incluso podemos romper con aquello que consideramos inherente al ser humano: el sólo estar en las buenas y borrarse en las malas. Él nos enseña que podemos romper con el egoísmo y el egocentrismo para ser fieles y coherentes con nuestros principios. Sólo aceptar que él transforme nuestro corazón voluble para hacerlo firme y fiel. Amén.
Querido Dios, a través de la vida de Jesús me has mostrado cómo soy, con mis aciertos y mis debilidades. Me has puesto un espejo delante para que me vea y para que eso mismo me ayude a cambiar, a ser más firme, más fuerte en mis convicciones, que el miedo no me haga echarme para atrás y pasar la vida observando en vez de actuar. Dame fuerzas, dame valor, dame decisión para ser fiel a mis principios y a mi fe en vos. Te lo pido en el nombre de tu Hijo Jesús y del Espíritu que vive en mí como en todos aquellos que han entregado su vida a Cristo. Amén.
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