Salmo 40
“Pacientemente esperé a mi Señor,
y se inclinó a mí y oyó mi clamor,
y me hizo sacar del pozo de la desesperación,
del lodo cenagoso;
puso mis pies sobre peña
y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca cántico nuevo,
alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos y temerán,
y confiarán en mi Señor.
¡Bienaventurado el hombre que puso en mi Señor su confianza
y no mira a los soberbios
ni a los que se desvían tras la mentira!
Has aumentado, mi Señor, Dios mío, tus maravillas
y tus pensamientos para con nosotros.
No es posible contarlos ante ti.
Aunque yo los anunciara y hablara de ellos,
no podrían ser enumerados.
Sacrificio y ofrenda no te agradan;
has abierto mis oídos;
holocausto y expiación no has demandado.
Entonces dije: «He aquí, vengo;
en el rollo del libro está escrito de mí;
el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado,
y tu Ley está en medio de mi corazón.»
He anunciado justicia en la gran congregación;
he aquí, no refrené mis labios,
mi Señor, tú lo sabes.
No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
he publicado tu fidelidad y tu salvación;
no oculté tu misericordia y tu verdad en la gran congregación.
Mi Señor, no apartes de mí tu misericordia;
tu misericordia y tu verdad me guarden siempre,
porque me han rodeado males sin número;
me han alcanzado mis maldades y no puedo levantar la vista.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza
y mi corazón me falla.
Quieras, mi Señor, librarme;
mi Señor, apresúrate a socorrerme.
Sean avergonzados y confundidos a una
los que buscan mi vida para destruirla.
Vuelvan atrás y avergüéncense
los que mi mal desean.
Sean asolados en pago de su afrenta
los que se burlan de mí.
Gócense y alégrense en ti
todos los que te buscan,
y digan siempre los que aman tu salvación:
«¡Mi Señor sea enaltecido!»
Aunque yo esté afligido y necesitado,
mi Señor pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú.
¡Dios mío, no te tardes!” Amén.
Curiosidades
¿Cómo se usaba la “hora” en los tiempos bíblicos?
La “hora” en la Escritura se usa en un sentido preciso y en un sentido más general.
En un sentido más preciso (que probablemente sea posterior al sentido más general), una hora es igual a una doceava parte del período de luz: “¿No tiene el día doce horas?”. Se contaban desde la salida hasta la puesta del sol, asó como las tres (judaicas) o cuatro (romanas) vigilias en que se dividía el período de la oscuridad se contaban desde la puesta hasta la salida del sol. Ya que tanto la salida como la puesta del sol variaban según la época del año, las horas bíblicas no pueden traducirse exactamente en horas según las marcas de un reloj de nuestros días; y en cualquier caso la ausencia de cronómetros de precisión significaba que la hora del día indicaba en términos más generales que lo que lo hacemos nosotros. No es de sorprender que las horas que más se mencionan sean la tercera, la sexta y la novena. Estas tres se mencionan en la parábola de los obreros de la viña, como también la hora undécima, que se ha hecho proverbial para hacer referencia a la última oportunidad. Los dos discípulos de Jesús de Juan 1 se quedaron con Jesús el resto del día luego de haberlo acompañado hasta la casa, “porque era como la hora décima”, alrededor de las 4 de la tarde, y se hubiera hecho de noche antes de que pudieran terminar su conversación con él. La hora tercera, la sexta y la novena se mencionan en el relato de la crucifixión en los sinópticos. La dificultad de reconciliar la “hora sexta” de Juan 19 con la “hora tercera” de Marcos 15 ha llevado a algunos a suponer que en Juan las horas cuentan desde la medianoche, no desde la salida del sol. La única prueba concreta en relación a esto es insuficiente en comparación con el hecho perfectamente establecido de que los romanos y los judíos por igual contaban las horas desde la salida del sol (El hecho de que los romanos consideraban que el día civil comenzaba con la puesta del sol, no tiene nada que ver con la forma de numerar las horas). La séptima hora de Juan 4 es la 1 de la tarde, la dificultad que pueda representar la referencia a “ayer” en dicho versículo no se resuelve interpretando la hora en forma distinta. En Apocalipsis 8 “media hora” representa el griego hemiorion.
En forma general, la palabra “hora” significa un punto de tiempo bastante bien definido. “En aquella misma hora”, en Daniel 5, significa “cuando el rey y sus invitados estaban en la culminación de su orgía sacrílega”. “En aquella misma hora” en Mateo 8, significa “en el mismo momento en que Jesús le aseguró al centurión que su ruego por la curación de su siervo había sido concedido”. Con frecuencia se hace referencia a alguna ocasión particularmente crítica con el vocablo “hora”. Por ejemplo la hora en que Jesús fue traicionado, la hora de su parusía, con la resurrección y el juicio concomitantes. En Juan el momento señalado para la pasión y glorificación de Jesús se menciona repetidamente como su “hora”. La situación actual es “la hora postrera”, el surgimiento de muchos anticristos indica que Cristo vendrá pronto.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.612 y 613)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Juan 1:35-42
“Al siguiente día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: «¡Éste es el Cordero de Dios!» Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús. Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían, les dijo:
—¿Qué buscan?
Ellos le dijeron:
—Rabí —que significa «Maestro»—, ¿dónde vives?
Les dijo:
—Vengan y vean.
Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron aquel día con él, porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Aquél encontró primero a su hermano Simón, y le dijo:
—Hemos encontrado al Mesías —que significa «Cristo»—.
Y lo trajo a Jesús. Mirándolo Jesús, dijo:
—Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas —es decir, Pedro—.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Hoy día hay muchas personas que andan en la búsqueda de la fe. Van deambulando de aquí para allá en diferentes comunidades de fe, pero también en otros grupos espirituales que buscan contener, a veces con intereses económicos, a tanta gente sin rumbo.
A veces veo personas felices de encontrar una comunidad en estos grupos con chamanes como líderes, con rituales extraños y reuniones a la luz de la luna. Por un lado me alegra, porque en su búsqueda han encontrado lo que creían buscar. Pero a la vez me encuentro con que lo que han encontrado es lo mismo que ya tenían en la comunidad de fe de la que salieron, pero ellos cambiaron en este proceso. Y en realidad en esa insatisfacción que vivían en su espiritualidad también había un preconcepto de la fe cristiana. Esto que hace decir a muchas personas “Creo en Dios y no en la Iglesia”, en la estructura, pero a la vez porque como cristianos siempre hablamos de compromiso concreto, poner el cuerpo.
Personalmente nunca viví esta búsqueda. Tampoco tuve la necesidad de que mis líderes religiosos fueran perfectos. Nunca me afectó encontrar dentro de la Iglesia la hipocresía, el oportunismo, la competencia, porque entendí que si bien es una institución divina, está conformada por nosotros, los seres humanos, que somos imperfectos, y la llevamos adelante con nuestra imperfección. Lo que me convence de este espacio es lo que el Espíritu Santo provoca y logra con nuestras mezquindades y egoísmos, porque Dios sabe cómo hacernos sus herramientas para cumplir su voluntad.
Reconocer a Jesús, decir como Pedro “Hemos encontrado al Mesías, al Cristo”, es la razón principal por la cual soy cristiana, y no quiero salir de esta casa, de este lugar, de esta familia, aunque es verdad que dentro de la Iglesia hay lo mismo que afuera.
También lo hay en los demás grupos, pero muchas veces está envuelta en celofán o tiene una linda cobertura, un buen laqueado… pero seres humanos al fin, con sus virtudes y defectos.
¿Por qué tengo que buscar más si ya en Cristo tengo la paz y la contención, tengo la guía para ir mejorándome cada día como un ejercicio que me mantiene en mi eje? No hay ninguna razón, gracias a Dios he encontrado mi lugar y espero que muchas personas en su búsqueda encuentren a Cristo. Amén.
Querido Jesús, ¡cuánto te agradezco que seas tan hospitalario! Que tengas siempre un lugar para aquella persona que te busca, que busca la paz. Hace ya muchos años que te encontré y no pienso buscar otros rumbos, pero eso no me hace mejor que las demás personas, sólo me da la responsabilidad de ayudar y de servir a quien te necesita y te encuentre en mí, en lo que predico con mi vida. ¡Gracias por tanto amor! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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