Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
Salmo 119 (57-77.127-130)
“… El mi Señor es mi porción;
he prometido guardar Tus palabras.
Supliqué Tu favor con todo mi corazón;
ten piedad de mí conforme a Tu promesa.
Consideré mis caminos,
y volví mis pasos a Tus testimonios.
Me apresuré y no me tardé
en guardar Tus mandamientos.
Los lazos de los incrédulos me han rodeado,
pero no me he olvidado de Tu ley.
A medianoche me levantaré para dar gracias a Ti
por Tus justas ordenanzas.
Compañero soy de todos los que Te reverencian,
y de los que guardan Tus preceptos.
La tierra, oh mi Señor, está llena de Tu misericordia;
enséñame Tus estatutos.
Bien has obrado con Tu siervo,
Oh mi Señor, conforme a Tu palabra.
Enséñame buen juicio y conocimiento,
pues creo en Tus mandamientos.
Antes que fuera afligido, yo me descarrié,
pero ahora guardo Tu palabra.
Bueno eres Tú, y bienhechor;
enséñame Tus estatutos.
Los soberbios han forjado mentira contra mí,
pero de todo corazón guardaré Tus preceptos.
Su corazón está cubierto de grasa,
pero yo me deleito en Tu ley.
Bueno es para mí ser afligido,
para que aprenda Tus estatutos.
Mejor es para mí la ley de Tu boca
que millares de monedas de oro y de plata.
Tus manos me hicieron y me formaron;
dame entendimiento para que aprenda Tus mandamientos.
Que los que Te temen, me vean y se alegren,
porque espero en Tu palabra.
Yo sé, mi Señor, que Tus juicios son justos,
y que en Tu fidelidad me has afligido.
Sea ahora Tu misericordia para consuelo mío,
conforme a Tu promesa dada a Tu siervo.
Venga a mí Tu compasión, para que viva,
porque Tu ley es mi deleite.
Sean avergonzados los soberbios, porque me agravian con mentira;
Pero yo en Tus mandatos meditaré.
Vuélvanse a mí los que Te temen
Y conocen Tus testimonios.
Sea íntegro mi corazón en Tus estatutos,
para que yo no sea avergonzado.
Por tanto, amo Tus mandamientos
más que el oro, sí, más que el oro fino…
… Por tanto, estimo rectos todos Tus preceptos
acerca de todas las cosas,
y aborrezco todo camino de mentira.
Maravillosos son Tus testimonios,
por lo que los guarda mi alma.
La exposición de Tus palabras imparte luz;
da entendimiento a los sencillos…” Amén.
Curiosidades
¿Cómo se vestían los hombres en la Edad Media?
Los tejidos de punto y malla son característicos de la Edad Media, que se inicia en el año 476.
Los bárbaros introdujeron la costumbre del uso de bragas que cubrían las piernas, prendas semejantes a los pantalones, o las calzas, éstas adheridas a la pierna, bordadas y adornadas, ajustadas ambas en las pantorrillas, por medio de correas entrecruzadas. Los nobles las usaban de color rojo. Las túnicas, que antes carecían de mangas o las poseían muy cortas, ahora las anexaron.
Se siguieron usando las capas de lana rectangulares (clámides) adquiriendo mayor amplitud. Los bárbaros usaban generalmente dos tonos de ropa, el lado izquierdo no era del mismo color que el derecho.
El mundo bizantino, aportó su lujo y su nueva variedad de telas. Sobre todo se agregó la seda y los ricos bordados en oro y piedras preciosas. Los flecos y adornos predominaban en sus trajes que poco a poco fueron infiltrándose en la zona occidental, por ejemplo con el uso del manto semicircular, agarrado desde el hombro derecho, ya que no tenía ningún agujero para pasar la cabeza. El manto era símbolo de status, y no sólo para protegerse del frío. Los mantos oscuros simbolizaban que la persona atravesaba un período de duelo.
También con la invasión árabe se comenzaron a utilizar nuevas telas, y en aquellos pueblos que no lograron escapar a su dominio, se impuso su singular vestimenta de anchos pantalones (zaragüelles), el uso de la faja, el turbante y la túnica corta abotonada y ajustada (aljuba).
Cuando los españoles iniciaron la Reconquista, emprendieron la campaña usando la camisa como ropa interior, y luego varias túnicas superpuestas, que terminaban con el rial, ceñido al cuerpo hasta la cintura (jubón) y que luego se ampliaba en volados, que poco a poco fueron dejándose de usar. Era abotonado y decorado con bordados.
Se continuaron usando las túnicas talares, llamadas así porque llegaban hasta los talones, denominadas gonel y encima un sobre-gonel. Éste fue evolucionando, agregándosele un cuello o esclavina recibiendo el nombre de garnacha. Este cuello luego fue descartado, y la prenda se hizo más corta, siendo el antecedente de nuestro gabán.
El pellote era una especie de vestido largo y abrigado ya que se forraba habitualmente con piel de conejo. Las cabezas eran adornadas con sombreros cilíndricos o birretes.
Para la guerra se usaban cotas de malla, sobre túnicas de lana, armaduras, escudos y yelmos de hierro, pues las luchas eran cuerpo a cuerpo, y cinturones para sostener las espadas.
Lee todo en: La Vestimenta de la Edad Media | La guía de Historia http://www.laguia2000.com/edad-media/la-vestimenta-de-la-edad-media#ixzz4hNbJ8pLm
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Mateo 13:44-52
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
“El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
“El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase. Cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
“¿Han entendido ustedes todas estas cosas?” “Sí,” Le dijeron ellos. Entonces Jesús les dijo: “Por eso todo escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
¿Qué es lo más valioso para vos?
Es una pregunta difícil de responder cuando te toman medio por sorpresa.
Yo creo que la fe es lo más valioso que tengo, no porque no considere a mi familia: mis hermanos, mis hijos, mis nietos, por qué no, mis amigos. Lo que pasa es que no son míos, no me pertenecen, cada uno es de la vida, o de Dios (que es lo mismo).
Mi familia forma parte de mis afectos, de mi entorno, de mi contención. Pero sé que los puedo perder, porque ya lo he vivido con la muerte de mis padres. Sé de la ausencia de un ser querido, del dolor que eso produce. Pero por eso mismo sé que la fe en Dios es la que me ha ayudado en el proceso de duelo. Dios me ha traído consuelo, me ha hecho ver lo mucho que me han dejado, y que no han muerto, porque gracias a la victoria de Jesús sobre la muerte, están vivos junto a Dios. La fe en Cristo me ha llenado de esperanza en que los volveré a ver en la eternidad.
Es difícil que una persona que no viva la fe cristiana pueda comprender este concepto, pero, como decía Martín Lutero, son cuestiones de fe y no se pueden discutir. Porque la fe no se discute, se cree o no. Así de simple.
A veces veo con preocupación lo difícil que es una vida sin la fe. Todo es más complicado, más pesado y triste, porque todo depende de la persona, y hay muchas cosas en la vida que son incomprensibles e inexplicables.
Mi fe me da mucha alegría y satisfacción, me hace optimista y con energía para buscar cambiar el mundo desde las pequeñas actitudes.
¿Qué estoy dispuesta a dar a cambio de mi fe?
No me he visto nunca en una situación tan extrema, pero desde la tranquilidad de vivir en un lugar en el mundo en donde convivimos los diferentes credos en paz, diría que doy mi vida. Porque mi vida sin la fe en Jesucristo no tiene sentido. Todo lo demás Dios me lo da por añadidura. Amén.
Querido Jesús, mi tesoro, mi perla, ¡gracias por tu amor, por tu vida, tu muerte y resurrección! Siempre te tengo en mi corazón. Todo te lo debo a vos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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