jueves, 9 de junio de 2016

12 de Junio

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 63

"Dios, tú mi Dios, yo te busco
sed de ti tiene mi alma,
en pos de ti languidece mi carne,
cual tierra seca, agotada, sin agua.

Como cuando en el santuario te veía,
al contemplar tu poder y tu gloria,
- pues tu amor es mejor que la vida,
mis labios te glorificarán -,

así quiero en mi vida bendecirte,
levantar mis manos en tu nombre;
como de grasa y médula se empapará mi alma,
alabará mi boca con labios jubilosos.

Cuando pienso en ti sobre mi lecho,
en ti medito en mis vigilias,
porque tú eres mi socorro,
y yo exulto a la sombra de tus alas;
mi alma se aprieta contra ti;
tu diestra me sostiene.

Mas los tratan de perder mi alma,
¡caigan en las honduras de la tierra!
¡Sean pasados al filo de espada,
sirvan de presa a los chacales!

Y el rey en Dios se gozará,
el que jura por él se gloriará,
cuando sea cerrada la boca de los mentirosos." Amén.

Curiosidades

¿Por qué se creía que Jesús era el profeta Elías?

La forma en que queda expresado el hecho de que Jesús era considerado más que un maestro común, es el término profeta. Jesús reconoció y expresó su comprensión de lo que esto significaba en cuanto a su propia posesión.
Es probable que en algunos casos se empleara el término profeta, no como maestro, sino en su sentido único. Los judíos esperaban el advenimiento de Elías, o de una persona como él, para que hiciera llegar el fin, y especulaban sobre si debían considerar a Jesús o a Juan el Bautista como dicho profeta escatológico o final. Aparentemente hay una confusión sobre este asunto, desde el momento en que Juan negó ser el profeta, mientras que Jesús era, efectivamente Elías.
El pensamiento judío no separaba completamente las figuras de Moisés y Elías. Es probable que Jesús mismo haya considerado su papel como profeta mosaico. No utilizó el título en ese sentido, pero consideraba que él mismo estaba representando nuevamente la obra de Moisés y cumpliendo el papel del profeta que habla en Elías. Utilizó pasajes de Isaías para describir su propia obra en función de una nueva creación de las condiciones paradisíacas del período del éxodo y la peregrinación por el desierto.
Uno de los tópicos comunes entre Elías y Jesús es que su ministerio será restablecido "antes que venga Jehová el terrible", el regreso de Jesús en toda su gloria. Elías reaparece personalmente en el monte en la transfiguración, y se lo menciona en al menos tres ocasiones más.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1° Edición - Ediciones Certeza - pág.695)

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 9:18 - 26

"Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: '¿Quién dice la gente que soy yo?' Ellos respondieron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.' Les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?' Pedro le contestó: 'El Cristo de Dios.' Pero les mandó enérgicamente que no dijeran  esto a nadie.
Dijo: 'El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.'
Decía a todos: 'Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al ser humano haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles." Amén.

Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios, momento de reflexión:

Hace aproximadamente un año, una persona me dijo "toda persona tiene un precio, sólo hay que encontrar la cifra". Esto me enojó mucho, sobre todo por el contexto en que se dio la charla y por quien era la persona. Sucedió después de un examen de confirmación y la persona que me dijo esto, era el padre de uno de los jóvenes que acababan de dar su examen para tomar la confirmación en la mañana siguiente.
Sentí que con un padre con semejantes pensamientos iba a ser muy difícil para el joven caminar en la voluntad de Dios, no ser de este mundo, como dice Jesús... pero seguramente Dios, en su infinita sabiduría sabrá preservar al joven, y tal vez lo utilice a él como herramienta para despertarlo.
De ahí que la pregunta que hoy Jesús hace en el texto que compartimos abre a la reflexión: "¿de qué le sirve al ser humano haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?"
Tal vez en un mundo con una sobrevaloración de lo material y exceso de ambición resulte algo anacrónico. Pero cuando veo tanta gente desesperada, buscando paz, viviendo un sinsentido, tratando de rellenar con cosas los huecos del alma, esta pregunta es absolutamente actual.
Las distintas publicidades apuntan a la plenitud y la felicidad, y me viene a la mente una publicidad de un programa de la tele en donde la que invita a verlo decía: "vas a ser inmensamente feliz por medio hora"... ¡Qué terrible! ¿y después?... el vacío... ¿cómo un viaje en crucero o un cabello brilloso puede hacerme sentir plena? ¿y cuando se termina el viaje o me corto el pelo o se me cae?
Y ahora más: ¿qué soy capaz de hacer para tener o hacer aquello que me promete la felicidad, la plenitud?
Probablemente termine, como dice Serrat "chupando un palo sentado sobre una calabaza", y seguramente (y eso depende a qué aspiro) me pierdo o me arruino, termino sentada en un trono gigante, sin quien celebrar lo que me costó mi integridad.
Nuestros principios, la integridad como personas, es lo que le da el sentido a nuestras vidas, lo demás es efímero, pasajero. La felicidad, la plenitud viene de adentro, como la paz, es una tarea espiritual que debemos realizar cada día y que no se puede comprar ni robar. No tiene un precio, no existe una cifra. Y en todo caso, al menos mi precio ya lo pagó Jesucristo al morir en la cruz, y mi premio es su resurrección, que es la mía también. Amén.

Querido Jesús, ayudame a espantar los malos pensamientos y los espejismos que a cada momento me atormentan. Sé definitivamente que la felicidad y la plenitud la encuentro en vos y en lo que hago en el amor. ¡Gracias por estar siempre! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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