Cada
latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios,
escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
Salmo 34
“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
Continuamente estará Su alabanza en mi boca.
En el Señor se gloriará mi alma;
Lo oirán los humildes y se regocijarán.
Continuamente estará Su alabanza en mi boca.
En el Señor se gloriará mi alma;
Lo oirán los humildes y se regocijarán.
Engrandezcan al Señor conmigo,
Y exaltemos a una Su nombre.
Busqué al Señor, y El me respondió,
Y me libró de todos mis temores.
Y me libró de todos mis temores.
Los que a El miraron, fueron iluminados;
Sus rostros jamás serán avergonzados.
Este pobre clamó, y el Señor le oyó,
Y lo salvó de todas sus angustias.
El ángel del Señor acampa alrededor de los que Le temen,
Y los rescata.
Prueben y vean que
el Señor es bueno.
¡Cuán bienaventurado es el hombre que en El se refugia!
¡Cuán bienaventurado es el hombre que en El se refugia!
Teman al Señor, ustedes Sus santos,
Pues nada les falta a aquéllos que Le temen.
Los leoncillos pasan necesidad y tienen hambre,
Pero los que buscan al Señor no carecerán de bien alguno.
Vengan, hijos, escúchenme;
Les enseñaré el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que desea vida
Y quiere muchos días para ver el bien?
Guarda tu lengua
del mal
Y tus labios de hablar engaño.
Apártate del mal y haz el bien,
Busca la paz y síguela.
Y tus labios de hablar engaño.
Apártate del mal y haz el bien,
Busca la paz y síguela.
Los ojos del Señor están sobre los justos,
Y Sus oídos atentos a su clamor.
El rostro del Señor está contra los que hacen mal,
Para cortar de la tierra su memoria.
Y Sus oídos atentos a su clamor.
El rostro del Señor está contra los que hacen mal,
Para cortar de la tierra su memoria.
Claman los
justos, y el Señor los oye
Y los libra de todas sus angustias.
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón,
Y salva a los abatidos de espíritu.
Y los libra de todas sus angustias.
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón,
Y salva a los abatidos de espíritu.
Muchas son las
aflicciones del justo,
Pero de todas ellas lo libra el Señor.
El guarda todos sus huesos;
Ni uno de ellos es quebrantado.
Pero de todas ellas lo libra el Señor.
El guarda todos sus huesos;
Ni uno de ellos es quebrantado.
La maldad dará
muerte al impío,
Y los que aborrecen al justo serán condenados.
El Señor redime el alma de Sus siervos,
Y no será condenado ninguno de los que en El se refugian.” Amén.
Y los que aborrecen al justo serán condenados.
El Señor redime el alma de Sus siervos,
Y no será condenado ninguno de los que en El se refugian.” Amén.
Curiosidades
“Justificar” es el término forense que significa
“absolver”, “declarar justo”, lo opuesto de “condenar”. Justificar es la acción
del juez. Desde el punto de vista del litigante, en consecuencia, “ser
justificado” significa “conseguir el veredicto”.
En la Escritura, Dios es “el Juez de la tierra”,
y su trato con los seres humanos se describe constantemente en términos
forenses. Lo que Dios requiere de los seres humanos es justicia, o sea
conformidad con su leu, y muestra su propia justicia como Juez al tomar
venganza contra los que no la cumplen. No hay esperanza para nadie si el
veredicto de Dios le es contrario.
Como Dios es Rey, la idea de que él es quien
justifica puede tener un aspecto ejecutivo además del judicial. Como juez
monárquico ideal en Israel, no sólo dictaminará a favor del acusado, sino que
se ocupará de ejecutar activamente el veredicto, mostrando favor hacia él y
habilitándolo públicamente. El verbo “justificar” puede orientarse hacia una u
otra de esas acciones de Dios. Por ejemplo, la justificación de Israel y el
Siervo, que aparece en Isaías 45 y 50, es vindicación pública mediante un
cambio de suerte. La justificación de los pecadores de que habla Pablo, en
cambio, es simplemente un veredicto favorable. Por cierto que Pablo cree que
Dios muestra su favor hacia aquellos que ha absuelto, pero utiliza otros
términos para describirlo (adopción, etc.).
También se usa “justificar” para la atribución de
justicia en contextos no forenses. Se dice que los seres humanos justifican a
Dios cuando declaran que es justo, y a sí mismos al declararse justos ellos
también. Irónicamente, se dice que Jerusalén “justificó” a Sodoma y Samaria al
superarlas en cuanto a pecado. El pasivo puede denotar vindicación por medio de
acontecimientos contrarios a la sospecha, la crítica, y la desconfianza.
Evangelio
Desde el
interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos
sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
2 Corintios 5:17-21
“De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura (nueva creación) es; las cosas viejas pasaron, ahora
han sido hechas nuevas.
Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió con El mismo por medio de
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; es decir, que
Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con El mismo, no tomando en
cuenta a los seres humanos sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros
la palabra de la reconciliación.
Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio
de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios! Al
que no conoció pecado, Lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos
justicia de Dios en El.” Amén.
Los
textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos
podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
En
un mundo en donde el mensaje es el individualismo y la competencia, lo que Dios
nos dice y a lo que nos llama es la reconciliación, es encontrar o volver a la
armonía, a la paz.
Muchas
personas claman por paz, pero no logran siquiera estar en paz consigo mismas. Y
es que el sistema en que vivimos, el capitalismo neoliberal, estimula la
insatisfacción en la gente, en la sociedad, para que busquemos “tapar” nuestra
insatisfacción a través de “cosas”, productos que nos aseguran felicidad,
éxito…
No
estamos conformes con nuestro cuerpo, no encontramos la armonía en él, no nos
gusta nuestra nariz, nuestra cadera, nuestras piernas, nuestro cabello, pero a
la hora de pensar ¿cómo nos gustaría que fuera? Por un lado tomamos modelos que
se nos impone desde las propagandas, desde la tele o el cine internacional, y
también fragmentamos las estrellas: el pelo de Britny Spears, las piernas de
Julia Roberts, la plasticidad de Madonna, y así seguimos, dividiendo...
recortando…
Cuando
hablamos reconciliación nos imaginamos que se trata de que dos personas se han
peleado primeramente y luego se perdonan y reconcilian. Pero no es la única
reconciliación que existe. Cuando no nos aceptamos a nosotros en nuestra
integridad, no nos amamos tal como somos, necesitamos reconciliarnos con
nosotros mismos para encontrar la paz, la armonía.
Lo
mismo nos pasa con nuestra relación con las personas que nos rodean. Muchas
veces somos demasiado criticones y no aceptamos que las personas se equivoquen
o que tengan cosas que no nos gustan tanto, entonces ponemos el dedo en eso y
dejamos de ver todo lo bueno que sí tiene y es esa persona. No hace falta estar
peleado con alguien para que necesitemos una reconciliación, a veces nuestro
problema es nuestra falta de tolerancia, nuestra falta de amor, y de ver que si
nosotros no somos perfectos, la otra persona no tiene porqué serlo.
De
todo esto, sale la agresividad con la que nos movemos lastimando a la gente sin
piedad. Estamos insatisfechos, sentimos que siempre nos falta algo para ser
felices, para encontrar la paz, y alguien tiene que pagarlo, y maltratamos,
criticamos, desvalorizamos.
Dios
nos está llamando que salgamos de esa rueda, nos está diciendo que nos ha
creado y nos ama así como somos, y que Cristo vino al mundo para mostrarnos una
nueva forma de vivir. Dios te llama a que te reconcilies con tu persona, con tu
historia, con tu pasado. Dios te llama para que dejes de mirar lo negativo y te
pierdas de toda la belleza que hay a tu alrededor, para que puedas vivir en
armonía y paz con la gente que te rodea, incluso con aquellas personas que
pasan sólo una vez por ella. Animate, salí de ese círculo que te hace mal a vos
y a los demás, porque la vida es una sola. Amén.
Querido
Jesús, hoy te quiero pedir perdón. Perdón por no ver todo lo bueno que Dios me
ha dado, por no aceptarme como soy y querer ser otra. Ayudame a vivir una vida
en armonía y lograr también transmitir esto a otras personas que viven como yo,
siempre insatisfechas. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
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