Salmo 117
“¡Aleluya!
¡Alaben a mi Señor, todas las naciones,
celébrenle, pueblos todos!
Porque es fuerte su amor hacia nosotros,
la verdad de mi Señor dura por siempre.” Amén.
Curiosidades
¿Qué es un sacramento y por qué los evangélicos protestantes sólo tenemos dos?
Los Sacramentos son actos litúrgicos que las congregaciones realizan en el nombre de su Señor. La Iglesia Católica Romana conoce siete Sacramentos; la Iglesia Evangélica reconoce solamente dos: el Bautismo y la Santa Cena. Por razones bíblicas para nosotros los cinco restantes carecen de este especial valor. Son ellos: la confirmación, la confesión, el sacramento del matrimonio, la ordenación al sacerdocio, y la extremaunción.
La palabra Sacramento significa tanto como "compromiso"; ambos Sacramentos se relacionan con el pacto de Dios en Jesucristo. Nos recuerdan el perdón de los pecados obtenido por la muerte de Jesucristo.
El Bautismo y la Santa Cena recibieron el nombre de Sacramentos porque el Señor mismo ordenó practicarlos y los dejó a su Iglesia. Por eso se pronuncian las palabras de institución en cada Bautismo y Santa Cena.
Ambos Sacramentos tienen una señal visible, el agua en el Bautismo, y pan y vino en la Santa Cena. Por eso se dice a menudo que los Sacramentos son la visible Palabra de Dios. No nos dicen más que lo que expresa la Biblia, sólo cambian el modo de decirlo.
La Palabra de Dios vertida en la Biblia tiene vigencia para toda la gente en todos los tiempos. La Palabra de Dios manifestada en el Sacramento, en cambio, vale individualmente para el que lo recibe. El Bautismo testimonia nuestra inclusión en el pacto de gracia divino. La Santa Cena testifica nuestra permanencia en este pacto de amor.
Por eso, los Sacramentos son para nosotros los signos del amor de Dios; nos permiten participar en las promesas divinas, aunque sin nuestra fe carecen de valor.
Por el Bautismo fue colocada nuestra vida en el sendero de Dios. La Santa Cena nos ayuda a transitar por esta senda.
“Escudo de la Fe” – Manual para el curso de confirmación - Con ligeras actualizaciones, a partir de la de la 5ta. edición en castellano, revisada y ampliada de 1980 - IGLESIA EVANGÉLICA DEL RÍO DE LA PLATA - Realizado en la Parroquia Norte-Bovril en 2004, para su uso interno, pág.38 y 39
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Lucas 13:22-30
“Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’ El les dijo:
‘Luchen por entrar por la puerta estrecha, porque, les digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
‘Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, se pondrán los que estén fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’ Y les responderá: ‘No sé de dónde son.’ Entonces empezarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’; y les volverá a decir: ‘No sé de dónde son ¡Retírense de mí, todos los agentes de injusticia!’
‘Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a ustedes los echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.
‘Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos’.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Una de las cosas que no nos permiten vivir una vida en la fe es el orgullo, es estar llenos de nosotros mismos, es creer que puedo todo lo que me propongo.
Siempre me sorprendo al entrar en una librería que las primeras mesas con la que uno se encuentra son de libros de autoayuda “tú puedes”. Ahí podemos encontrar fórmulas mágicas para el éxito en la vida.
También me sorprende cómo tantas personas están fascinadas con individuos que dan charlas sobre la vida, llenan auditorios, y lo que ofrecen se parecen más a charlas de sobremesa, sin querer menospreciar este espacio familiar y de amigos. A lo que me refiero es que muchas veces no tienen mayor preparación, más bien solo una cara muy dura.
Y la gente repite sus frases, que son trilladas, sin profundidad, y que sólo llevan a una vida para sí mismos, egoísta, protegiéndose de todo dolor, de todo problema, o mala onda o vibra, como dicen hoy día.
Es el discurso apropiado para este tiempo, para una sociedad de consumo y de individualismo, del sálvese quien pueda. No necesito de nadie, yo puedo sola, nadie necesita de nadie, cada cual que se arregle.
Esto es lo que ha llevado al mundo a la situación en la que vivimos: guerra, violencia, explotación y un sistema socioeconómico que nos está destruyendo como humanidad y como planeta. Países poderosos que extraen sin compasión todo lo posible de otros, dejando como consecuencia a millones de personas en la indigencia, en el hambre más extremo. Una naturaleza “que gime”: minería a cielo abierto, fracking, basura radioactiva, río contaminados, mega represas, desertificación por la deforestación, y así podríamos seguir… todo consecuencia de esta vida para nosotros mismos y un endiosamiento del ser humano que una y otra vez vuelve a sentirse Dios o querer ser como Dios... el orgullo… y volvemos al principio, allá en el Edén, con el árbol y la serpiente.
Y en medio de toso esto, Jesús alertando, llamándonos la atención diciendo: “por ahí no es que va la cosa, la onda es entrar por la puerta angosta, no por la grande, la principal”, la onda es una vida en la humildad, en la conciencia de que si no nos salvamos todos juntos vamos a destruir todo esto que Dios nos ha dado para que cuidemos, no para que lo reventemos. Y que si se termina el mundo, nosotros también.
La onda es que nos demos cuenta de nuestra fragilidad, de nuestras limitaciones y que la vida es más vida cuando la construimos juntos, en la conciencia de que estamos en las manos de Dios. Entrar por la puerta angosta, la que me exige que suelte lo que creo que me va a salvar, lo material a lo que tanto me aferro, y entre solo yo, con lo que soy, con lo que Dios me ha dado, mi humanidad.
Si “son pocos los que se salvan” no es el tema, sino luchar por entrar por la puerta angosta, dejando de abrazar lo material para abrazar a nuestros hermanos y hermanas, a la humanidad que necesita que a través de nosotros, seguidores de Cristo, el amor de Dios de haga concreto. Amén.
Querido Jesús, ayudame a percibir la urgencia de este tiempo, el tiempo de la oportunidad. No permitas que me duerma en el letargo o que me deje atrapar por la corriente de esta sociedad materialista e individualista que hemos construido como humanidad. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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