Salmo 100
“¡Aclamen a mi Señor, toda la tierra,
sirvan a mi Señor con alegría,
lléguense ante él entre gritos de júbilo!
Sepan que mi Señor es Dios,
él nos ha hecho y suyos somos,
su pueblo y el rebaño de su pasto.
¡Entren en sus pórticos con acciones de gracias,
con alabanzas en sus atrios,
denle gracias, bendigan su nombre!
Porque es bueno mi Señor,
para siempre su amor,
por todas las edades su lealtad.” Amén.
Curiosidades
¿Qué es la fiesta de la Dedicación?
Se celebraba el 25 de Quisleu, y duraba ocho días; originalmente tenía por objeto celebrar el solsticio de invierno, pero posteriormente conmemoraba la purificación del templo y el altar por Judas Macabeo en 164 a.C., exactamente tres años después de haber sido profanados por Antíoco Epífanes. Su parecido con la celebración de la fiesta de los tabernáculos era deliberada, aunque, a diferencia de las grandes festividades, podía celebrarse fuera de Jerusalén. Su característica principal consistía en encender muchas lámparas, lo que le dio el nombre de fiesta de las luces o Januka (que significa dedicación).
Januka es uno de los dos festivales históricos que han sido instituidos y observados en el judaísmo junto con los festivales bíblicos del Eterno. En el año 168 AC Antiochus Epifanes y los Sirios, que controlaban la Tierra de Israel, pasaron una ley que prohibía los sacrificios del Templo de Jerusalén y en su lugar se deberían establecer altares en los cuales se sacrificaban puercos y otros animales impuros. También se ordenó que el Santo Templo de Jerusalén se convirtiera en un templo pagano. Se prohibió la observancia del Shabbat y los Festivales de la Torah, observar la dieta bíblica, la circuncisión y todas las copias de la Torah deberían ser confiscadas y quemadas. Si un individuo aceptaba públicamente ser de religión judía se le aplicaba la pena de muerte.
En el quince del mes hebreo de Kislev del año judío 3595 (Diciembre del 168 AC) una abominación (ídolo) se erigió en el altar del Templo y se comenzaron a sacrificar puercos diariamente en su honor. El Templo fue profanado y utilizado para efectuar actos masivos de inmoralidad, de acuerdo a la costumbre griega. Mucha gente prefirió la muerte a participar en tales abominaciones.
En aquellos días un hombre llamado Mattityahu hijo de Yojanan, el Sumo Sacerdote decidió marcharse de Jerusalén y se asentó en una ciudad que se encontraba a solo 10 kilómetros llamada Modiín. Un día aparecieron los soldados del rey Antiochus y quisieron forzar al sacerdote a que sacrificara un animal impuro al estilo pagano a cambio de una suma considerable de dinero. El se negó. Sin embargo hubo un renegado que sí aceptó. Al ver la profanación del Nombre de Dios, Mattityahu tomó una espada y no solo mató al renegado sino también a los emisarios del rey Sirio. Entonces Mattityahu se reunió con sus cinco hijos, y proclamó lo siguiente: “¡Todo aquel que sea celoso de la Torah y esté firme en el Pacto, sígame! Así comenzó una revuelta contra los Sirios que duró tres años. A Mattityahu y sus hijos les llamaban Macabeos porque Yehuda le apodaban Maccabi, que en hebreo significa ‘martillo’ ya que era fuerte y consistente como un martillo.
Otra razón por la cual les llamaban Macabeos es porque la palabra Maccabi es un acróstico, es decir, la palabra representa una frase ya que cada letra representa una palabra. Entonces MaCaBi representa: Mi Camoja Ba-eilim Ad-nai /Quién es como Tú, entre los supuestos dioses, oh Dios! Y antes de atacar al enemigo Yehuda y sus compañeros gritaban ésta frase de la Tora.
Finalmente, en el año 165 AC Yehuda Maccabi y su armada de solo 10,000 hombres derrotaron milagrosamente a la armada Siria que consistía de 60,000 hombres de infantería y 5,000 de caballería en la batalla de Bet-Tzur. Después de la victoria y de haber recuperado el Templo de Jerusalén procedieron a limpiarlo, reconstruir lo dañado y a volverlo a dedicar al servicio del único y verdadero Dios de Israel. Esta dedicación o inauguración se le llamó Januca.
Sin embargo, para completar la dedicación necesitaban encender el candelabro de siete brazos del Templo pero encontraron aceite con el sello del Kohen Gadol para un solo día y tardaban siete días más para conseguir aceite apropiado. Pero como siempre hubo diferentes argumentos. Unos querían usar aceite impuro porque era lo único que había, otros no querían encenderla hasta que se obtuviera más aceite.
Finalmente los sacerdotes estuvieron de acuerdo en que la actitud correcta en el servicio de Dios es hacer lo correcto hasta donde uno pueda y lo demás lo proveerá el Eterno si es Su voluntad. Pues así, en el día 25 del mes de Kislev del año 3579 (Diciembre 165 AC) utilizaron el aceite para un día y, milagro de milagros, duró siete días más, hasta que obtuvieron más aceite adecuado para la Menorah. Este es el milagro de Januka y por eso ahora cada año, comenzando el 25 del mes de Kislev, encienden al caer la noche ocho luces o velas, en un candelabro de nueve brazos llamado janukía. El primer día encienden el siervo (la luz o vela que se encuentra sobre las demás y que sirve solo para encender las otras) y una sola luz o vela. El segundo día encienden el siervo y dos luces y así progresivamente hasta llegar a ocho luces y el siervo. Por supuesto que antes y después de encender la janukía dicen las bendiciones apropiadas que giran no solo en torno al milagro del aceite sino principalmente al milagro de la victoria contra la armada más poderosa de aquel tiempo.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.347 y 512)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Juan 10:22-30
“Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Lo rodearon los judíos, y le decían: ‘¿Hasta cuándo vas tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente’. Jesús les respondió:
‘Ya se lo he dicho, pero no me creen.
Las obras que hago en nombre de mi Padre
son las que dan testimonio de mí;
pero ustedes no creen
porque no son de mis ovejas.
Mis ovejas escuchan mi voz;
yo las conozco y ellas mi siguen.
Yo les doy vida eterna
y no perecerán jamás,
y nadie las arrebatará de mi mano.
El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos,
y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre.
Yo y el Padre somos uno’."Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Hay una antigua bendición irlandesa que termina diciendo: “y hasta tanto volvamos a encontrarnos, Dios te guarde en la palma de sus manos”.
¡Qué imagen tan fuerte y hermosa!
Las manos tienen la capacidad de envolver suavemente algo y al mismo tiempo resguardarlo como una fortaleza, como por ejemplo cuando sostenemos un pollito.
Las manos son una herramienta perfecta para sostener, cuidar y proteger. Las manos tienen fuerza, pero son suaves y mullidas, pueden golpear con fuerza y pueden dar la caricia más suave.
Cuando necesitamos hacer algo con cuidado y precisión no hay mejor herramienta que las manos, ya que tienen la sensibilidad para reconocer el límite de la resistencia, y de esa manera no romper lo que se quiere adaptar o acomodar.
Por eso cuando nos pensamos en las manos de Dios, nos da la tranquilidad de que nada ni nadie podrá hacernos daño, que nada podrá destruirnos, que está todo bajo control aunque no nos parezca.
Jesús dice “nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre”, Dios nos sostiene seguro, como un padre o una madre a su pequeño, a su bebé.
En varias culturas, entre ellas las de los pueblos originarios, la madre nunca suelta a su bebé, pero al mismo tiempo no deja de trabajar. Puede hacer de todo con el bebé a cuestas, incluso creo que todas hemos hecho muchas cosas con nuestros bebés en brazos. Mientras trabajamos nunca dejamos de cuidar al bebé.
Dios se ocupa del universo, dirige los hilos del mundo, pero nos sostiene a cada uno a cada una en sus manos ¿no es maravilloso?
Nunca te olvides de esto, te dará seguridad y tranquilidad en los tiempos difíciles. Amén.
Querido Jesús, ¿cómo no agradecerte por el cuidado y la tranquilidad que me transmitís? No tuviste ningún temor de enfrentarte a quienes te condenaron a la muerte, les hablaste con claridad y dureza, mientras que eras vulnerable, eras uno entre nosotros, ¡con cuanta más razón ahora me podrás proteger! Bien decís que estoy en la palma de tu mano… ¡gracias por eso! En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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