Salmo 30
“Yo te alabo, mi Señor, porque me has levantado;
no dejaste reírse de mí a mis enemigos.
Mi Señor, Dios mío, clamé a ti y me sanaste.
Tú has sacado, mi Señor, mi alma del seol,
me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.
Entonen a mi Señor los que lo aman,
alaben su memoria sagrada.
De un instante es su furia, de toda una vida su ayuda;
por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.
Y yo en mi paz decía:
"Jamás vacilaré."
Mi Señor, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas;
mas retiras tu rostro y ya estoy intranquilo.
A ti clamo, mi Señor,
a mi Dios piedad imploro:
¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa?
¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?
¡Escucha, mi Señor, y ten piedad de mí!
¡Sé tú, mi Señor, mi auxilio!
Has cambiado mi lamento en una danza,
me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría;
mi corazón por eso te entonará sin tregua;
mi Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.” Amén.
Curiosidades
Evangelio según San Juan, ¿es todo de la autoría del evangelista o tiene algún agregado?
Dos pasajes de Juan no pertenecen al texto original, y en algunas versiones modificadas se ha colocado en el margen, o se agregan notas aclaratorias. Nos referimos a su encuentro con la mujer adúltera o Pericope de Adulteria, genuina historia sobre Jesús que se ha preservado fuera de los evangelios canónicos, y que ha aparecido en ciertos manuscritos tardíos de Juan; y la explicación sobre el movimiento del agua, que se omite en los mejores manuscritos.
El capítulo 21 plantea un problema especial. Mientas Hoskins afirmaba que formaba parte integral del evangelio original, la mayor parte de los entendidos piensa que fue una adición posterior del autor, o que lo añadió otra mano. El argumento principal es que 20:31 parece ser la conclusión de un libro; además, algunos eruditos encuentran diferencias de estilo entre el capítulo 21 y los capítulos 1-20, pero según Barrett en sí estas diferencias no son decisivas.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.748)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Juan 21:1-19
“Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: ‘Voy a pescar’. Le contestan ellos: ‘También nosotros vamos contigo’. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Les dice Jesús: ‘Muchachos, ¿no tienen pescado?’ Le contestaron: ‘No’. El les dijo: ‘Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán’. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: ‘Es el Señor’, se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Les dice Jesús: ‘Traigan algunos de los peces que acaban de pescar’. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: ‘Vengan y coman’. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres tú?’, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: ‘Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?’ Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis corderos’. Vuelve a decirle por segunda vez: ‘Simón de Juan, ¿me amas?’ Le dice él: ‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’. Le dice por tercera vez: ‘Simón de Juan, ¿me quieres?’ Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: ‘¿Me quieres?’ y le dijo: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Le dice Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’.
‘En verdad, en verdad te digo:
cuando eras joven,
tú mismo te ceñías,
e ibas adonde querías;
pero cuando llegues a viejo,
extenderás tus manos
y otro te ceñirá
y te llevará adonde tú no quieras’.
Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: ‘Sígueme’.” Amén.Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Preparar un fuego para cocinar algo sobre las brasas requiere un cuidado y una atención muy especial. Se elije la leña, se busca lo que se va a asar y se adereza bien. Después de va cocinando con el cuidado de no chamuscarlo ni secarlo, la idea es que quede dorado y jugoso al mismo tiempo, para que exaltar todo el sabor y las características propias de lo que se está asando.
Eso era lo que Jesús estaba haciendo, preparando un delicioso pescado asado para sus amigos.
La imagen es muy fuerte, sobre todo para quienes como idiosincrasia agasajamos con un asado, no importa qué tipo de carne. No se prepara un asado para alguien que no nos cae bien, salvo por obligación.
Nos cuesta relacionar esta imagen con la celebración de la Santa Cena, en primer lugar porque no hay nada asado, pero sobre todo porque el ritual se ha alejado del espíritu con el que Jesús lo instituyó, aquella noche en la que fue entregado y dijo “hagan esto en mi memoria”.
Ahora nos resulta un ritual tan ajeno a nuestra vida que hasta muchos no sienten la necesidad de aceptar la invitación de Jesús ¡muy distinta a sentarse y compartir un asado!
Pero en realidad es eso lo que nos dice una y otra vez “¡vengan a la mesa, la comida está lista! La hice con todo mi amor y dedicación”… y lo dejamos ahí, con la mesa puesta y el asado en el fuego ¿lo haríamos con un amigo, una amiga?
Seguramente que no… o al menos la llamaríamos y pediríamos disculpas.
La comida con amigos y amigas es lo más lindo que hay, lo pasamos bien, charlamos, compartimos la misma comida, nos fortalecemos. Eso mismo pasa cuando compartimos la Mesa del Señor, pensalo, porque más allá de lo que hay en esa mesa, Jesús lo ha preparado especialmente para vos, con su amor, con su muerte y resurrección. Amén.
Querido Jesús, gracias por invitarme una y otra vez a tu Mesa, gracias por prepararla con tanto amor y dedicación, ayudame a recordar esto siempre, en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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