Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de
una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las
Escrituras:
Salmo
130
“De lo profundo, mi Señor, a ti clamo.
Señor, oye mi voz;
estén atentos tus oídos
a la voz de mi súplica.
Señor, oye mi voz;
estén atentos tus oídos
a la voz de mi súplica.
Jah, si miras los pecados,
¿quién, Señor, podrá mantenerse?
Pero en ti hay perdón,
para que seas reverenciado.
¿quién, Señor, podrá mantenerse?
Pero en ti hay perdón,
para que seas reverenciado.
Esperé yo en mi Señor;
esperó mi alma,
en su palabra he esperado.
Mi alma espera en mi Señor
más que los centinelas la mañana,
más que los vigilantes la mañana.
esperó mi alma,
en su palabra he esperado.
Mi alma espera en mi Señor
más que los centinelas la mañana,
más que los vigilantes la mañana.
Espere Israel en mi Señor,
porque en mi Señor hay misericordia
y abundante redención con él.
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.” Amén.
porque en mi Señor hay misericordia
y abundante redención con él.
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.” Amén.
Curiosidades
¿Qué es un demonio según la Biblia?
En el AT hay referencias a demonios bajo los nombres de sa’ir y sed. El primer vocablo significa ‘peludo’, y se refiere al demonio
como sátiro. El segundo vocablo es de significado incierto, aunque
evidentemente tiene conexión con una palabra similar. En tales pasajes
prevalece el pensamiento de que las deidades que de tiempo en tiempo servía
Israel no son verdaderos dioses, sino en realidad son demonios. Pero el tema no
reviste gran interés en el AT, y los pasajes que se relacionan con él son
pocos.
Muy distinto es cuando examinamos los evangelios, pues allí hay muchas
referencias a los demonios. La designación más común es daimonion, diminutivo de diamon,
aunque aparentemente no hay diferencia de significado. En los clásicos daimon se usa con frecuencia en sentido
bueno, con referencia a algún dios, o al poder divino. Pero en el NT diamon y diamonion siempre se refieren a seres espirituales hostiles a Dios
y a los seres humanos. Beelzebú es un “príncipe”, de manera que pueden
considerarse agentes suyos. Aquellos que se oponían a su ministerio trataron de
identificarlo con las fuerzas del mal, en lugar de reconocer su origen divino.
En los evangelios hay muchas referencias a personas poseídas por
demonios, dando como resultado una variedad de efectos, tales como la mudez,
epilepsia, la negativa de usar ropa, y el hacer su morada entre las tumbas. A
menudo se dice en la actualidad que estar poseído de demonios era simplemente un
modo en el que la gente del siglo I se refería a las condiciones que hoy
describimos como enfermedad o locura. Sin embargo, los relatos que tenemos en
los evangelios hacen una distinción entre enfermedad y posesión demoníaca.
Tanto en el AT, como en los Hechos y en las epístolas, son pocas las
referencias que encontramos de personas poseídas por demonios. Aparentemente se
trataba de un fenómeno asociado especialmente con el ministerio terrenal de
nuestro Señor. Seguramente debe interpretarse como una violenta oposición
demoníaca a la obra de Jesús.
Los evangelios presentan a Jesús en permanente conflicto con los
espíritus malos. No era cosa fácil echar a tales seres de las personas. Los que
se oponían a Jesús reconocían que lo podían hacer, y también que requería un
poder más que humano para hacerlo. Por esta razón atribuían su éxito a la
presencia de Satanás en él, exponiéndose así a que se les respondiera que
proceder de ese modo no haría sino provocar la ruina del reino del maligno. El
poder de Jesús era el del “Espíritu de Dios” o, como lo expresa Lucas, “si por
el dedo de Dios echo yo fuera los demonios…”.
La victoria que Jesús obtuvo sobre los demonios la compartió con sus
seguidores. Cuando envió a sus doce discípulos “les dio poder y autoridad sobre
todos los demonios, y para sanar enfermedades”. Más adelante, cuando los
setenta volvieron de su misión pudieron informar diciendo, “Señor, aun los
demonios se nos sujetan en tu nombre”. Otros que no eran del círculo íntimo de
los discípulos podían invocar su nombre para echar fuera los demonios, hecho
que causó cierta perturbación a algunos de los integrantes de dicho círculo,
pero no al Maestro.
(Nuevo
Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.347-348)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Marcos
3:20-35
“Volvieron a
casa, y se juntó de nuevo tanta gente que ni siquiera podían comer
pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían:
«Está fuera de sí.»
Pero los escribas que habían venido de Jerusalén
decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera
los demonios.
Y habiéndolos llamado, les hablaba en parábolas:
—¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si
un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y
si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y
si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede permanecer, sino
que ha llegado su fin.
»Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte
y saquear sus bienes, si antes no lo ata; solamente así podrá saquear su casa.
»De cierto les digo que todos los pecados y las
blasfemias, cualesquiera que sean, les serán perdonados a los hijos de los
hombres; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás
perdón, sino que es reo de juicio eterno.
Es que ellos habían dicho: «Tiene espíritu impuro.»
Entre tanto, llegaron sus hermanos y su madre y,
quedándose afuera, enviaron a llamarlo. Entonces la gente que estaba
sentada alrededor de él le dijo:
—Tu madre y tus hermanos están afuera y te
buscan. Él les respondió diciendo:
—¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados alrededor de
él, dijo:
—Aquí están mi madre y mis hermanos, porque
todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi
madre.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
Es interesante lo que sucede con las personas que
forman parte de una comunidad de fe. Al vivir una misma fe, congregarse en una
comunidad escuchando la Palabra y compartiendo también las alegrías y
tristezas, se va generando un lazo tan fuerte que se forma una familia. Una
familia que nace no por los lazos sanguíneos, sino por la fe en un mismo Dios,
que es nuestro Padre/Madre. La fe como elemento en común que nos ubica en un
lugar diferente al del resto de las personas.
Esto es más notable cuando la persona que llega a
la comunidad no tiene su propia familia cerca, o a veces es solo la familia con
todos los parientes lejos, la comunidad de fe pasa a ser esa familia, acompañándola
en los momentos buenos y malos, y eso es muy lindo.
Al igual que toda relación, la comunidad como
familia es una construcción, tiene que haber una voluntad de las partes y un
deseo sincero de ser parte de ella. A veces esta familia, que es la comunidad,
contiene más a la persona que la propia familia, porque está enfrascada en sus
propios problemas o porque no comparten los intereses y valores, o simplemente
porque están en otra frecuencia o muy ocupados en sus cosas, y es ahí en donde
se ve la importancia de ser parte de una comunidad de fe.
Como Pastora me gusta ver llegar a la gente a
nuestras actividades con la alegría del encuentro, me gusta ver que cuando uno
de ellos se quiebra, porque necesita compartir su angustia, su tristeza, hay
brazos que surge automáticamente para el abrazo sincero. Me gusta sentir la
calidez de la comunidad de la que soy parte, pero a la vez una observadora, una
acompañante, porque la vida de la comunidad es la comunidad.
Esta es la impronta que Jesús nos ha dejado y que
vemos en las palabras de hoy: “Aquí están mi
madre y mis hermanos, porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése
es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Si pertenecés a una comunidad seguramente entendés
lo que estoy compartiendo hoy, y si no, acercate a una comunidad cristiana, a
la que te sientas cómodo y disfrutá agrandando tu familia. Amén.
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