Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de
una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las
Escrituras:
Salmo
22:7-23
“… Todos los que me ven se burlan de mí;
tuercen la boca y menean la cabeza, diciendo:
«Se encomendó a mi Señor, líbrelo él;
sálvelo, puesto que en él se complacía.»
tuercen la boca y menean la cabeza, diciendo:
«Se encomendó a mi Señor, líbrelo él;
sálvelo, puesto que en él se complacía.»
Pero tú eres el que me sacó del vientre,
el que me hizo estar confiado
desde que estaba en el regazo de mi madre.
A ti fui encomendado desde antes de nacer;
desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
No te alejes de mí,
porque la angustia está cerca
y no hay quien me ayude.
el que me hizo estar confiado
desde que estaba en el regazo de mi madre.
A ti fui encomendado desde antes de nacer;
desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
No te alejes de mí,
porque la angustia está cerca
y no hay quien me ayude.
Me han rodeado muchos toros;
fuertes toros de Basán me han cercado.
Abrieron contra mí su boca
como león rapaz y rugiente.
fuertes toros de Basán me han cercado.
Abrieron contra mí su boca
como león rapaz y rugiente.
He sido derramado como el agua
y todos mis huesos se descoyuntaron.
Mi corazón fue como cera,
derritiéndose dentro de mí.
Como una maceta se secó mi vigor
y mi lengua se pegó a mi paladar.
¡Me has puesto en el polvo de la muerte!
y todos mis huesos se descoyuntaron.
Mi corazón fue como cera,
derritiéndose dentro de mí.
Como una maceta se secó mi vigor
y mi lengua se pegó a mi paladar.
¡Me has puesto en el polvo de la muerte!
Perros me han rodeado;
me ha cercado una banda de malignos;
desgarraron mis manos y mis pies.
¡Contar puedo todos mis huesos!
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
Repartieron entre sí mis vestidos
y sobre mi ropa echaron suertes.
me ha cercado una banda de malignos;
desgarraron mis manos y mis pies.
¡Contar puedo todos mis huesos!
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
Repartieron entre sí mis vestidos
y sobre mi ropa echaron suertes.
Mas tú, mi Señor, ¡no te alejes!
Fortaleza mía, ¡apresúrate a socorrerme!
Libra de la espada mi alma,
del poder del perro mi vida.
Sálvame de la boca del león
y líbrame de los cuernos de los toros salvajes.
Fortaleza mía, ¡apresúrate a socorrerme!
Libra de la espada mi alma,
del poder del perro mi vida.
Sálvame de la boca del león
y líbrame de los cuernos de los toros salvajes.
Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
en medio de la congregación te alabaré.
Los que temen a mi Señor, ¡alabenlo!
¡Glorifíquenlo, descendencia toda de Jacob!
¡Témanlo ustedes, descendencia toda de Israel!...” Amén.
en medio de la congregación te alabaré.
Los que temen a mi Señor, ¡alabenlo!
¡Glorifíquenlo, descendencia toda de Jacob!
¡Témanlo ustedes, descendencia toda de Israel!...” Amén.
Curiosidades
¿Cómo era la crucifixión?
Cuando se condenaba a un criminal, era costumbre azotar a la víctima con
el flagellum, que era un látigo con
correas de cuero. Luego se le hacía llevar la viga transversal (patibulum), como un esclavo, hasta el
lugar de su tortura y muerte siempre fuera de la ciudad, mientras un heraldo
iba delante de él con el “título”, o sea la acusación escrita. Fue ese patibulum, no toda la cruz, lo que Jesús
no pudo llevar a causa de su debilidad, y que Simón de Cirene llevó en su
lugar. Se desnudaba completamente al condenado, se lo colocaba en tierra con la
viga transversal debajo de los hombros, y se ataban o clavaban allí los brazos
o las manos. Luego se levantaba esta viga y se la fijaba en el poste vertical
hasta que los pies de la víctima, que entonces se ataban o clavaban, apenas
dejaban de tocar el suelo, y no alto como se ve frecuentemente en las
ilustraciones. Una clavija (sedile)
proyectada hacia adelante generalmente soportaba la mayor parte del peso del
cuerpo del condenado, que se sentaba a horcajadas en la misma. Luego se dejaba
a la víctima para que muriera de sed y agotamiento. A veces s aceleraba la
muerte mediante el crucifragium o
quebradura de piernas.
Al parecer el método de crucifixión variaba en diferentes partes del
imperio romano. Los escritores seculares de la época evitaban relatar
detalladamente esta forma de castigo, la más cruel y degradante de aquella
época. Pero recientes hallazgos arqueológicos en Judea han arrojado luz al
respecto. Cerca de Jerusalén, en 1968, se ha encontrado un osario que contenía
huesos de un hombre joven crucificado en los mismos tiempos de Jesús. Los
brazos del joven fueron clavados al patibulum,
el peso del cuerpo posiblemente lo soportaba una plancha (sedecula) clavada al simplex,
el poste vertical, como soporte de las nalgas. Las piernas estaban dobladas en
las rodillas y vueltas hacia atrás, de modo que las patorrillas estaban
paralelas al patibulum o travesaño,
con los tobillos por debajo de las nalgas. Un clavo de hierro atravesaba ambos
talones, con el pie derecho encima del izquierdo. Un fragmento indica que la
cruz era de madrea de olivo. Ambas piernas habían sido quebradas,
presumiblemente por un fuerte golpe.
Si Jesús murió de la misma forma, seguramente sus piernas no estaban
completamente extendidas como tradicionalmente nos muestra el arte cristiano.
(Nuevo
Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.327)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Marcos
15:6-39
“En el día de la Fiesta les soltaba un preso, cualquiera que
pidieran. Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de
motín que habían cometido homicidio en una revuelta. Viniendo la multitud,
comenzó a pedir que hiciera como siempre les había hecho. Pilato les
respondió diciendo:
—¿Quieren que les suelte al Rey de los
judíos?, porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales
sacerdotes. Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para
que le soltara más bien a Barrabás. Respondiendo Pilato, les dijo otra
vez:
—¿Qué, pues, quieren que haga del que llaman Rey de
los judíos?
Y ellos volvieron a gritar:
—¡Crucifícalo!
Pilato dijo:
—¿Pues qué mal ha hecho?
Pero ellos gritaban aun más:
—¡Crucifícalo!
Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a
Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado.
Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio,
esto es, al pretorio, y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de
púrpura, le pusieron una corona tejida de espinas y comenzaron a saludarlo:
—¡Salve, Rey de los judíos!
Le golpeaban la cabeza con una caña, lo escupían y,
puestos de rodillas, le hacían reverencias. Después de haberse burlado de
él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus propios vestidos y lo sacaron para
crucificarlo.
Obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre
de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevara la cruz.
Y lo llevaron a un lugar llamado Gólgota, (que
significa: «Lugar de la Calavera»). Le dieron a beber vino mezclado con
mirra, pero él no lo tomó. Cuando lo crucificaron, repartieron entre sí
sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.
Era la hora tercera cuando lo crucificaron. El
título escrito que señalaba la causa de su condena era: «El Rey de los
Judíos». Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el
otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Y fue contado
con los pecadores». Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza y
diciendo:
—¡Bah! tú que derribarías el Templo de Dios y en
tres días lo reedificarías, sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.
De esta manera también los principales sacerdotes,
burlándose, se decían unos a otros, con los escribas:
—A otros salvó, pero a sí mismo no se puede
salvar. ¡El Cristo! ¡Rey de Israel! ¡Que descienda ahora de la cruz, para
que veamos y creamos!
También los que estaban crucificados con él lo
insultaban.
Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre
toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz,
diciendo:
—¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani? (que significa:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo:
—Miren, llama a Elías.
Corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la
puso en una caña y le dio a beber, diciendo:
—Dejen, veamos si viene Elías a bajarlo.
Pero Jesús, lanzando un fuerte grito,
expiró. Entonces el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba
abajo. Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar
había expirado así, dijo:
—¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
Es más fácil dejarse llevar por la turba, por las
multitudes que pensar con cabeza propia. Es más fácil y menos comprometido.
Jesús iba a morir cruentamente... solo… estaba
escrito y era su misión… porque tenía que vencer a la muerte con su
resurrección.
Pero aún siguen muriendo física o socialmente
personas que se animan a pensar con cabeza propia y a luchar por la dignidad
humana en contra de los grandes poderes e intereses sociopolíticos.
En general no muchos se animan a nadar contra la
corriente, pero Jesús nos invita a hacerlo. Este tiempo de reflexión y de
preparación de la Pascua nos invita a animarnos al desafío porque a partir de
la cruz y la resurrección la muerte no es el final, sino que hay Vida en
abundancia para los y las que se animan.
Pensar con cabeza propia, no seguir las
multitudes, animarse a ser diferente y vivir una vida en coherencia con la fe
en Cristo. Todo un desafío pero no imposible. ¿Te animás? Amén.
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