Cada
latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios,
escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
Salmo
89 (1-18)
“Las
misericordias de mi Señor cantaré perpetuamente;
de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.
Dije: «Para siempre será edificada la misericordia;
en los cielos mismos afirmarás tu fidelidad.»
de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.
Dije: «Para siempre será edificada la misericordia;
en los cielos mismos afirmarás tu fidelidad.»
Hice pacto
con mi escogido;
juré a David mi siervo, diciendo:
«Para siempre confirmaré tu descendencia
y edificaré tu trono por todas las generaciones.»
juré a David mi siervo, diciendo:
«Para siempre confirmaré tu descendencia
y edificaré tu trono por todas las generaciones.»
Celebran
los cielos tus maravillas, mi Señor,
tu fidelidad también en la congregación de los santos,
porque ¿quién en los cielos se igualará a mi Señor?
¿Quién será semejante a mi Señor entre los hijos de los poderosos?
Dios temible en la gran congregación de los santos
y formidable sobre todos cuantos están a su alrededor.
Mi Señor, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú?
Poderoso eres, mi Señor, y tu fidelidad te rodea.
Tú tienes dominio sobre la braveza del mar;
cuando se levantan sus olas, tú las sosiegas.
Tú quebrantaste a Rahab como a un herido de muerte;
con tu brazo poderoso esparciste a tus enemigos.
Tuyos son los cielos, tuya también es la tierra;
el mundo y su plenitud, tú lo fundaste.
El norte y el sur, tú los creaste;
el Tabor y el Hermón cantarán en tu nombre.
Tuyo es el brazo potente;
fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.
Justicia y derecho son el cimiento de tu trono;
misericordia y verdad van delante de tu rostro.
Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;
andará, mi Señor, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrará todo el día
y en tu justicia será enaltecido,
porque tú eres la gloria de su potencia
y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.
Mi Señor es nuestro escudo;
nuestro rey es el Santo de Israel…” Amén.
tu fidelidad también en la congregación de los santos,
porque ¿quién en los cielos se igualará a mi Señor?
¿Quién será semejante a mi Señor entre los hijos de los poderosos?
Dios temible en la gran congregación de los santos
y formidable sobre todos cuantos están a su alrededor.
Mi Señor, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú?
Poderoso eres, mi Señor, y tu fidelidad te rodea.
Tú tienes dominio sobre la braveza del mar;
cuando se levantan sus olas, tú las sosiegas.
Tú quebrantaste a Rahab como a un herido de muerte;
con tu brazo poderoso esparciste a tus enemigos.
Tuyos son los cielos, tuya también es la tierra;
el mundo y su plenitud, tú lo fundaste.
El norte y el sur, tú los creaste;
el Tabor y el Hermón cantarán en tu nombre.
Tuyo es el brazo potente;
fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.
Justicia y derecho son el cimiento de tu trono;
misericordia y verdad van delante de tu rostro.
Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;
andará, mi Señor, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrará todo el día
y en tu justicia será enaltecido,
porque tú eres la gloria de su potencia
y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.
Mi Señor es nuestro escudo;
nuestro rey es el Santo de Israel…” Amén.
Curiosidades
¿Qué significa el concepto de Pablo de “hombre interior”?
Pablo emplea la frase “hombre interior” para referirse a la verdadera
identidad del cristiano, como la ve Dios y se la conoce (parcialmente) en forma
consciente. El contraste, por lo menos implícito si no explícito, es con ho exo anthropos, “el hombre exterior”,
el mismo individuo visto por sus congéneres, un ser físicamente vivo y activo,
conocido (en la medida que se lo conoce) por medio de su comportamiento.
Este nuevo contraste difiere del que Pablo trazó entre el hombre viejo y
el nuevo, y del que propusieron los platónicos entre el alma inmaterial e
inmortal, o entre los impulsos racionales (superiores) y sensuales (inferiores)
del alma. El contraste que nos ocupa es más bien entre “apariencia exterior” y
el “corazón” como aparece n 1 Samuel: “hombre interior” y “corazón” son, en
realidad, casi sinónimos. Este contraste refleja dos hechos. Primero, que Dios,
el que escudriña los corazones, ve cosas que están ocultas para su prójimo, el
que sólo ve su exterior. En segundo lugar, que la renovación de los pecadores
en Cristo es una obra oculta, de la cual los observadores humanos sólo ven
ciertos efectos. La esfera del carácter, y de la obra transformadora del
Espíritu, no es la del hombre exterior, sino la del interior. El punto exacto
del contraste difiere en cada uno de los tres textos.
- En 2 Cor.4:16 es entre
el Pablo exterior, a quien veían los hombres, agotado por su constante
labor, sus problemas de salud, la ansiedad, la tensión, y la persecución;
y el Pablo que Dios conocía, el Pablo que había sido recreado y en el que
ahora moraba el Espíritu, y que después de su disolución física se había
“revestido” con un cuerpo de resurrección. El Pablo exterior se estaba
deteriorando; el verdadero Pablo estaba siendo renovado cada día.
- En Ro.7:22s el
contraste es entre “ley del pecado” en los “miembros” de Pablo, que
influía sobre sus acciones exteriores; y la “ley de mi mente”, el deleite
del corazón de Pablo en la ley de Dios, y el deseo de su corazón de
guardarla, deseo que el pecado estaba continuamente frustrando.
- En Ef.3:16-19 el
contraste es solamente implícito. El hombre interior, el corazón, el
templo en el que mora Cristo, y la esfera de su acción fortalecedora, es
el ser real, el que permanece, el ser que conoce el amor de Cristo y que
pasará a formar parte de la plenitud de Dios; pero esta persona está
oculta a los hombres. Por ello, Pablo se ve en la necesidad de exhortar a
sus lectores a que muestren al mundo, mediante la calidad de su conducta
exterior, lo que Dios ha hecho en ellos.
(Nuevo
Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág. 610-611)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen
latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto
bíblico de hoy:
Romanos
6:3-11
“¿O no saben que
todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte?, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el
bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de
su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado, porque, el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Y si morimos con
Cristo, creemos que también viviremos con él, y sabemos que
Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se
enseñorea más de él. En cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; pero en cuanto
vive, para Dios vive. Así también ustedes consideraos muertos al pecado, pero vivos para
Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si
reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de
Dios: momento de reflexión:
Hablar sobre pecado hoy en día tal vez resulte
como fuera de época, como anacrónico. No es un lenguaje cotidiano, es más bien
religioso y casi anticuado, diría…
¿Cómo hablar sobre esta realidad concreta?
Nosotros como seres humanos vivimos en la imperfección,
en la contradicción y la incoherencia. Esto es algo inherente a nosotros, no lo
podemos evitar, eso es parte de nuestro pecado, ya que por esta razón dañamos a
otros y a nosotros mismos, nos alejamos de Dios, porque nos cuesta ver más allá
de nuestros propios deseos y nuestra realidad.
A partir de este alejamiento de Dios, comienza un
gran camino de actitudes, pensamientos, obras, que se hacen carne en nosotros y
que naturalizamos, siendo así cómplices de una estructura de pecado, una
estructura que no es para el mejoramiento del mundo y la defensa de la vida,
sino que destruye, maltrata, abusa. Todas estas cosas están relacionadas de una
u otra forma con la muerte.
Una vez que descubrimos la obra redentora de
Jesucristo y queremos entrar en su plan de Vida, necesariamente tenemos que
renunciar a ese otro mundo, el de la destrucción, ya que son incompatibles
entre sí.
Una vez que Cristo muere, nosotros también tenemos
la posibilidad de seguir sus pasos, muriendo junto a Él y renaciendo en una
nueva vida, haciéndonos colaboradores suyos.
No es que desde ese nuevo camino dejemos nuestra
imperfección y debilidad humana, sino que caminamos hacia una perfección. Cada
día elegimos el camino nuevo, concientemente, renunciando a todo lo que me
puede alejar de Dios por más atractivo que parezca. Reflexiono cada día en lo
que es bueno o malo para mí, y esa forma de vida es vivir para Dios en Cristo
Jesús. Ése es mi anhelo y por lo que trabajo diariamente, y espero que vos, que
estás escuchando ahora, te sumes a este camino de Vida plena. Amén.