Cada
latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios,
escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
Salmo 34
“Bendeciré al Señor
en todo tiempo;
su alabanza estará siempre en mi boca.
Alabaré al Señor con toda el alma.
su alabanza estará siempre en mi boca.
Alabaré al Señor con toda el alma.
¡Escuchen, gente
humilde, y alégrense también!
¡Únanse a mí, y reconozcan su grandeza!
¡Exaltemos a una voz su nombre!
¡Únanse a mí, y reconozcan su grandeza!
¡Exaltemos a una voz su nombre!
Busqué al Señor, y
él me escuchó,
y me libró de todos mis temores.
Los que a él acuden irradian alegría;
no tienen por qué esconder su rostro.
Este pobre clamó, y el Señor lo oyó
y lo libró de todas sus angustias.
Para defender a los que temen al Señor,
su ángel acampa alrededor de ellos.
¡Prueben ustedes mismos la bondad del Señor!
¡Dichoso aquél que en él confía!
Ustedes, sus fieles, teman al Señor,
pues a quienes le temen nunca les falta nada.
Los cachorros del león chillan de hambre,
pero los que buscan al Señor lo tienen todo.
y me libró de todos mis temores.
Los que a él acuden irradian alegría;
no tienen por qué esconder su rostro.
Este pobre clamó, y el Señor lo oyó
y lo libró de todas sus angustias.
Para defender a los que temen al Señor,
su ángel acampa alrededor de ellos.
¡Prueben ustedes mismos la bondad del Señor!
¡Dichoso aquél que en él confía!
Ustedes, sus fieles, teman al Señor,
pues a quienes le temen nunca les falta nada.
Los cachorros del león chillan de hambre,
pero los que buscan al Señor lo tienen todo.
Hijos míos,
acérquense y escúchenme;
voy a enseñarles a honrar al Señor.
¿Quién de ustedes anhela vivir mucho tiempo?
¿Quién quiere vivir y llegar a ver el bien?
Eviten entonces que su lengua hable mal;
eviten que sus labios profieran mentiras.
Apártense del mal y practiquen el bien;
busquen la paz, y no la abandonen.
voy a enseñarles a honrar al Señor.
¿Quién de ustedes anhela vivir mucho tiempo?
¿Quién quiere vivir y llegar a ver el bien?
Eviten entonces que su lengua hable mal;
eviten que sus labios profieran mentiras.
Apártense del mal y practiquen el bien;
busquen la paz, y no la abandonen.
El Señor no aparta
sus ojos de los justos;
sus oídos están siempre atentos a su clamor.
El Señor vigila a los que hacen el mal
Para borrar de la tierra su memoria.
Los justos gimen, y el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
Cercano está el Señor para salvar
a los que tienen roto el corazón y el espíritu.
sus oídos están siempre atentos a su clamor.
El Señor vigila a los que hacen el mal
Para borrar de la tierra su memoria.
Los justos gimen, y el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
Cercano está el Señor para salvar
a los que tienen roto el corazón y el espíritu.
El justo pasa por
muchas aflicciones,
pero el Señor lo libra de todas ellas.
El Señor le cuida cada uno de sus huesos,
y ni uno solo de ellos se le quebrará.
Al malvado lo destruye su propia maldad;
y los que odian al justo recibirán condenación.
El Señor rescata el alma de sus siervos;
no serán condenados los que en él confían.” Amén.
pero el Señor lo libra de todas ellas.
El Señor le cuida cada uno de sus huesos,
y ni uno solo de ellos se le quebrará.
Al malvado lo destruye su propia maldad;
y los que odian al justo recibirán condenación.
El Señor rescata el alma de sus siervos;
no serán condenados los que en él confían.” Amén.
Curiosidades
¿Cómo podemos
entender las palabras de Jesús en la institución de la Santa Cena?
El indicio más valioso sobre el significado de las palabras de institución
del Señor lo encontramos en el papel que representan el alimento y la bebida en
el ritual de la pascua judía. Según la interpretación de Higgins, podemos tomar
las palabras de institución como agregados del Señor mismo a las deposiciones
sobre la liturgia pascual en dos puntos vitales, antes y después de la comida
principal. Jesús les dice a sus discípulos, con sus palabras y su simbolismo
profético, que el significado original del rito pascual ha sido sobrepasado
ahora, puesto que él mismo es el Cordero pascual que cumple la prefiguración
del AT. Sus palabras y su acción al tomar el pan y la copa son parábolas que
anuncian una nueva significación. Bajo su palabra soberana el pan se convierte
en la parábola de su cuerpo entregado al servicio del propósito redentor de
Dios; y su sangre vertida en la muerte, lo que recuerda los ritos de los
sacrificios del AT, está representada en la copa de bendición en la mesa. A
partir de entonces la copa adquiere un nuevo significado como elemento
conmemorativo del nuevo éxodo, cumplido en Jerusalén.
La función de los elementos es paralela, entonces, a la de las comidas de
la pascua. En la fiesta anual el israelita se une, de manera relista y
dinámica, con sus antepasados, a los cuales el Señor redimió de Egipto. El pan
de la mesa de la comunión se ha de considerar como si fuera el “pan de
aflicción” que comieron los judíos de antaño. En la mesa del Señor, que
genéticamente se relaciona con el aposento alto, se reúne la iglesia de la
nueva Israel como del pueblo del nuevo pacto; se ve nuevamente frente a los
símbolos de ese sacrificio, que fue ofrecido una sola vez; y vuelve a vivir la
experiencia por la cual salió del Egipto del pecado y fue redimida para Dios
por medio de la preciosa muerte de su propio Hijo como víctima pascual.
Evangelio
Desde
el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos
sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Juan 6:51-58
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré
por la vida del mundo.»
Los judíos discutían entre sí, y decían: «¿Y cómo puede éste
darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «De cierto, de
cierto les digo: Si no comen la carne del Hijo del Hombre, y beben su sangre,
no tienen vida en ustedes. El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el
día final. Porque
mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en
él. Así como el Padre viviente me envió, y yo vivo por el Padre, así
también el que me come también vivirá por mí. Éste es el pan que descendió del cielo. No es como el pan que
comieron los padres de ustedes, y murieron; el que come de este pan, vivirá
eternamente.»” Amén.
Los
textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos
podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Mucho
se ha discutido acerca de la Santa Cena. Si es un recordatorio, un símbolo o si
tiene alguna fuerza sobrenatural, divina, que de alguna manera hace un efecto
en los que la compartimos y celebramos.
Incluso
ha sido motivo de discusiones y hasta fracturas dentro de la Iglesia a través
de los tiempos. Uno de los momentos duros respecto a este tema fue el Coloquio
de Marburgo, en 1529, en donde Lutero y Zuinglio junto a su gente discutieron
al punto de provocar la primera grieta dentro del protestantismo, formando la
Iglesia Reformada y la Luterana.
Hay
muchas teorías y conceptos con respecto a la Santa Cena elaborada por los
intelectuales teólogos, pero en la vida cotidiana, la de los fieles, esas
cosas, diría, con prácticamente irrelevantes.
En
mi tiempo de pastora he visto cosas increíbles con respecto a este sacramento.
Personas que fallecen tranquilas en la paz del Señor, por haber recibido el
cuerpo y la sangre del Señor, habiéndola pedido con insistencia. Personas que
parecían estar ya en el fin de sus vidas, y que después de recibir la Santa
Cena, se han recuperado milagrosamente. Personas que estando muy mal
anímicamente, han recuperado sus fuerzas y sus ganas de vivir.
Yo
mismas he sentido en reiteradas ocasiones la fuerza de la presencia de Dios en
el momento de la celebración. Como un abrazo, un calor, que proviene de la
comunión, del mismo sentir de todas las personas que compartimos el momento
sagrado.
Es
en esta experiencia viva del comer el pan y beber el vino en donde se terminan
las teorías y comienza la fe, la fuerza que viene del Espíritu y que no se
puede explicar con palabras, y que en realidad, hasta no tiene importancia lo
de la consubstanciación y la transubstanciación, la presencia real o el
símbolo.
Es
en la experiencia en donde logramos comprender las palabras de Jesús: “El
que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Así como el Padre viviente me envió, y yo
vivo por el Padre, así también el que me come también vivirá por mí.”
Y lo interesante de esta
experiencia mística es que se traslada a la vida, a cómo nosotros, los que
vivimos la comunión en Cristo, vivimos una vida diferente en cuanto a nuestra
entrega a los demás. Esta entrega nace de una experiencia personal, pero no
puede quedar encerrada en la persona, sino que sale hacia afuera en forma de
compromiso con el otro. Ahí está su fuerza, ahí está la presencia de Dios como
testimonio concreto. Amén.
Querido
Jesús: vos me regalaste el pan y el vino, tu cuerpo y tu sangre, para que yo
pudiera tomar las fuerzas para dar testimonio de tu entrega a través de mi
entrega, mi compromiso con el otro. Ayudame a no vivir para mí misma, sino para
seguir ese camino al que vos me has invitado. Te lo pido a vos que junto con el
Padre y el Espíritu Santo reinas por toda la eternidad. Amén.
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