Salmo 122
Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:
“¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor»!
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus, las tribus del Señor
–según es norma en Israel–
para celebrar el nombre del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.
Auguren la paz a Jerusalén:
«¡Vivan seguros los que te aman!
¡Haya paz en tus muros
y seguridad en tus palacios!».
Por amor a mis hermanos y amigos,
diré: «La paz esté contigo».
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad.” Amén.
Curiosidades
¿Cómo fue la celebración del concilio de Trento?
Primera etapa (1545-1548), bajo el pontificado de Paulo III. A la sesión inaugural apenas asistieron treinta obispos. Hubo tan sólo dos obispos alemanes y tres franceses. La mayoría eran italianos. Los españoles presentaban un grupo compacto y bien preparado. En febrero de 1547, una peste declarada en Trento aconsejó trasladar las reuniones a Bolonia, pero los obispos "imperiales" se negaron. Para evitar una peligrosa escisión, Paulo III suspendió el concilio (febrero de 1548).
Segunda etapa (1551-1552), bajo el pontificado de Julio III. Asistió una nutrida representación alemana, rompiendo el predominio italiano de la etapa anterior. Destacó la presencia de brillantes teólogos españoles (Soto, Cano, Castro). A instancias del emperador, asistieron algunos delegados reformistas, pero sus exigencias de participar en las deliberaciones, entre ellas el reconocimiento de la superioridad del concilio sobre el papa, no fueron aceptadas. En 1552 la situación política alemana experimentó un súbito agravamiento. Mauricio de Sajonia, en quien Carlos V había depositado su confianza, se unió a los príncipes protestantes. Sus tropas cruzaron el desfiladero de Klause y avanzaron sobre Innsbruck, donde se encontraba, desprevenido, el emperador. Sólo pudo salvarse huyendo a uña de caballo. Ante la gravedad de los acontecimientos, los obispos alemanes abandonaron Trento y el pontífice suspendió el concilio.
Tercera etapa (1562-1563), bajo el pontificado de Pío IV. No hubo representantes de los obispos alemanes ni delegados de los reformistas. Al final, se leyeron y aprobaron, una por una, las resoluciones de las tres etapas conciliares. El Papa dio su aprobación verbal a los pocos días, y solemnemente, en la bula Benedictus Deus de 30 de julio del año siguiente, aunque con fecha retrotraída al 26 de enero del mismo año.
http://www.historia-religiones.com.ar/el-concilio-de-trento-85
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Mateo 24:37-44
“Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Cuando fue el terremoto en Japón, hace varios años atrás, una cosa que me sorprendió fue como estaba preparada toda la sociedad japonesa. En todas las casas había todo para que no tuvieran que salir por varios días, cada uno sabía que tenía que hacer y donde tenía que ir. Para nuestra sorpresa vimos como en poco tiempo casi todo volvió a la normalidad. Y todo eso gracias a una organización, un entrenamiento, una educación y la conciencia de vivir en una zona muy vulnerable a los terremotos y sunamis.
Si esto lo trasladamos a nuestra fe y nuestra preparación para la muerte, seguramente nos encontraríamos con muchas falencias.
En principio porque creemos que las cosas les pasa a los demás, que por alguna razón muy extraña, somos intocables. Decimos Dios me protege o, y esto está muy en boga hoy, nos mentalizamos para que no nos suceda, porque las enfermedades o los problemas los generamos nosotros mismos. Es la energía que atraemos o rechazamos. Así hay gatos que saludan, elefantes con dinero en la trompa, manos que atrapan suerte, y qué sé yo cuantos otros talismanes protectores.
Pero ninguna de esas cosas nos prepara, nos concientiza de nuestra fragilidad humana, nuestra vulnerabilidad. La mejor forma de no ser sorprendidos con nada en la vida es prepararnos, no como una tragedia, sino como un ejercicio diario, como quien se prepara para una maratón. Cada día estar en paz con Dios, en paz con la gente que nos rodea, en paz con nosotros mismos… que es la parte más difícil.
Pensar muy bien qué es lo que vamos a dejar para mañana, priorizar todo aquello que tenga que ver con el amor, el perdón.
Quien está preparado nada le sorprende y toma cada problema como un desafío nuevo, sin enojarse, sin maldecir, sin quejarse o echar culpas… simplemente acepta la vida como se va presentando, poniéndole la mejor cara, disfrutando lo que s puede y sobre todo agradeciéndole a Dios, en esa conciencia que todo lo que somos y tenemos es de Dios. Amén.
Querido Jesús, ayúdame a comprender que es más importante prepararme para la vida que saber en qué momento van a pasar las cosas. Ayúdame a no confiar en amuletos ni en las cartas, los caracoles o los horóscopos, nada pueden decirme ni adelantarme, porque no es voluntad de Dios que me adelante a nada, sino que viva el presente y asuma el rol que Él quiere que tome, te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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