viernes, 21 de octubre de 2016

23 de Octubre

Cada latido de nuestro corazón marca el ritmo de una poesía hecha por Dios, escuchemos con el alma las poesías presentes en las Escrituras:

Salmo 34

“Bendeciré a mi Señor en todo tiempo,
sin cesar en mi boca su alabanza;
en mi Señor mi alma se gloría,
¡óiganlo los humildes y se alegren!

Engrandezcan conmigo a mi Señor,
ensalcemos su nombre todos juntos.
He buscado a mi Señor, y me ha respondido:
me ha librado de todos mis temores.

Los que miran hacia él, refulgirán:
no habrá sonrojo en su semblante.
Cuando el pobre grita, mi Señor oye,
y le salva de todas sus angustias.

Acampa el ángel de mi Señor
en torno a los que le temen y los libra.
Gusten y vean qué bueno es mi Señor,
dichoso el hombre que se cobija en él.

Teman a mi Señor ustedes, santos suyos,
que a quienes le temen no les falta nada.
Los ricos quedan pobres y hambrientos,
mas los que buscan a mi Señor de ningún bien carecen.

Vengan, hijos, óiganme,
el temor de mi Señor voy a enseñarles.
¿Quién es el ser humano que apetece la vida,
deseoso de días para gozar de bienes?

Guarda del mal tu lengua,
tus labios de decir mentira;
apártate del mal y obra el bien,
busca la paz y anda tras ella.

Los ojos de mi Señor sobre los justos,
y sus oídos hacia su clamor,
el rostro de mi Señor contra los malhechores,
para raer de la tierra su memoria.

Cuando gritan aquéllos, mi Señor oye,
y los libra de todas sus angustias;
mi Señor está cerca de los que tienen roto el corazón,
él salva a los espíritus hundidos.

Muchas son las desgracias del justo,
pero de todas le libera mi Señor;
todos sus huesos guarda,
no será quebrantado ni uno solo.

La malicia matará al impío,
los que odian al justo lo tendrán que pagar.
Mi Señor rescata el alma de sus siervos,
nada habrán de pagar los que en él se cobijan.” Amén.

Curiosidades

¿Qué se resuelve en las dos Dietas de Espira?

Desde la Dieta de Worms (1520), el problema de la Reforma pasó a ser una cuestión fundamentalmente política que debía resolver Carlos V. En la Dieta de Spira (1526), Carlos se vio obligado a mantener una actitud conciliadora debido a las amenazas militares que suponían el avance turco por el Este y la creación de la Liga de Cognac, formada por Francisco I de Francia, el papa Clemente VII, Venecia, Milán y Florencia. Para obtener subsidios, el Emperador acabó permitiendo que cada gobernante de los Estados y ciudades del Imperio administrara sus asuntos religiosos como gustase. Más tarde, la segunda Dieta de Spira (1529) impuso una serie de prohibiciones a los reformistas para que pararan de realizar cambios religiosos, respetasen los derechos de las autoridades católicas y devolvieran las propiedades expropiadas; la protesta presentada por los reformistas les valió el calificativo de “protestantes”.
http://blogs.ua.es/luteromartin/2011/08/13/la-reforma-en-las-dietas-imperiales/

Evangelio

Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:

Lucas 18:9-14

“Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: ‘Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.’ En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’ Les digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado." Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:

Cuando pertenecemos al grupo de personas del medio, que no hace grandes cosas, que vive una vida tranquila, con una rutina diaria, que no tiene mayores enemigos ni entra en controversias o problemas, el momento de confesión de pecados resulta algo superficial ¿qué tenemos que confesarle a Dios? Nuestro corazón no está afligido y nuestra vida está más o menos tranquila. Muchas veces nos medimos con otros, y nos vemos relativamente buenos…
No se trata de buscarle la quita pata al gato, pero el asumir nuestra naturaleza imperfecta, que incluso sin darnos cuenta hacemos daño, o afectamos a otra persona, es importante, porque nos ubica al lado del resto de la gente y no por encima. Porque este es el peligro: creernos mejores que otras personas. El punto es que algunas personas han sido menos beneficiadas, y tal vez sus partes negativas sean más visibles que las de otras personas, pero toda persona tiene su debilidad, aquello que nos opaca. Puede ser la mezquindad, la falta de amor, de empatía, la hipocresía, o tantas otras cosas que nos alejan de Dios.
Cuando tenemos nuestro momento de confesión, de introspección, es importante ser sinceros con nosotros mismos porque esto mismo nos ayudará para mejorarnos como personas. Porque de eso se trata.
Dios no pretende que vivamos autoflagelándonos por nuestras debilidades y errores, sino que en esta pequeña tarea de asumir cómo somos, podamos ir corrigiéndonos y mejorándonos como personas, para de esta manera, mejorar también nuestro entorno.
Buscar el perdón de Dios, que nos mire con misericordia nos ayuda también a actuar de esa forma, perdonando y mirando con misericordia a las personas que nos rodean. Dando la oportunidad a quien se equivoca y busca cambiar, ayudándola, pero también pidiendo ayuda cuando nosotros la necesitamos.
El juzgar a los demás, clasificar a las personas y discriminarlas no nos lleva a nada, y es el inicio de las guerras en el mundo. El sentirse mejor que otras personas, en primer lugar, nos hace mal a nosotros mismos, pero a la vez nos perjudica en nuestra relación con los demás.
El cambio está en cada uno de nosotros, y es de adentro hacia afuera. Bien vale este ejercicio. Amén.

Querido Jesús, ¡cómo nos conocés! ¡cómo sabés de esta nuestra mala costumbre de juzgar y creernos mejores que otras personas! A mí me pasa también, y aunque lucho contra esto, no siempre me sale, cada tanto vuelvo a juzgar, vuelvo a mirar torcido a quien está al lado mío. Ayúdame a ser misericordiosa, a perdonar como vos m perdonas, te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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