Salmo 69 (1-3.7-9.20-21.29-36)
“¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas
me llegan hasta el cuello!
Me hundo en el cieno del abismo,
sin poder hacer pie;
he llegado hasta el fondo de las aguas,
y las olas me anegan.
Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces,
mis ojos se consumen de esperar a mi Dios…
Pues por ti sufro el insulto,
y la vergüenza cubre mi semblante;
para mis hermanos soy un extranjero,
un desconocido para los hijos de mi madre;
pues me devora el celo de tu casa,
y caen sobre mí los insultos de los que te insultan…
La infamia me ha roto el corazón y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay,
consoladores, y no encuentro ninguno.
Veneno me han dado por comida,
en mi sed me han abrevado con vinagre…
Y yo desdichado, dolorido,
¡tu salvación, oh Dios, me restablezca!
El nombre de Dios celebraré en un cántico,
lo ensalzaré con la acción de gracias;
y más que un toro agradará a mi Señor,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Lo han visto los humildes y se alegran;
¡vivan sus corazones, los que buscan a Dios!
Porque mi Señor escucha a los pobres,
no desprecia a sus cautivos.
¡Alábenlo los cielos y la tierra,
el mar y cuanto bulle en él!
Pues salvará Dios a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá:
habitarán allí y las poseerán;
la heredará la estirpe de sus siervos,
los que aman su nombre en ella morarán.” Amén.
Curiosidades
¿Qué estaba celebrando el pueblo, que agitaba ramas, cuando Jesús entró montado sobre el pollino?
La entrada de Jesús a Jerusalén (con variaciones sobre los vegetales en los evangelios: gajos verdes cortados en el campo, gajos de los árboles, ramas de palmera), acompañada por el saludo con esos elementos verdes sería entonces una provocación especial para los romanos. Esto hay confrontado con el burrito, que no es el montado para la guerra, sino el animal para el trabajo, y símbolo de la humildad y el rey de paz según Zac 9,9.
Según los evangelios, el momento en que Jesús hace su entrada “triunfal” a Jerusalén montado sobre un pollino, esto es un burrito, el pueblo de Israel estaba muy cerca de celebrar la Pascua judía. Lo curioso es que la multitud que cantaba Salmos bendiciendo al Señor, agitaba ramas, cosa que no pertenece a la celebración de la Pascua, sino a la de la “enramada” o fiesta de los tabernáculos.
Esta fiesta, que duraba siete días, recordaba el tiempo en que sus padres habían vivido bajo ellas antes de entrar a la Tierra Prometida y al mismo tiempo el pueblo agradecía a Dios por la morada permanente en ella. En el octavo día de la fiesta de los tabernáculos, una procesión pasaba siete veces alrededor del altar, llevando ramas de mirto y palmeras y gritando: "¡Hosanna!" en memoria de la caída de Jericó. Los Salmo que se cantaban eran los mismos que durante la semana de la celebración de la Pascua judía: del 112 al 133.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Lucas 19:28-40
“Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: ‘Vayan al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontrarán un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, dirán esto: ‘Porque el Señor lo necesita’.’ Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: ‘¿Por qué desatan el pollino?’ Ellos les contestaron: ‘Porque el Señor lo necesita.’
Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
Decían:
‘Bendito el Rey que viene
en nombre del Señor!
Paz en el cielo
y gloria en las alturas.’
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: ‘Maestro, reprende a tus discípulos.’ Respondió: ‘Les digo que si éstos callan gritarán las piedras’." Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
Hay verdades tan grandes que si las personas no las gritan, como dirían las palabras de Jesús, “las piedras las gritan”.
Digo esto pensando en la naturaleza, que reacciona ante el maltrato humano, ante la destrucción que hacemos como humanidad persiguiendo nuestras ambiciones. Siempre la fuerza de la naturaleza es más fuerte que nuestro poder de destrucción.
Pero también las injusticias que hemos construido como sociedad. Nadie puede negar el espanto que provoca ver personas destruidas por el hambre, la guerra o la explotación de unos sobre otros. La única forma de soportarlo es dejando de considerarlas como iguales… pero su sangre, su humanidad son nuestro espejo. Su realidad grita, como piedras, aunque no se escuchen sus voces, por eso que surgen entidades o corporaciones formadas por personas sensibilizadas que las defienden y luchan por ellas.
¿Qué tiene que ver esto con el relato bíblico que escuchamos hoy?
Jesús significó un cambio enorme en la vida de las personas de su tiempo. Su mensaje de inclusión y sus actitudes humanitarias o misericordiosas hizo que desearan expresarlo en una manifestación pública. No había forma de frenarlo, porque no se puede frenar aquello que nace del corazón, de lo profundo de nuestro ser.
Eso es lo que pasa cuando la fe en Cristo se instala en las personas, desborda y se manifiesta a través del amor al prójimo, a las personas que nos rodean, y sobre todo en el cuidado de aquellas personas más vulnerables. Ante tal manifestación de amor en nombre de Cristo, no hay forma de ocultar o esconder las maravillas que Dios hace en cada uno de nosotros.
Muchas personas niegan el poder o la existencia de Dios y muchas más aún la de Jesucristo. Pero a la vez espera y exige de la Iglesia, que nace de Cristo, una actitud diferente que otra cualquier otra institución, y condena más los errores y las faltas que salen de ella, que de cualquier otro grupo humano… por eso digo, “las piedras gritan que Jesucristo es el Rey que viene en nombre del Señor”. Amén.
Querido Jesús, ¿cómo manifestarte todo mi reconocimiento? Una vez aceptaste que tu gente entrara en Jerusalén cantando y glorificándote, pero nunca más quisiste esto, porque no es tu forma. Ayudame a serte fiel y a actuar lo más parecido a vos, como la forma de alabarte que sé que te agrada. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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