Salmo 116
Amo a mi Señor,
pues ha oído mi voz y mis súplicas,
porque ha inclinado a mí su oído;
por tanto, lo invocaré en todos mis días.
Me rodearon ligaduras de muerte,
me encontraron las angustias del seol;
angustia y dolor había yo hallado.
Entonces invoqué el nombre de mi Señor, diciendo:
«¡Mi Señor, libra ahora mi alma!»
Clemente es mi Señor, y justo;
sí, misericordioso es nuestro Dios.
Mi Señor guarda a los sencillos;
estaba yo postrado, y me salvó.
¡Vuelve, alma mía, a tu reposo,
porque mi Señor te ha hecho bien!,
pues tú has librado mi alma de la muerte,
mis ojos de lágrimas
y mis pies de resbalar.
Andaré delante de mi Señor
en la tierra de los vivientes.
Creí; por tanto hablé,
estando afligido en gran manera.
Y dije en mi apresuramiento:
«Todo hombre es mentiroso.»
¿Qué pagaré a mi Señor
por todos sus beneficios para conmigo?
Tomaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre de mi Señor.
Ahora pagaré mis votos a mi Señor
delante de todo su pueblo.
Estimada es a los ojos de mi Señor
la muerte de sus santos.
Mi Señor, ciertamente yo soy tu siervo,
siervo tuyo soy, hijo de tu sierva.
Tú has roto mis prisiones.
Te ofreceré sacrificio de alabanza
e invocaré el nombre de mi Señor.
A mi Señor pagaré ahora mis votos
delante de todo su pueblo,
en los atrios de la casa de mi Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
¡Aleluya!” Amén.
Curiosidades
¿Qué simbolizan los montes o montañas en la Biblia?
Las montañas tienen gran significación en la geografía y la historia de Palestina. En consecuencia, las Escrituras frecuentemente las mencionan. Proporcionan panoramas: “sube a la cumbre del Pisga y alza los ojos”. Su influencia sobre la mayor precipitación pluvial las convierte en símbolos de fertilidad, en lugares de pastoreo y en zonas de caza. Se las asocia a santuarios paganos. Por su inaccesibilidad constituyen lugares de refugio.
Las montañas son símbolo de continuidad eterna y estabilidad. Se las considera como las primeras cosas q se crearon, de origen antiguo, y objetos de la potencia del Creador, y de su majestad. Forman el escenario de teofanías, y tiemblan ante la presencia de Yahveh, y se estremecen ante los juicios. Se les pide que cubran a los culpables ante su rostro. Cuando Dios las toca producen humo. También se regocijan ante el advenimiento de la redención de Israel, saltan ante la alabanza del Señor y se les pide que sean testigos de sus relaciones con su pueblo.
Las montañas también son símbolos de las sendas difíciles de la vida, de los obstáculos, y de otras dificultades, cuya remoción es posible para los dotados de una fe poderosa.
(Nuevo Diccionario Bíblico, 1º Edición – Ediciones Certeza - pág.927)
Evangelio
Desde el interior de las Escrituras se oyen latidos de vida, ¿qué significan esos sonidos? Escuchemos atentamente el texto bíblico de hoy:
Marcos 9:2-10
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto. Allí se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede dejar tan blancos. Y vieron a Elías y a Moisés que hablaban con Jesús. Entonces Pedro dijo a Jesús:
—¡Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí! Hagamos tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
No sabía lo que hablaba, pues estaban asustados. Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado; a él oigan.» Y luego, cuando miraron, no vieron a nadie más con ellos, sino a Jesús solo.
Mientras descendían del monte, les mandó que a nadie dijeran lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de los muertos. Por eso guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.” Amén.
Los textos bíblicos nos dicen cosas, pero sólo si reflexionamos sobre lo que oímos podremos escuchar los verdaderos latidos de Dios: momento de reflexión:
¡Qué fácil es meterse en una burbuja y hacer de cuenta que el resto del mundo no existe! Así me preocupo de mí misma y de mi grupo selecto y listo ¡ningún problema!
Esa también fue la tentación de quienes conocieron como era Jesús verdaderamente, su divinidad. Quedarse ahí arriba en el monte, lejos del mundo y sus complicaciones.
Muchas veces como cristianos tenemos esta misma actitud, nos resistimos a ocuparnos de la tarea que Jesús nos ha encomendado desde el mismo momento en que lo aceptamos en nuestro corazón.
En varias ocasiones en la historia del cristianismo algunos grupos se hicieron un mundo aparte en medio de la nada. Incluso hasta hoy hay conventos y monasterios en donde la gente vive en comunidades sin contacto con el mundo exterior.
Pero también hay comunidades evangélicas super cerradas que sólo se relacionan entre los miembros de la comunidad, se reúnen casi todos los días, escuchan radios y música cristianas, ven en toda persona de afuera un peligro, una presencia de Satanás, y hablan de la iglesia y el mundo como una oposición.
También la personas que no pertenecen a ninguna fe se hacen su mundo aparte, porque sienten que las noticias y el mundo que las rodea es demasiado duro, y entonces se encierran en su propia vida, sin compromiso social, sin sentirse parte de un todo.
Cualquiera sea la razón por la cual la persona se aísla, es verdad que no corre riesgos ni sufre por causa de otros, por comprometerse con quienes son más vulnerables, pero a la vez se pierde de una vida con un sentido más profundo, una vida en donde tiene la posibilidad de enriquecerse con la experiencia de otros, en donde cuanto más da más recibe.
Jesús nos llamó a zambullirnos en el mundo y sus complicaciones, a contagiar de vida, de su Espíritu, para que el mundo realmente sea el que Dios ha deseado desde la creación. Un mundo en donde como humanidad podamos vivir hermanados, sosteniéndonos mutuamente, dejemos el egoísmo de lado, en donde la codicia y la explotación no sean la moneda corriente. Es posible un mundo diferente, pero es necesario que salgamos de nosotros mismos y nos animemos al compromiso con las personas más vulnerables. Es necesario que pongamos las manos en el barro, en la arcilla, que no busquemos brillar, sino que la luz del Espíritu de Dios que habita en cada uno de nosotros sea el que brille. Amén.
Querido Jesús, a veces me pasa como a tus amigos, que tenían ganas de quedarse con vos en el monte y al resto que los parta un rayo, pero no, eso no sirve de nada porque tu misión ha sido y sigue siendo otra. Yo también, por mi fe, tengo un compromiso, una cuenta pendiente de ser luz y sal en este mundo. Ayudame a comprometerme cada día más con tu Reino, a ser coherente en palabras y obras. Te lo pido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.